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A 60 años de la Facultad de Economía de la BUAP

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24 de febrero 2025

 

No recuerdo en qué mes inicié, pero durante los años de 1975 y 76 me tocó, por indicaciones partidarias, hacerme cargo de la Coordinación de la Escuela de Economía de la UAP. La universidad estaba pasando por un periodo de mucha efervescencia política. Nuestra escuela era un baluarte de la enseñanza crítica, democrática y popular, y el objetivo principal era mantenerla trabajando en la docencia; se trataba de la sobrevivencia de la institución frente al acecho de la derecha.

Para dar una idea de las condiciones en que se trabajó en ese periodo se van a exponer tres áreas de actividad que tuvimos que afrontar para mantener el buen funcionamiento institucional: la dificultad para cubrir la planta de profesores; las adversas condiciones financieras que enfrentaba la UAP y las violentas arremetidas físicas de que era objeto la universidad.

Conseguir profesores para cubrir todos los cursos del programa de estudios era el objetivo principal. Yo mismo había sido contratado para dar cursos de economía política, que era un área nueva y en la que no había profesores. Digamos que lo más sobresaliente en ese periodo fue mantener la disciplina docente. A veces se contrataban profesores que no eran especialistas, pero algo sabían del tema. Por ejemplo, se incorporaban profesores de matemáticas que no sabían economía, y no se especializaban en matemáticas para economistas. También se traía a profesores de la Ciudad de México que como viajaban para dar su clase se retrasaban o de plano no llegaban. Subsanar todas esas irregularidades para afianzar la disciplina fue el objetivo más importante.

Con ese propósito y con el afán de mantener una política de solidaridad con los exiliados de Centro y Sudamérica, se mantuvo una permanente incorporación de profesionistas de Chile, Argentina, Brasil, Nicaragua, etcétera.

A la universidad la trataron de ahogar financieramente; yo mismo no tenía un sueldo como coordinador y cuando llegaban las quincenas con sus cheques, después de largas filas para entrar al banco y cobrar, a veces se encontraba uno con que ya se había acabado el dinero. Esto también se reflejaba en el presupuesto que manejábamos en la escuela; este era en verdad nimio y solo alcanzaba para cubrir las necesidades básicas de utensilios para limpieza y docencia.

Un evento que merece ser recordado para dar una idea del acoso a que estaba sometida la UAP en esos tiempos es el que se refiere a un estudiante de la Escuela de Economía que estaba elaborando sus tesis y que tenía dificultades para avanzar. Era un líder que encabezaba la oposición. El rector Luis Rivera Terrazas me mandó llamar para preguntarme por el caso. Le platiqué y me dijo, textual: “Al enemigo puente de plata”. Así que dada esa instrucción, hicimos lo posible por acelerar su proceso sin demeritar los requisitos de una tesis. Ya graduado, este exestudiante formó parte del grupo que, con armas (a sangre y fuego: más de 10 heridos y un muerto, así como personas secuestradas), en abril de 1976 tomó el edificio Carolino reclamando la renuncia del rector. Una semana después este grupo abandonó el edificio sin que las autoridades del gobierno estatal o federal aprehendieran a nadie.

Lo importante en mi gestión fue siempre mantener en funcionamiento y tratando de mejorar el nivel académico a la Escuela de Economía, mientras se libraban serios conflictos en los ámbitos financieros, políticos y a veces hasta físicos, con el fin de proseguir con el proyecto general de la UAP.

       Cuando opté por dejar la coordinación, me entrevisté por última vez con el rector Rivera Terrazas y al informarle de mi decisión me dijo: “No se vaya, licenciado, apenas vamos a empezar a cosechar”. En este sentido, pienso que mi gestión dio frutos positivos, pues la Escuela de Economía tenía rumbo y dinámica.

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