Una canción popular entre los años 60 y 70 decía “¡qué calor en la ciudad, es imposible de aguantar!, la ropa llega a molestar… las calles llegan a quemar… el viento no quiere soplar”.
A principios de año, el Servicio Meteorológico Nacional pronosticó para el país cuatro posibles olas de calor; tuvimos una en marzo, otra en abril, y para este junio ya tenemos la tercera. Esta última se alargó y alcanzó cerca de 20 días de duración, con valores por encima de los 30 o 40 grados centígrados, o en algunas regiones por encima de 45 grados. Y nos falta la cuarta.
Por supuesto, tener 30°C o más es infrecuente en la ciudad de Puebla, pero no en las ciudades de Mexicali o Hermosillo, tanto que en esos sitios tener 30°C puede considerarse relativamente fresco. Es decir, los umbrales están determinados entonces por lo que la gente acostumbra tener en su región. A las condiciones de temperatura, precipitación, humedad y vientos que suelen repetirse año con año se le llama Clima. A la adaptación de nuestro cuerpo a esas condiciones atmosféricas se le llama aclimatación. Las altas temperaturas que han ocurrido en estos días y la falta de lluvias, tan propias de esta temporada, nos tienen francamente alarmados. Es un tiempo extremoso al que no estamos acostumbrados ni aclimatados.
Se habrán enterado que en este mes de junio se posó sobre nuestro país un sistema de alta presión el cual formó una especie de domo que bloqueó la circulación de los vientos, lo que provocó ausencia de nubosidad y escasez de lluvia, de tal manera que el calor se quedó atrapado sobre nuestro territorio. A futuro, los cambios previstos en la intensidad y la frecuencia de las temperaturas elevadas extremas no son alentadores. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés1) señala que, en la actualidad, con un planeta que ya está 1.1°C más caliente, por cada evento de temperatura extrema que ocurrió cada 10 años durante el periodo 1850 a 1900, en el presente esos episodios son 2.8 veces más frecuentes y 1.2°C más intensos. Si la temperatura global aumentara 1.5°C, uno de estos eventos puede ocurrir cuatro veces más, con casi dos grados más de intensidad. Si el planeta se calentara 4°C, esos eventos serían nueve veces más probables, y 5°C más calientes.
Por si fuera poco, además de las altas temperaturas que ya se están registrando (que por su duración de más de tres días se denomina ola de calor), hay que agregar el efecto térmico propio de las ciudades. En las urbes, el uso de suelo está enfocado a la construcción de casas y edificios, calles pavimentadas con materiales impermeables y absorbedores de calor, con una ventilación reducida y, de manera muy importante, de una drástica reducción de la vegetación y cuerpos de agua. Esta condición promueve un mayor calentamiento del aire respecto a las zonas rurales adyacentes. A este fenómeno de burbuja de aire tibio se le conoce como “isla de calor urbana”. En ocasiones se forma un “archipiélago de calor” según el tamaño de la ciudad y las características del suelo. Juntas, la ola de calor y la isla de calor urbana, inciden fuertemente en el malestar térmico de la población.
Hay factores ambientales y sociales que hacen inaguantables las altas temperaturas. La sensación de calor cambia según las condiciones de la humedad y la presencia o ausencia de los vientos. También importa la vestimenta, la edad, las actividades que tengamos que realizar al aire libre en las horas de mayor insolación (con calles pavimentadas y radiación de las paredes), entre otros.
Ahora, para saber si nuestra salud está en riesgo, se utilizan índices bioclimáticos que permiten describir qué sensación térmica tenemos, en este caso, ante una ola de calor (y si vives en una ciudad, agregando el efecto de la isla de calor). Estos índices son aproximaciones de qué tan caliente o frío se siente el aire en el cuerpo humano. No sólo depende de la temperatura del aire sino también de la humedad atmosférica y del viento. De natural, ante altas temperaturas, las personas sudan; ese sudor, al evaporarse, nos sirve para regular nuestra temperatura, para refrescarnos. Pero si la humedad en el ambiente es alta, lo que sentimos es “bochorno” porque el sudor no puede evaporarse y se queda pegado en nuestra piel. Por ejemplo, si la temperatura del aire es de 30°C y la humedad (relativa, medida en por ciento) es de 100 por ciento, nuestra sensación térmica será alrededor de 37°C. Sí, siete grados más alta. Así, si el ambiente ya está saturado de humedad, nuestro sudor entonces no nos sirve de mucho para bajar la temperatura corporal.
El viento también juega un papel en la sensación térmica del calor, pues sentimos que refresca. En contraste, para el caso de la sensación térmica de frío, la intensidad del viento (más que la humedad) es el factor más importante que se debe considerar. El índice para frío (el Wind chill) incluye la velocidad del viento en los pronósticos durante el invierno en Estados Unidos y Canadá, con lo cual la población queda advertida de los riesgos de exponerse al aire libre y con ello poder evitar enfriamientos graves.
Para saber las condiciones que prevalecen y se proyectan en los próximos días para la ciudad de Puebla, tanto de temperatura como de humedad relativa y viento, se puede consultar la página de pronósticos meteorológicos y las gráficas (llamados meteogramas; https://pronosticos.atmosfera.unam.mx/operativo/index.php/meteogramas/pue-meteo) del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.
Pero ¿qué podemos hacer los ciudadanos ante las olas de calor? Durante la pandemia aprendimos algunas cosas que ahora son útiles: ventilar nuestros hogares y centros de trabajo; para quien pueda, trabajar en casa en lugar de subirse al coche o el transporte público, y tener más cuidado con los niños y las personas de la tercera edad. Estos dos grupos tienden a padecer con mayor frecuencia los llamados golpes de calor, que es cuando su temperatura corporal puede alcanzar hasta los 40°C si están expuestos a altas temperaturas y se deshidratan rápidamente. En particular, los adultos mayores pierden la sensación de sed, aunque parezca sorprendente. Por ello, si el lector recuerda la canción con que se inició este artículo, entonces se tiene que programar para que durante el día beba agua continuamente, aunque piense que no tiene sed.
Ante el incremento observado de las olas de calor en las ciudades, el IPCC2 considera que es fundamental aumentar los espacios verdes y azules (fuentes, por ejemplo), impulsar la agricultura urbana y establecer redes de seguridad social para la gestión de desastres (que incluirían también posibles inundaciones).
Más en detalle, la organización C40 (https://www.c40.org/), una red global de alcaldes de las principales ciudades del mundo que están unidos en acción para enfrentar la crisis climática, dan seguimiento y apoyan las acciones para reducir su vulnerabilidad ante el cambio climático actual (que incluye mayor número y más intensas olas de calor) y ante el cambio climático futuro (cuando se proyecta que se acelerará la tendencia actual3).
En la Ciudad de Puebla se están acelerado las acciones para la recuperación y mantenimiento de las áreas verdes, lo que seguramente redunda en el bienestar de sus habitantes.
Hay una iniciativa interesante que ya se ha aplicado en la Ciudad de México y en ciudades europeas y norteamericanas, y que se podría impulsar en la Ciudad de Puebla. Se trata de establecer lo que se llaman parques públicos de bolsillo (PPB). Ya existen 26 de esos parques en CDMX (Alvarado, 20164), que abarcan superficies entre 100 a 400 m2. Se establecen en porciones de la ciudad en lo que podría denominarse espacios muertos, que se diseñan en beneficio de una comunidad inmediata. Esta puede estar compuesta por vecinos de la tercera edad, mujeres que van y vienen de su casa a la escuela, al mercado, etcétera. Por niños que pueden jugar con más seguridad que en el arroyo vehicular o en las banquetas. Pueden beneficiarse también trabajadores como choferes, de limpia o informales. Estos pequeños parques sirven además para propiciar la cohesión vecinal, en un ambiente más seguro.
En un proyecto en curso5, impulsado por la BUAP (Departamento de Investigaciones Arquitectónicas y Urbanísticas, DIAU BUAP), la Universidad Veracruzana, El Colegio de México y la UNAM (que da el financiamiento), se están analizando los sitios de la ciudad de Puebla donde sería posible establecer algún PPB. Es fundamental para ese proyecto estudiar las condiciones de temperatura, humedad y viento antes de la instalación de un parque de bolsillo, y analizar los beneficios que este podría aportar después de instalado. Se cuentan ya con los instrumentos para hacer estas mediciones. Además, pretendemos estudiar las condiciones de temperatura, presión, oxigenación de las personas posibles usuarias del PPB, centrándonos en los más vulnerables a los golpes de calor (niños, adultos mayores, embarazadas, trabajadores expuestos por varias horas al trabajo en la calle).
Para el éxito del proyecto, además del equipo de investigación multidisciplinario, requerimos de la aceptación y participación activa de las autoridades municipales, de las organizaciones de la sociedad civil (como el Laboratorio Urbano, con quienes ya colaboramos), así como de los vecinos posibles beneficiarios. Son proyectos difíciles de desarrollar, pero que se vuelven cada vez más necesarios ante los graves retos que nos plantea el cambio climático que ya estamos observando, y el que se proyecta a futuro.
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1 https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WG1_SPM_Spanish.pdf
2 https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/downloads/outreach/IPCC_AR6_WGII_FactSheet_HumanSettlements.pdf
3 https://www.c40.org/what-we-do/scaling-up-climate-action/adaptation-water/the-future-we-dont-want/heat-extremes/
4 Alvarado D., (2016) Parques públicos de bolsillo en la Ciudad de México ¿Alternativas sostenibles para el rescate de espacios vacíos?, UAM, CAD. 16: 131-151.
5 Agradecimientos: PAPIIT UNAM IN107123. Análisis del bioclima urbano y de las posibles acciones de adaptación ante los cambios observados y proyectados en la ciudad de Puebla. C. Conde y E. Luyando (responsables).