Hace poco más de 16 años entré a un grupo que hace actividades de divulgación, y que su principal actividad son los talleres de ciencia recreativa. Me refiero a Quark, un grupo de voluntarios del Museo de Ciencias de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Yo era una joven de 18 años que veía sorprendida el dominio que tenían los miembros más antiguos (y que no eran mucho más grandes que yo), y me preguntaba si algún día llegaría a ser así de buena. Con el paso de los meses me di cuenta de que cada uno de los quarks tenía un estilo muy diferente, pero usaban casi siempre la misma información en sus explicaciones. Esa información era el centro de la actividad.
Y así como yo fui “nueva” en algún momento, muchos más chicos se fueron sumando al grupo. Hay muchos talleres que se aprenden viéndolos, y muchos otros que no se hacen tan seguido como para aprender a hacerlos. Necesitábamos una forma eficaz de tener un compilado de actividades que sirvieran a ese propósito. Miguel García, coordinador del grupo, ya tenía algo de trabajo adelantado, pues su tesis de licenciatura incluía la sistematización de algunos talleres.
Además de usar esas sistematizaciones de forma interna, siempre hemos creído que, así como la divulgación se trata de compartir, también los talleres tienen que ser actividades que se deben poder replicar en cualquier rincón. Y para eso nos tocaba escribir.
Las sistematizaciones debían tener una misma estructura, para facilitar su comprensión y hasta leer sólo lo que se pueda necesitar en determinado momento. Las partes de esa estructura quedaron así: título, principios a revisar, material, procedimiento, preguntas, marco teórico (es el que lleva el rigor científico), abordaje sugerido, datos curiosos y dinámicas útiles; estos últimos dos pueden ser o no usados.
De esta forma, cualquiera que la leyera podría replicar sin mayor dificultad. Ya que contiene la lista de material y la cantidad que se debe usar y los pasos detallados que debe seguir, así como un marco teórico que tiene toda la información que se puede llegar a usar (dependiendo de la edad del participante la explicación puede variar) y una sugerencia de cómo se puede hacer el abordaje frente al grupo.
Y llegó el momento en que nos preguntamos: ¿y ahora qué vamos a hacer con esas sistematizaciones? La idea principal es compartirlas, que sirvan como punto de referencia para hacer talleres, pero que no queden en hojas sueltas que se pierdan con el tiempo. Una de las opciones que teníamos era hacer un libro que las recopilara. Y esa idea se materializó.
El primer libro lleva por título Para jugar con la ciencia. Guía de actividades fantásticas. Es una compilación de actividades de física que explican desde lo que pasa adentro del átomo hasta las grandes estructuras que forman el Universo. Casi la totalidad de las sistematizaciones fueron escritas por Miguel García. Y claro, hay una historia detrás de ese libro.
En 2007-2009 tuvimos una sala interactiva que viajaba por los municipios de Zacatecas, tenía exhibiciones que eran guiadas por estudiantes del municipio visitado, así que había que capacitarlos. Se creó un manual que ayudara a los chicos con la información necesaria para hacer las presentaciones. Ese manual con el tiempo y un poco más de esfuerzo fue lo que se convirtió en Para jugar con la ciencia.
El segundo libro también sirvió como guía para el uso de una caja de material que se mandó a bibliotecas públicas del estado y que también fue usada por grupos de divulgación en algunos puntos del país. La diferencia con el primer libro es que las actividades están agrupadas y focalizadas. Para jugar con la ciencia y la tecnología tiene cinco ejes temáticos: fuentes de energía, ingeniería genética, nanotecnologías, telecomunicaciones y termodinámica.
Los talleres que se desarrollan a lo largo de sus páginas fueron escritos por varios miembros del grupo. Por fin nos animábamos a escribir. Después de dos libros ya no podíamos parar. Tita (Bertha Michel), directora del Museo, Miguel y yo ya nos veíamos sacando más y más libros de talleres. Además, los pensábamos especializados, es decir, tratando de enfocarnos en actividades temáticas.
El tema que ganó el tercer libro fueron las nanotecnologías. Al ser un grupo que se especializa en talleres de física cuántica teníamos la necesidad de llevar a los participantes por el mundo de lo muy pequeñito, y explicar con ello todo el desarrollo tecnológico que se hace en este sector.
Para jugar con las Nano ciencia y tecnología contó con la participación de miembros de la Red Iberoamericana de Divulgación y Formación en Nanotecnología (Nanodyf), de la Red Latinoamericana de Nanotecnología y Sociedad, y por supuesto de miembros de Quark.
Para jugar con la ciencia y el agua responde a la necesidad que tenemos como sociedad de cuidarla, y una forma de hacerlo es conociendo, desde su composición hasta los diferentes usos que podemos darle, es decir, si la conocemos nos será más fácil tener cuidado en su uso.
El capítulo polímero superabsorbente fue escrito en su totalidad por tres chicas que en ese momento eran parte del Club Infantil de la Ciencia, y Flores capilares, por una participante activa de ese club, que junto con su papá pudo hacer un desarrollo experto del tema.
El más reciente libro publicado Para jugar con la ciencia y el cielo sale de este mundo para abordar temas de astronomía y astrofísica. Las actividades recreativas que involucran estos temas son siempre de las más llamativas y que aseguran una alta participación.
El pasado noviembre se hizo la presentación del libro durante las actividades de Noche de las Estrellas, y en lo personal fue la cristalización de un sueño que tenía. Estuve involucrada —en mayor o menor medida— en el proceso de los primeros cuatro libros, sin embargo, siempre soñé que hubiera uno dedicado a la astronomía, que fue una de las razones por las que yo me acerqué a la ciencia y elegí ser divulgadora.
El libro cuenta con 12 actividades escritas por divulgadores de Recreación en Cadena, la Red Mexicana de Talleristas de Ciencia. Entre ellas podemos encontrar la leyenda del conejo en la Luna con una deliciosa actividad que se come; la forma de armar un telescopio casero; hacer una bonita pulsera mientras nos cuentan datos interesantes sobre los planetas de nuestro sistema solar; un juego para explicar los procesos nucleares que suceden en el interior de las estrellas; entre algunos otros más.
Cada libro fue sumando la participación de más y más personas. De algunas incluso no pensábamos que se animarían a escribir o colaborar, pero sin duda, son esas agradables sorpresas que nos motivan dentro del complejo proceso de traer un libro a la vida. Nosotros creemos que ese esfuerzo ha valido la pena y claro que ya estamos pensando en continuar con la saga, incluso de mudarnos a un formato digital. Ya veremos.
Por último, quiero agregar que una de las características que tienen los cinco libros es que cualquiera las puede replicar: un tallerista, un niño junto a sus padres o familia, y también es un recurso que los maestros pueden usar en sus aulas como complemento de los temas de ciencias.
Los últimos tres libros todavía están disponibles, para más información sobre cómo adquirirlos pueden mandar un correo a [email protected] o visitar nuestras páginas en Facebook: Grupo Quark y Museo de Ciencias UAZ.