La investigación del espacio ha generado una gran cantidad de inventos y descubrimientos que envuelven nuestra cotidiana existencia en algo deslumbrante; sin embargo, las imágenes que constantemente recibimos de los astronautas sonrientes y en un estado de placidez, se alejan de la realidad más allá de lo que podamos imaginar.
En primer lugar, la aceleración de los cohetes al despegar es tan alta que no podría soportarse de pie, hasta el grado de poder sufrir fracturas en las vértebras. Por eso al tripular las naves espaciales, los astronautas despegan en una posición “semi-acostada”. Esto condiciona una serie de sensaciones nada placenteras. Después de la brusca elevación, al cruzar la atmósfera terrestre, llega una desaceleración y el estado denominado gravedad cero, con un proceso de adaptación que dura entre cuatro y cinco semanas, tiempo durante el cual, se experimenta una pesadez de la cabeza que se ha descrito como si se “estuviese colgado de los pies”. Hay un estado de flotación, en el que los sentidos se desorientan.
Cuando estamos sujetos a la fuerza de gravedad de la Tierra, los líquidos tienden a acumularse en la parte baja de nuestro organismo, pero en el espacio, el bombeo del corazón rompe el equilibrio provocando una congestión en la parte superior induciendo un incremento en la producción de orina; mínimo movimiento de los intestinos sin defecación y una pérdida del reflejo de la sed, lo que genera una deshidratación por la misma generación abundante de excreción urinaria.
Como el corazón debe distribuir la sangre en una forma distinta, se altera el volumen de sangre que se expulsa en cada latido, provocando un aumento en la frecuencia y en la presión, expresado en un mayor esfuerzo cardiaco que muy gradualmente tenderá a la estabilización, en no menos de cuatro semanas. También el aparato respiratorio sufre y aunque la acumulación de líquido podría congestionar los pulmones y el tórax, la adaptación se da en un periodo más breve que en el cardiovascular, aunque cambian los tonos de la voz y se condiciona una inflamación de la nariz y de la garganta.
Hay mareos, náuseas, vómitos, falta de apetito, malestar estomacal e intestinal. Posteriormente se va desarrollando una debilidad progresiva con sueño, confusión y pérdida de la noción del tiempo y del espacio. Por fortuna, en relativamente poco tiempo, estos estados de inhibición se transforman en una sensación de bienestar y tranquilidad.
Hablando en términos del movimiento, la falta de gravedad disminuye la tensión muscular y ósea. Se pierde masa y lógicamente fuerza, por lo que la eficiencia motora cambia. Como esto es progresivo, los astronautas deben hacer ejercicio constante, aunque esto es insuficiente y si bien, una vez que se retorna a la Tierra los cambios se revierten, son necesarios varios meses para volver a la normalidad.
Con respecto a la visión, el incremento en los fluidos acumulados en la cabeza provoca un leve aumento de la presión intraocular, generando una visión borrosa; pero en poco tiempo esta sensación se torna pasajera y se agudiza el sentido de la vista, percibiendo hasta los más pequeños detalles. Es por esta serie de razones por las que se considera que es el ojo, el órgano de los sentidos que se encuentra menos afectado por el estado de falta de gravedad.
La buena salud es determinante en los individuos que hacen viajes espaciales, lo que implica un constante monitoreo orgánico, psicológico y social, que dura toda la vida pues es necesario interpretar cuáles son las consecuencias de cada uno de los fenómenos adaptativos de un organismo cuando se somete a los bruscos y profundos cambios de un viaje fuera de la atmósfera terrestre.
Con la opción de viajar en los transbordadores espaciales, la demanda en el estado de salud hablando en términos estrictamente físicos, ya no es tan exigente para los nuevos cosmonautas, pues en este tipo de vuelos, ya no hay tanta demanda corporal, lo que abre las puertas a las posibilidades de efectuar una variedad de viajes que podrían considerarse como turismo espacial. En pocas palabras, no se necesita ser un atleta. Pero por otro lado, considerando los problemas circulatorios y la congestión sanguínea que se da en la adaptación sin gravedad, una persona sin piernas, tendría menos problemas en sentirse cómoda pues el corazón ya se encuentra adaptado a un bombeo menos demandante por la falta de extremidades inferiores.
Por último, el alejamiento de los seres humanos prácticamente de todos los seres humanos (valga la redundancia), circunscribiendo las relaciones solamente en el ámbito de los compañeros de viaje, se convierte en algo extremadamente complicado. El entorno es algo antinatural, provocando cambios en los estados de ánimo que son diametralmente opuestos, como la excitación más vivaz o el aburrimiento y la fatiga.
Muchas cosas pueden llegar a imaginarse tomando en consideración los viajes al espacio, pero la realidad es distinta a lo que se percibe a simple vista. La probabilidad de hacer travesías extraterrestres es efectivamente muy alta, aunque también dependerá de un desarrollo tecnológico mayor al actual y sobre todo, más conocimiento de nuestros procesos adaptativos y de funcionamiento que los que tenemos en el presente.