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Los dinosaurios «pico de pato» de México

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Siempre que se habla de dinosaurios nos llegan a la mente nombres como Tyrannosaurus, Triceratops, Stegosaurus y Velociraptor. Todos ellos tienen en común en ser animales con grandes garras o tener cuernos o púas prominentes. Estos rasgos los hacen muy populares para el público en general. Los Hadrosaurios u Hadrosauroideos fueron grandes dinosaurios herbívoros que carecían de grandes garras o púas, que alcanzaron tamaños de hasta 15 m de longitud y eran cuadrúpedos facultativos. Se distinguían por poseer un pico ancho en su extremo, similar al de un pato y en algunos poseer una cresta sobre sus cabezas. Fueron los herbívoros dominantes de las comunidades cretácicas del hemisferio norte, aunque también vivieron en América del Sur, Honduras y África.

Los primeros fósiles de estos dinosaurios se conocen desde 1856, cuando Joseph Leidy describió un diente y un puñado de huesos rotos colectados en Montana y en Dakota del Sur. No fue hasta el siguiente año que con un material más completo, proveniente de Nueva Jersey, nombra a Hadrosaurus foulkii, el que da nombre a todo el grupo [1].

Por otro lado, en México se conocen desde 1933, cuando fueron identificados por el geólogo Taliaferro, a partir de un diente y restos postcraneales colectados en Sonora. En recientes años se ha interpretado al material de la localidad Sierra Mojada en Coahuila como perteneciente a un hadrosaurio, el cual fue re-portado siete años antes, en 1926 [2]. Actualmente se conocen que habitaron los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Michoacán y Puebla, con seis especies reconocidas hasta el momento [3], los cuales se mencionarán a continuación.

 

Huehuecanauhtlus tiquichensis es el hadrosaurio más antiguo y el más primitivo de los reportados para México, con una edad de 84 millones de años. Era una animal de talla mediana, de seis metros de longitud, caracterizado por un lomo alto a la altura de su cadera y posiblemente a lo largo de su cola. Fue descubierto en Mayo del 2005 por el doctor Benammi al realizar un estudio geológico de la zona conocida como Barranca de los Bonetes, en Tuzantla, Michoacán. Cuenta el doctor Benammi que observó el primer hueso al corte de la carreta, sin embargo, en un principio se pensó que pertenecía a un gran mamífero del Cenozoico. No obstante, al estudiarlo en los laboratorios de la UNAM, se percataron que pertenecía a un hadrosaurio. A partir de entonces, el doctor Benammi localizó cinco sitios más con restos de dinosaurios. Durante mi licenciatura tuve la oportunidad de limpiarlo y estudiarlo, dándole su nombre en náhuatl en el año del 2012. El individuo adulto presentó dos huesos con lesiones graves, originadas por una amputación de costilla, seguida por una infección y posterior fusión de la costilla y la vértebra adyacente, provocando la obstrucción del nervio que inerva al brazo, un dolor al respirar y posiblemente una disminución de la movilidad. Junto a sus restos había dos dientes de pequeños terópodos (dinosaurios carnívoros), que posiblemente se lo comieron, posterior a su muerte. Otro dato de importancia, es que es de los pocos hadrosaurios que se han encontrado en un antiguo ambiente volcánico.

 

Kritosaurus navajovius era un saurolofino de gran tamaño, de alrededor de nueve a 10 metros de longitud, caracterizado por un gran morro, largo y alto en su extremo posterior y un pico de sus mandíbulas inferiores robusta. Se sabe que habitó lo que hoy es Nuevo México, Texas y Coahuila. Los restos mexicanos fueron descubiertos en 1988 por José López Espinosa, primeramente estudiados por el paleontólogo Kirkland en el 2006, y posteriormente por Prieto-Márquez en el 2013. Sus fósiles representan la parte anterior del hocico, embebida en un bloque que mantiene articulados los huesos craneanos. A ciencia cierta se tiene duda si realmente representa la misma especie de Estados Unidos o una nueva. Además, sus restos pertenecen a un ejemplar de mayor tamaño.

 


Latirhinus uitstlandi es un lambeosaurino caracterizado por presentar huesos de la cadera y de los hombros robustos. Habitó Coahuila alrededor de los 72 millones de años. Sus restos fueron descubiertos en los 1980 por don Ramón López y colectado en 1988 por un equipo de la UNAM, normalistas de Coahuila y familiares de don Ramón. Cuando se expuso por primera vez en el Museo de Geología, se creía que era un Kritosaurus o Gryposaurus, pero no fue hasta el 2012 que se le nombró como una nueva especie de linaje de los hadrosaurios no crestados. No obstante, durante mis estudios de maestría, en el 2012-2013, me percaté que algunos huesos no coincidían con un saurolofino, por ello tarde varios años en reunir la evidencia necesaria que apoyara mi nueva interpretación, la cual fue publicada hasta el 2021. Desde entonces se le reconoce como un lambeosaurino. Cabe destacar que el descubrimiento y posterior exhibición del esqueleto en 1992 ayudó a impulsar los estudios paleontológicos en México.

 

Velafrons coahuilensis es un lambeosaurino de tamaño mediano, de unos seis metros de largo, que poseía una cresta pequeña en forma de media luna que apuntaba hacia delante de los ojos. Fue descubierto en el año del 2002 por René Hernández y maestros normalistas de Coahuila y descrito por Terry Gates en el 2007. Sus restos son de los más completos, representado por un cráneo casi completo y la mayoría del postcráneo. Un rasgo curioso es que el individuo representa un animal juvenil de gran tamaño, lo que sugiere que de adulto sería de mayor tamaño y que posiblemente su cresta cambiaría en cuanto a forma y tamaño.

 

Magnapaulia laticaudus es el lambeosaurino más grande del mundo, alcanzando 12 metros de longitud. Se diferenciaba de los demás por poseer una cola muy ancha, con un lomo alto. Sus restos fueron colectados entre 1968 y 1974 por el equipo de William J. Morris y nombrado en un principio como Lambeosaurus laticaudus en 1981 y posteriormente en el 2012 designado como un nuevo género y especie, dado por Albert Prieto-Márquez. Es el primer dinosaurio identificado para México y del cual se conoce a partir de 26 ejemplares colectados en lo que hoy es Baja California. El gran número de individuos podría sugerir que era un animal gregario.

 

Tlatolophus galorum es un parasaurolofino de ocho metros de longitud que vivió en lo que hoy es Coahuila, hace 72 millones de años. Se caracterizó por la presencia de una cresta en forma de gota o vírgula que recorría más allá de la longitud de su cráneo y que además poseía una larga cola angosta. Fue descubierto en el 2005 por José y Rodolfo López, quienes hasta el 2012 lo reportan al INAH, llegando a las manos de Felisa Aguilar. Posteriormente ella nos contacta para valorar el ejemplar, el cual solo estaban expuestas algunas vértebras de su cola. Al año siguiente se inició la excavación y no fue hasta el 2014 que nos dimos cuenta que teníamos la cabeza más completa de un hadrosaurio. Sus restos indican que era un individuo adulto, de huesos robustos y que presenta una serie de pasajes nasales complejos al interior de su cráneo, apoyando la teoría de que estos animales usaban sus crestas para comunicarse entre ellos.

Posiblemente la forma para que el público se familiarice con ellos, es dando más pláticas y textos divulgativos sobre lo maravillosos que eran estos animales. Es más, es posible que estos seres, al carecer de “armas” posiblemente eran más agresivos que otros dinosaurios herbívoros, hipótesis apoyada por la gran cantidad de lesiones encontradas en sus huesos.

 

 

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Referencias

 

[1] Forster, Catherine A. “Hadrosauridae” en Currie, Philip J. y Padian, Kevin (eds.), Encyclopedia of Dinosaurs, Academic Press 293-299 (1997).

 

[2] Rivera-Sylva, Héctor y Carpenter, Keneth. “The ornithischian dinosaurs of Mexico” en Rivera-Sylva, Héctor et al., (eds.), Dinosaurs and other reptiles from the Mesozoic of Mexico. Indiana University Press, Indiana 156-180 (2014).

 

[3] Ramírez-Velasco, Angel Alejandro. “Phylogenetic and biogeography analysis of Mexican hadrosauroids”. Cretaceous Research 138 (2022): 105267.

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