No es novedad la dificultad que encuentran los jóvenes para incorporarse al mercado laboral, la cual ha sido justificada sobre todo por su falta de experiencia. De acuerdo con la información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2019:2T), en la actualidad México cuenta con 21.7 millones de jóvenes, considerando sólo aquellos de 15 a 24 años. Entre ellos, 8.7 millones estudian (40 por ciento), 6.9 millones trabajan (32 por ciento), 3.9 millones ni estudian ni trabajan (18 por ciento) y 2.2 millones combinan estudios con trabajo (10 por ciento).
Como se ha señalado, quienes estudian y trabajan representan el grupo menos numeroso de jóvenes; sin embargo, llaman la atención porque su situación es especialmente vulnerable, debido a que deben conciliar dos actividades que suelen demandar tiempo y responsabilidades de diferente índole, de manera que están llamados a hacer un uso efectivo de su tiempo, de sus recursos y de sus capacidades, a fin de cumplir con los compromisos que cada una requiere.
Su limitada disponibilidad de tiempo para trabajar los lleva a buscar trabajos con condiciones laborales que suelen ser más precarias que las de las y los jóvenes que sólo trabajan. Esto lo podemos verificar a partir de algunos factores que sirven para identificar la precariedad en el trabajo: el acceso a prestaciones laborales, el nivel de ingresos y la jornada laboral.
Concretamente en el caso de los jóvenes que combinan estudio y trabajo, 69 por ciento de los hombres y 64 por ciento de las mujeres, no tienen prestaciones laborales (aguinaldo, vacaciones pagadas, acceso a instituciones de salud, etcétera). Una de las principales razones de no tener acceso a prestaciones es que gran parte trabajan en el sector informal o en negocios no constituidos en sociedad (mujeres 59 por ciento y hombres 62 por ciento).
En especial estos jóvenes sufren de la falta de derecho laboral al acceso a instituciones de salud: 77 por ciento de los hombres y 75 por ciento de las mujeres que estudian y trabajan en México.
Llama la atención que, si bien 45 por ciento de estos jóvenes estudiantes trabajadores (tanto hombres como mujeres) laboran menos de 25 horas semanales, lo cual se puede explicar por la combinación de estas dos actividades, una parte considerable: 22 por ciento de las mujeres y 24 por ciento de los hombres, trabajan jornadas de 40 a 48 horas semanales. Lo cual les deja poco tiempo para sus estudios. Esto implica un uso intensivo de su tiempo, a costa de su tiempo de reposo y de esparcimiento, y de su rendimiento escolar.
En cuanto a su nivel de ingresos, éstos son muy bajos para ambos sexos, poco más de una tercera parte percibe ingresos menores a un salario mínimo (34 por ciento entre los hombres y 37 por ciento entre las mujeres). Y otra parte significativa percibe de uno y hasta dos salarios mínimos (26 por ciento entre los hombres y 27 por ciento entre las mujeres).
A la luz de los resultados anteriores, es importante crear condiciones favorables para integrar a hombres y mujeres jóvenes en el mercado laboral mexicano, en especial para quienes deciden o se ven en la necesidad de trabajar y estudiar, a fin de que puedan relacionar sus habilidades, destrezas y conocimientos en el ámbito laboral, pero sin dejar de lado su formación profesional. Esto implica ofrecer opciones de escolarización superior flexibles, así como empleos de medio tiempo en condiciones de formalidad, que garanticen sus derechos laborales y un salario digno.