Esta será la frase mas pronunciada en el centro-norte de México los días siguientes al 8 de abril de 2024, fecha en la que tendremos el increíble espectáculo de un eclipse total de Sol, habiendo pasado más de 33 años sin presenciar un fenómeno de tales características sobre territorio nacional. Fue el 11 de julio de 1991 cuando ciudades como La Paz, Aguascalientes, Puebla y la Ciudad de México fueron testigos de poco mas de seis minutos de oscuridad, sin duda uno de los eclipses que más personas pudieron ver, por pasar por zonas densamente pobladas.
Este 2024, serán más de cuatro minutos que pondrán a prueba nuestra capacidad de asombro, pero también de logística y de divulgación científica para prepararnos como país y dejar de lado los mitos, la charlatanería, las supersticiones y los miedos.
Una vez más, tenemos mucho trabajo por hacer, ya que, aunque el camino parezca más sencillo que en 1991, un mundo mucho más cercano a la tecnología, parece estar más lejos de la ciencia. La pandemia de Covid-19 nos enseñó que el desarrollo de la ciencia es nuestro gran aliado, pero también pareciera nuestro gran enemigo. Los mitos como microchips integrados en la vacuna para controlar a la población nos muestran que adoptamos muy bien la tecnología, como los celulares, internet y robótica, pero desconocemos aún mucho de la ciencia que la genera.
2024 parece lejano, pero está mucho más cercano de lo que pensamos. Imaginemos ahora organizar una actividad que nunca realizamos, que siempre la hacemos ver riesgosa y que desde siempre ha generado mitos: ver el Sol.
La tecnología para observar el Sol ha dado pasos agigantados; ahora un filtro solar es mucho más fácil de conseguir, más seguro y además es barato. Sin embargo, la demanda de filtros se disparará pocos días antes del fenómeno; el reto consiste en que la población, en estos años que nos quedan, comience a apropiarse de las actividades en torno a la observación astronómica, entendiendo los riesgos de un incorrecto uso de materiales para la observación, pero además la facilidad y seguridad de hacerlo correctamente. La línea es muy delgada, pero sin duda nos tomará tiempo.
El eclipse de 2024 recorrerá los estados de Sinaloa, Durango y Coahuila, pasando por ciudades importantes como Mazatlán, Durango, Torreón, Monclova y Piedras Negras. La fecha es inmejorable para el centro-norte del país, es una época muy seca y las probabilidades estadísticas de nublados rondan el 7 por ciento. Igual que en 1991, aunque el eclipse comience en el Océano Pacífico, el mejor punto de observación será sobre territorio mexicano en los límites de los estados de Durango y Coahuila, en la Comarca Lagunera.
Con cuatro minutos y 30 segundos de duración en la totalidad, se considera un eclipse relativamente largo, con tiempo más que suficiente para poder observar la corona solar, un espectáculo que solo se logra apreciar durante la fase de totalidad. Sin dudarlo, estas oportunidades solo pasan una o dos veces en la vida, ya que la siguiente vez que la totalidad de un eclipse atraviese el territorio nacional será hasta el 30 de marzo de 2052; por eso, seguramente no querrás perderte este que tenemos en puerta.
Es precisamente la componente de rareza y belleza lo que hace que mucha gente busque poder observar una vez en su vida un fenómeno de este tipo. Por ello el turismo será uno de los grandes actores, miles de personas se desplazarán hasta las ciudades donde pase la totalidad, otros más aventureros buscarán áreas naturales para poder observarlo en un entorno alejado de las ciudades, pero todos necesitarán de servicios turísticos que los puedan atender. Un viajero que va en busca de un fenómeno natural de este tipo no solo se queda un día, regularmente llega algunos días antes para buscar el mejor lugar para verlo, conocer la ciudad y después de que ha pasado, relajarse con otras actividades que los sitios deben tener preparadas. Se estima que el Gran Eclipse de Norteamérica (como fue llamado en Estados Unidos), movilizó más de un millón de personas y generó derramas económicas multimillonarias en servicios turísticos.
Sin embargo, el aspecto al cual debemos poner atención es en la socialización de la observación solar. Con esto me refiero a que tenemos que lograr que la sociedad se familiarice con los fenómenos celestes, que sean, como en realidad son, un hermoso espectáculo producto de ciclos periódicos de la Luna, el Sol y la Tierra. Que dejemos de lado la superstición y nos permitamos como sociedad sentirnos parte de un sistema planetario con movimientos y sucesos espectaculares que, quizás, ayudaron a que el ser humano se preguntara cosas sobre su entorno y evolucionara en un ser pensante.
Para este punto la educación formal será pieza clave. En el estado de Coahuila se lanzó en 2018 un programa piloto llamado “Cultura Astronómica 2024”, encaminado a sensibilizar a maestros principalmente, sobre la observación solar, la comprensión de la mecánica celeste y cómo hacerlo didáctico con sus alumnos. Este programa fue muy exitoso, los maestros se entusiasmaron mucho con las actividades, pero, sobre todo, porque dimensionaron el potencial educativo que un eclipse total tiene en la comunidad.
Infortunadamente, la pandemia de Covid-19 puso un alto a este programa, que comenzó generando nodos de maestros capacitados en el uso de técnicas de observación, que a su vez generarían nodos secundarios en otras escuelas, hasta llegar a un 4º nivel de nodos, donde se integrarían otros sectores de educación formal, generando una enorme red de puntos de capacitación y observación para ese día. Prácticamente cada escuela de Coahuila tendría la capacidad de observarlo con sus alumnos e incluso, recibir público.
Sin duda los planetarios, observatorios y museos de ciencia serán superados en afluencia ese día, el mayor reto consiste en sumar puntos de observación, en tener gente capacitada y, además, proporcionar la cantidad de filtros solares necesarios para salvaguardar la seguridad de quien lo quiera observar.
La comunicación de la ciencia cambió mas rápido de lo que pudimos soñar. Este 2020 todo lo que creíamos saber tuvo que reinventarse, digitalizarse y hacerse más fresco, todo en un mar de contenidos con mucho o muy poco valor. A las redes sociales tenemos que hacerlas nuestras mejores aliadas para difundir lo que ocurrirá, un proceso de entendimiento que debe ser ágil y divertido, acorde a la generación actual. Pero también debemos tener un contenido puntual y desglosado hasta sus raíces, para una generación que aún cree en mitos sobre estos fenómenos celestes.
Los medios de comunicación, al igual que en 1991, formarán parte medular del fenómeno; será una vez más una forma segura de verlo “en vivo”, pero de sumarse con tiempo suficiente, podrían ser quizás, la herramienta más poderosa para quitar los miedos, supersticiones y charlatanerías. Pueden motivar a ver el fenómeno con los filtros adecuados y, además, mostrarle al público detalles increíbles en sus pantallas en colaboración con especialistas, museos, planetarios y observatorios.
Faltan poco más de dos años para el eclipse anular/parcial de octubre de 2023; esta será una prueba sobre nuestra capacidad de ser un país preparado para un fenómeno celeste poco común e increíblemente hermoso. Será nuestro último llamado a estar listos; si desperdiciamos estas oportunidades y no las capitalizamos en crecimiento en la apropiación de la ciencia, tendremos que esperar a marzo de 2052 para tener un nuevo eclipse total. Estamos ante un reto enorme, al que tenemos que sumarnos todos.