I am gonna have to Science the shit out of this.
Mark Watney, El Marciano, de Andy Weir.
Mi amigo Sergio de Régules publicó una colección de ensayos muy entretenidos que compiló en el libro Las Orejas de Saturno. La colección lleva el nombre del ensayo con el que abre la colección. Allí, Sergio se queja de la poca imaginación de Galileo en cuanto a su interpretación de sus observaciones de Saturno. El telescopio de Galileo era muy modesto, apenas de ocho aumentos, es decir podía amplificar una imagen distante tan solo ocho veces, pero llegó alcanzar hasta 30 aumentos. La imagen que veía Galileo de Saturno era borrosa debido a que las lentes eran defectuosas. El hermoso sistema de anillos de Saturno le pareció como si el planeta tuviese orejas. Galileo interpretó a las orejas como satélites, con base en la experiencia con los satélites de Júpiter que el mismo Galileo había descubierto. Pero se quedó profundamente intrigado: observaciones posteriores no mostraron a los satélites, luego aparecieron como “brazos”. Pero, cuando se trata de imaginar, Marte es el planeta canónico.
Ningún otro planeta del sistema solar ha sido sujeto de tanta atención, ha causado tanta intriga y desmedido temor como Marte, el planeta rojo. Hemos imaginado que la vida se originó en el ahora frío y árido planeta. Marte ha sido familiar a los humanos por su brillante color rojo y por sus errantes movimientos en el cielo, además las observaciones desde la Tierra han revelado detalles en su superficie que sugerían actividad, se han podido ver nubes, tormentas de polvo y movimiento en las capas polares. Podemos decir que Marte se parece a la Tierra. Y con nuestra imaginación ya lo hemos colonizado. En este siglo, quizá, podamos poner a los primeros humanos en Marte.
Considero que el más osado ejercicio de imaginación científica se dio hace poco menos de 30 años. Reportaron que habían encontrado en un asteroide caído en la Antártida, unas formaciones que parecían bichitos. Dijeron que dicho meteorito era de origen marciano, estamos hablando del meteorito Allan Hills 84001 (ALH84001). Después de una aventura donde fue expulsado de Marte tras un impacto de otro meteorito, el ALH84001 había caído en la Tierra. El resultado se publicó en la revista Science en 1996, causó enorme revuelo en todo el mundo. Creo que Sergio se quedaría satisfecho con la imaginación empleada por los científicos, en este caso. No obstante, la prueba que presentan son imágenes producidas con microscopio de barrido de los supuestos bichitos no han sido consideradas como pruebas firmes. Otros estudios han sugerido que las formaciones en forma de gusanitos que se muestran con el microscopio en ALH84001, pueden formase de manera natural bajo las condiciones a las que se expuso el meteorito, sin tener nada que ver con los posibles micro-organismos. Otros dicen que el ALH84001 pudo haberse contaminado en la Antártida. Por un momento, los bichos marcianos eran nuestros hermanos. Aquí creo que ha tropezado la ciencia. No es la primera vez que el Planeta Rojo nos ocasiona vergüenza.
Después de que en 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli anunciara que había visto rayones en la superficie de Marte, a los que él llamó canales, el astrónomo estadounidense Percival Lowell se propuso investigar estos canales. Estaba convencido que los cambios en la superficie de Marte eran producidos por las actividades de la civilización marciana. Construyó un telescopio para probarlo. Reportó en sus observaciones grandes canales, que deberían haber sido construidos por una civilización que necesitaba mover agua desde los polos. En su época fue cuestionado, el más fuerte entre los escépticos fue el naturalista Alfred Russell Wallace, quien en 1907 estimó que la temperatura en la superficie de Marte debería ser cercana al punto de congelación del agua. Las exploraciones con las misiones Mariner en los 70s demostraron que Lowell había imaginado los canales. Continuará…