Leonardo de Pisa, mejor conocido como Fibonacci, es uno de los personajes más conocidos dentro de las matemáticas. Italiano nacido en Pisa alrededor de 1175, fue hijo de un mercader-diplomático quien viajaba sin descanso en representación de la República de Pisa. Gracias a esto, Fibonacci pudo estar en contacto con comerciantes de la cuenca del Mediterráneo, quienes eran portadores de grandes conocimientos en matemáticas. A lo largo de los viajes Fibonacci logró aplicar su talento para sintetizar muchos de estos conocimientos, llevándolo a convertirse en uno de los matemáticos más famosos de su época.
En 1202 publicó su primer libro titulado, Liber Abaci o libro del ábaco. En el libro describía las reglas básicas para sumar, restar, multiplicar y dividir, similar a como lo hacemos hoy en día, sin embargo, y a pesar de la simplicidad de las cosas, en el libro se observa la complejidad para entender muchos de sus razonamientos de los problemas de cálculo.
Unos simples conejos fueron uno de estos problemas que dieron origen a la tan conocida sucesión de Fibonacci. Dicho problema fue el siguiente:
“Una pareja de conejos tarda un mes en alcanzar la edad fértil, a partir de ese momento cada mes engendra una pareja de conejos, que a su vez, tras ser fértiles engendrarán cada mes una pareja de conejos. La pregunta es la siguiente: ¿Cuántos conejos habrá al cabo de un determinado número de meses? ”
No pretendemos decir que con esto Fibonacci trataba de entender cómo crecen las poblaciones de conejos, que en algunos ecosistemas llegan a convertirse en plagas. Lo que sí es un hecho es que Fibonacci con esto quería que los lectores de su libro pudieran ejercitarse en el uso de sus algoritmos de su nueva aritmética.
Pero y ¿qué es la sucesión de Fibonacci? Es la sucesión de números, que cualquiera de ellos es igual a la suma de los dos números anteriores (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55…). No solo el problema de los conejos llevó a explicar esta sucesión, hoy en día se sabe que los números de Fibonacci están presentes en la naturaleza; viéndolos desde un punto de vista geométrico, se encuentran en la morfología de muchos seres vivos.
Otro ejemplo de esta sucesión son los Nautilus, un tipo de molusco marino; su concha posee diversas cámaras que siguen un espiral de manera que su radio aumenta por cada vuelta completa. Este espiral que resulta se le llama “Espiral de Fibonacci” el cual curiosamente lo presentan las conchas de algunos caracoles marinos. Los cuernos de algunas cabras tienen una forma similar y en las telas de algunas arañas, así también la podemos observar en la estructura de la distribución de las semillas de las plantas, en la disposición de las espinas de los cactus y en las flores, unos claros ejemplos de estas últimas, son los girasoles en donde podemos ver que sus pipas o semillas siguen una distribución ordenada, formando líneas espirales que parten de la zona central y se abren hacia afuera, además de que en otras plantas con flores el número de pétalos resulta ser un número de Fibonacci.
Son tantos los ejemplos en la naturaleza en donde aparecen constantemente los números de Fibonacci, no obstante, todo esto y en muchos casos quizás sea producto de la casualidad, sin embargo, no olvidemos que las matemáticas son el lenguaje en el que están escritas las leyes de la naturaleza.