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Territorios minados

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Soñar mejores condiciones de vida y de trabajo y emigrar para lograrlo no es siempre realizable, muchos mueren en el intento; otros, sobrevivientes, arriban al paraíso con daños físicos y emocionales y son secularmente criminalizados en los países de acogida, muy pocos logran regularizar su estatus migratorio e incorporarse en plenitud de derechos.

La Organización Internacional para las Migraciones estima en casi seis mil los migrantes muertos y desaparecidos anualmente en el mundo entre 2014 y septiembre de 2023, una de cada 12 de esas tragedias sucedió en la frontera de México con Estados Unidos. Buena parte del flujo migratorio, quizá la mayor parte de él se da por causes no reglamentarios y no siempre en las mejores condiciones sanitarias y de seguridad, y afloran, en esos casos, las muertes por ahogamiento; por la exposición a condiciones ambientales extremas; carencia de albergues, alimentos y agua; accidentes de vehículos y violencia. La mayoría de esas muertes pueden evitarse con libertad de tránsito y la emisión de visas de trabajo en función de los requerimientos del proceso de reproducción material de la vida y de los bienes y servicios.

La frontera norte de México es de las más transitadas del mundo, en el último decenio promedio 39 millones de cruces peatonales al año, 83 por ciento de estos fueron por las entidades de California y Texas. Además de este tipo de cruces, hay otros que se dan en forma no regulada y desconocemos con precisión su cuantía, sabemos que algunos son detenidos en el borde por la policía migratoria de Estados Unidos (quizá 250 mil al año), otro tanto es de migrantes temporales; otro tanto es retenido en México, no logra llegar a nuestra frontera norte, y otro tanto cruza y reside en aquel país. En el último decenio, según la organización mencionada, los muertos y desaparecidos en la frontera norte de México fueron 4 mil 683, del 60 por ciento de ellos se desconoce su nacionalidad; de las conocidas, 42 por ciento son mexicanos, 57 por ciento residían en países del Caribe, Centroamérica y Sudamérica y 1 por ciento eran de Asia, Europa y África.

En su largo peregrinar, los migrantes son rechazados por las poblaciones nativas, extorsionados por el crimen organizado y las diferentes policías locales y estatales, criminalizados y discriminados por la sociedad y, en nuestro caso, conminados a residir en México donde les ofrecemos condiciones de vida y de trabajo de mayor precariedad a las que prevalecen en sus lugares de origen. Ellos creen que sus esperanzas pueden concretarse cruzando el Río Bravo, donde residen ya sus amistades y familiares, buscan también la reunificación con los suyos y entre sus semejantes, lograr sus sueños; somos territorio de paso, no de destino. Un libre tránsito de personas, como ya está reglamentado para mercancías y capital, puede ser simiente para una integración de y entre humanos.

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