Desde comienzos del siglo XX, la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños comenzaron a incentivar la urbanización promoviendo la migración interna desde el campo, lo cual dio pie al nacimiento de nuevas instituciones, partidos de izquierda y sindicatos urbanos, como nuevas fuerzas motrices del cambio social, ocupando el lugar de las anteriores coaliciones populares campesinas de las guerras por la independencia. Por eso Eduardo Galeano (1971) decía que las nuevas organizaciones de la clase trabajadora se vieron desplazadas, ya no por los criollos desgajados del colonizador, sino por la alianza entre la burguesía industrial y el Estado nación, que se apoyaron en cierto desarrollo fabril destinado a sustituir importaciones. En esta etapa, el capital y el trabajo parecían condenados a permanecer juntos, pero desde el último cuarto del siglo XX, las relaciones entre el régimen de acumulación flexible del neoliberalismo disolvieron esa relación.
Las políticas neoliberales hacia el campo terminaron por precipitar los procesos estructurales críticos que conformaron el aumento en los flujos migratorios, hacia los centros industriales regionales o extraregionales, particularmente desde México hacia los Estados Unidos (Cordero, 2007: 24). No obstante, en el contexto latinoamericano y caribeño, la clase trabajadora y el proletariado, y por tanto la lucha de clases, históricamente fueron condicionadas por el capital extractivo y la resistencia de un proletariado rural, de trabajadores de la tierra, con o sin ella, de un campesinado semiproletarizado, cuyas familias han sido forzadas a trabajar en áreas rurales o a migrar a las ciudades en busca de trabajo remunerado o por cuenta propia en el sector informal (Veltmeyer y Petras, 2014: 52).
Siguiendo las tesis del desarrollo del capitalismo en Rusia, en las que Lenin (1908) notaba una vía reaccionaria-oligárquica, también llamada junker o prusiana, que consideraba la transición de la gran propiedad señorial —precapitalista— a la gran unidad productiva capitalista del campo, y la vía farmer o vía americana, en la que la disponibilidad de la tierra para el colono agrícola se mantenía en expansión constante, Agustín Cueva (1977) advertía que algo similar podía observarse en América Latina y el Caribe en su modalidad de desarrollo histórico. Esta región representa la continuidad de un capitalismo histórico deformado que, bajo la forma de la “superexplotación” (Marini, 1969), podría decirse, parafraseando a Marx (1867), que no solo padece los males que entraña el desarrollo del modo de producción capitalista, sino que además los que supone su falta de desarrollo.
Ello sugiere que, ya sea por la vía junker o farmer, el desarrollo del trabajo asalariado no se expresa únicamente por los obstáculos directamente impuestos al desarrollo de las fuerzas productivas, sino por los efectos producidos en la estructura social dependiente y periférica asentada en la poca política y mucha administración de los Estados modernos. En este panorama, observando el caso meridional italiano Giovanni Arrighi y Fortunata Piselli (1987), complementaron esas tesis leninistas proponiendo una tercera vía de trabajo asalariado referida a los “campesinos migrantes” o la “vía suiza”, que no produce ni la estratificación ni la polarización, sino una nivelación de la estructura social, que puede sustituir el conflicto social en la definición de los procesos de desarrollo.
Esta idea es tomada de John Casparis (1982), que hace una caracterización de las regiones agrícolas de Suiza, en la que desde el siglo XVI los pastores alpinos emprendían la emigración de larga distancia como vía de subsistencia, por ejemplo, a través del sistema mercenario en Europa, discretamente hacia las plantaciones de café en Brasil o directamente hacia los Estados Unidos. Así que la vía de los campesinos migrantes que sugieren Arrighi y Piselli, (1987), se caracteriza por estar orientada a la subsistencia, regida por normas consuetudinarias particularmente significativas de herencia y matrimonio que fragmentaban las unidades productivas a través de la migración ya sea a breve o a larga distancia, de forma temporal o permanente. De ahí que se pueda hipotizar una vía migrante de desarrollo también para América Latina y el Caribe, que en cierta medida desactiva el conflicto social, única arma a disposición de campesinos y proletarios en su lucha contra la explotación y la periferización.
Desde mediados del siglo XIX, ejemplo de esta vía campesina-migrante de trabajo asalariado habrían sido en sus diversas particularidades los trabajadores del Noreste argentino que buscaban la zafra del azúcar, los que cruzaban el río Bravo para trabajar en el campo estadounidense, las cuadrillas de construcción de ferrocarriles y caminos o las explotaciones mineras o petrolíferas en distintas partes del continente (Bayhaut y Beyhaut (2010 [1965]: 211). Parece que esta situación no ha cambiado en lo que va del siglo XXI, pues de acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo, el envío de remesas hacia América Latina y el Caribe marcó un récord en 2021, alcanzando unos USD 128 mil millones, un 26 por ciento más respecto 2020, y su crecimiento más alto en casi 20 años (BID, 03 mar 2022). Esto sugiere la pertinencia de considerar la categoría analítica de una “vía migrante” basada en el envío de remesas, para comprender las formas dinámicas que adquiere la lucha de clases y la resistencia activa en la coyuntura del desarrollo capitalista en América Latina y el Caribe en el siglo XXI, trasladando la mirada del lugar de trabajo a las fuerzas locales en resistencia, que se organizan y movilizan al interior de las comunidades desmembradas por los procesos migratorios.
Referencias
Arrighi, G. y Piselli, F. (2017 [1987]). Il Capitalismo in un contesto ostile, Faide, lotta di classe, migrazioni nella Calabria tra Otto e Novecento. Donzelli.
Banco Interamericano de Desarrollo [BID] (03 mar 2022). Un nuevo récord para las remesas en América Latina y el Caribe. BID, https://blogs.iadb.org/migracion/es/un-nuevo-record-para-las-remesas-en-america-latina-y-el-caribe/
Beyhaut, Gustavo y Beyhaut, Hélène (2010 [1956]). América Latina de la independencia a la Segunda Guerra Mundial. Siglo XXI.
Casparis, J. (1982). The Swiss Mercenary Sistem: Labor Emigration from the Semi Periphery. Review, 5, 593-642.
Cordero, B. L. (2007). Ser trabajador transnacional: Clase, hegemonía y cultura en un circuito migratorio internacional. BUAP.
Cueva, A. (2017 [1977]). El desarrollo del capitalismo en América Latina, Siglo XXI.
Galeano E. (2018 [1971]). Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI.
Lenin, V. I. (1978 [1908]). El desarrollo del capitalismo en Rusia, el proceso de formación del mercado interior para la gran industria. Akal.
Marini R. M. (1969 [1978]). Subdesarrollo y revolución. Siglo XXI.
Marx, K. (2014 [1867]). El Capital, critica de la economía política I, FCE.
Veltmeyer, H. y Petras J. (2014). El neoextractivismo ¿un modelo posneoliberal de desarrollo o el imperialismo del siglo XXI?, Critica.