Otros desarrollos

La actual pandemia desnudó la mercantilización que de la vida y la naturaleza hace el capitalismo así como la necesidad de construir nuevas estrategias y políticas que prioricen la reproducción de la vida humana en armonía con las otras formas de vida planetaria: más importante que el crecimiento económico es el propósito de dicha acción, que no es otro que el mejoramiento físico y espiritual de la humanidad sustentado en formas de apropiación de la naturaleza y la energía sustentables, y un nuevo orden social donde todas las vidas humanas sean valoradas y respetadas.

Son imprecisos aún los alcances económicos, sociales y políticos de la actual pandemia y las formas como las confrontaremos. Lo evidente es que es un cambio fuerte en nuestras cotidianidades y es necesario otras estrategias de desarrollo para afrontarlo. Los pronósticos de crecimiento de la economía mundial variaron entre 8 y 10 puntos a la baja en el último semestre (pasaron de un positivo 2 a un negativo 6 u 8 por ciento del Producto Interno Bruto mundial), concomitante con ese decrecimiento es la disminución del comercio mundial, de la inversión extranjera directa, del empleo y del poder adquisitivo salarial. Los vulnerables de siempre se multiplicaron con la pandemia y han sido los más afectados por ella, ya sea por el riesgo a contagios por los empleos que desempeñan, por sus patologías y/o la ausencia de un sistema de salud que los proteja.

Para atenuar los efectos de la contracción económica y contenerlos en un decrecimiento de sólo un dígito porcentual del PIB, el gasto público emergente en Estados Unidos de Norteamérica —como proporción del PIB— fue dos veces más alto que en Europa occidental y seis veces más alto con relación a México. Aun así, hay un generalizado deterioro de las condiciones materiales de reproducción social de la vida humana en la mayor parte de la población, ya que las políticas están orientadas a fortalecer la rentabilidad empresarial, no la salud, el ambiente o la calidad de vida. En México el gasto público anticíclico es menor a 2 puntos del PIB, poco significativo para afrontar la pérdida de 11 millones de empleos o salir súbitamente airoso de una caída del PIB posiblemente de dos dígitos, pero tiene una virtud, que se canaliza al 70 por ciento de la población más pobre del país, fortalece su poder adquisitivo, aumenta modestamente su consumo y crea mercado interno, falta el complemento, producir nativamente los bienes consumidos y para ello hay que generar proteccionismos y fomentar la inversión, al menos la pública, secularmente contraída y para ello debe aumentar tanto el gasto como el ingreso público, lo primero a través de condonación de deuda pública (al pago de la deuda se destina un tercio del egreso público), lo segundo, con impuestos al gran capital, como lo propone la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

En aras del “progreso” hemos destruido bosques, selvas y manglares, contaminado el aire y el agua, degradado suelos, exterminado especies biológicas, alterado los ecosistemas, ignorado prácticas agroecológicas sustentables, destruido culturas vernáculas y mercantilizado la vida humana. Otras formas de entender con la naturaleza y entre nosotros mismos son posibles, donde vivir sea plenamente placentero y satisfactorio. La pandemia puede ser la pedagoga que nos permita reflexionar y actuar en ese sentido, como lo sostiene Boaventura de Sousa Santos.