Date:

Share:

Que una onda de calor nos golpeará. Dicen por ahí que es culpa de la isla de calor…

Solo hace falta echar una miradita a los diversos medios de comunicación en los días calurosos de abril y mayo para quedar hechizados y horrorizados por los titulares que, una vez pasada la primera impresión, nos informan del pronóstico del tiempo meteorológico. Calor ¡hace mucho calor! Intercambiamos impresiones con nuestros familiares, vecinos y todo interlocutor igual de sudoroso y agotado que uno. No, no hay manera de portar con elegancia el calor que no sea turísticamente aceptable. Pero se cuelan en estas conversaciones conceptos enrevesados entre verdad y confusión que nos llevan a malinterpretar los procesos que acontecen en la atmósfera, los efectos en el sitio en que vivimos y las consecuencias en nuestros propios organismos.

Comencemos por lo que sucede a mayor escala; es decir, a una escala que puede abarcar parte de un continente (incluso varios países), fenómenos que se extienden por varios miles de kilómetros cuadrados. Recordemos que la atmósfera no respeta fronteras administrativas, para desconsuelo de nacionalistas acérrimos.

Fenómenos atmosféricos de gran escala son, por ejemplo, los huracanes, las sequías, las olas de frío y, por supuesto, las olas de calor también. Estas últimas nos han traído de cabeza en los últimos años. Definir una onda de calor requiere de la explicación de muchas variables, pero podemos simplificar la idea según autoridades que estudian el cambio climático global: temperaturas más altas de lo normal (superiores a cierto umbral que se define previamente) durante más de cinco días seguidos. Si esos cinco días se extienden un par de semanas más, entonces podemos decir que se trata de un evento extremo.

Ahora bien, si damos un poco más de aliento a la curiosidad ¿por qué se producen estas ondas cálidas? Veamos: los fenómenos atmosféricos de gran escala y vastas extensiones funcionan más o menos así: la atmósfera está en constante movimiento, tanto en la altura como en la horizontal, dejando a su paso diversas condiciones de tiempo sobre la superficie terrestre. Pero hay ocasiones en que este gran movimiento atmosférico se ralentiza, o casi se detiene. Al quedarse estable sobre una región y las condiciones predominantes son de alta presión (con cielos carentes de nubosidad y muy azules, despejados y, por lo tanto, de mucha radiación solar y poca ventilación) entonces todo se calienta. Entre más presión haya del aire hacia el suelo, más se calienta. Pasan los días y ese sistema sigue tercamente estacionado sobre nuestro país y zonas aledañas (Figura 1).

 Las temperaturas suben, la vegetación sufre, el suministro de agua se tambalea, y nosotros desde la superficie terrestre rogamos para que se desplace, para que siga su camino y se lleve el calor. Y un buen día, afortunadamente, se va.

Cambia la superficie y la atmósfera también cambiará

Así como las ondas de calor son un fenómeno de gran escala, existen otros que implican también una mayor temperatura, pero cuya influencia es mucho menor y de origen muy distinto. Nos referimos a las islas de calor urbano. A pesar de su nombre extravagante, este fenómeno térmico en realidad se refiere a la diferencia de temperatura que hay entre las ciudades y su entorno rural. Las ciudades, con una superficie que ha sido recubierta con cemento y asfalto, propician una atmósfera más cálida que las zonas con mayor vegetación. Se le ha conferido el nombre de isla porque, entre menos provista esté la superficie de áreas verdes, mayor será la temperatura, lo cual suele coincidir con el centro de las ciudades (Figura 2). Sin embargo, cuando las ciudades son muy grandes, pueden existir, dentro de la misma zona urbanizada, varios puntos muy cálidos, por lo que ya no sólo es una isla sino un archipiélago de calor. Esta característica climática urbana, la más evidente y más estudiada, es temporal y espacialmente variable; es decir, no ocurre una isla de calor todos los días del año ni tampoco durante todo el día, ni tampoco se forma exactamente en el mismo lugar. Cielos despejados y aire en calma propician su formación, pero la presencia de lluvia y viento hará que se disipe.

Figura 2. Esquema de una isla de calor urbana atmosférica.Fuente: Romero-Nájera y Luyando-López, 2025.
Figura 2. Esquema de una isla de calor urbana atmosférica.
Fuente: Romero-Nájera y Luyando-López, 2025.

¿Son las islas de calor una amenaza climática? Dependerá de la ciudad en cuestión, de las condiciones climáticas regionales, la disposición de las calles, la estructura y de la infraestructura urbana y, por supuesto, de las condiciones de su población.

El calor aprieta, pero no a todos por igual

Entonces, ¿cuál es la relación que existe entre las ondas de calor y las islas de calor? Estrictamente hablando, ninguna; pero cuando ocurre una onda de calor en toda una región y en ella se encuentra una ciudad con una marcada isla de calor, la temperatura aumenta y podría tener consecuencias en la población que la habita. El efecto no es generalizado y es necesario tener un conocimiento exhaustivo del comportamiento de los flujos de radiación en la urbe y de las condiciones sanitarias de los distintos grupos etarios urbanos (ver artículo de A. Gómez et al. en este mismo número).

Pero, finalmente, ¿qué le puede pasar a la población ante el aumento de la temperatura por la presencia de las ondas de calor (con la posible connivencia de la isla de calor)? La población vulnerable, como los adultos mayores, los niños menores de cinco años y personas con una salud comprometida son más proclives a sufrir de golpes de calor. Pero no solo ellos, también las personas que consumen alimentos y bebidas que no han sido debidamente conservados, los que trabajan al aire libre o en fábricas y sitios donde se genera aun más calor por los procesos de producción, están expuestos a ser víctimas de los golpes de calor. ¿Cómo reconocer esta afección? Temperatura elevada del cuerpo, desorientación o pérdida de conocimiento, náuseas, frecuencia cardiaca acelerada, dolor de cabeza, sudoración excesiva o ausencia de ella. ¿Cómo resolver esta situación? Primero retirar a la persona de la radiación directa del Sol, de preferencia moverla a un sitio más fresco; retirar el exceso de ropa, rociar con agua o sumergir el cuerpo en agua fría o poner paños fríos o mojados en la cabeza, el cuello y las axilas. En casos más graves, llamar a los servicios de emergencia, pues un golpe de calor, sin la debida atención, puede ocasionar la muerte.

Resumiendo: las ondas de calor, que son cada vez más frecuentes y de mayor duración, con la posible contribución de la isla de calor atmosférica, pueden conducir a las personas vulnerables a sufrir un golpe de calor.

Ahora sí, con cada término y concepto en su sitio, podemos valorar el alcance de la información que nos llega, y, por supuesto, actuar previsora y adecuadamente ante condiciones atmosféricas extremas por calor.

Recordemos que la información es poder.

La autora agradece al proyecto PAPIIT IN103925

* [email protected]

Referencia

Romero-Nájera I, Luyando-López E. 2025. Islas de Calor en la ciudad. Revista Ciencia y Naturaleza (1152).

Más Articulos