En un sitio arqueológico ubicado al oeste de la India llamado Balathal, se descubrió la ocupación ancestral por grupos humanos que han sido clasificados antropológicamente dentro de un periodo llamado calcolítico, denominado también edad del cobre. Con trabajos de excavaciones iniciados desde el año 1994, cobró una relevancia especial para la medicina con el hallazgo de un cráneo que exhibe lesiones compatibles con Lepra y que fue enterrado entre cenizas, hace más o menos 4 mil o 4 mil 500 años.
Conocer estos aspectos es fascinante pues nos permite imaginar en el tiempo, qué sucedía a los hombres y mujeres que nos precedieron, en qué medida se enfermaban y de qué causas morían, cómo debieron haber cultivado ciertos hábitos y de qué forma, su adaptación fue conformando lo que nosotros somos ahora.
Si el cambio de la prehistoria a la historia se generó por la invención de la escritura, pues los conocimientos dejaron de transmitirse por medio del lenguaje para poder acumularse tomando conceptos que podían permanecer inalterados con el paso del tiempo, no habiendo documentos a nuestra disposición para poder definir el desarrollo de la historia, la fuente de información determinante para saber lo que sucedió solamente puede provenir del estudio cuidadoso de los elementos que han resistido el efecto del tiempo y comprenderemos que los esqueletos constituyen un verdadero tesoro de la humanidad. Pero los huesos se deterioran bajo la presión del medio ambiente y el inexorable efecto del tiempo. Surge entonces una actividad deductiva que debe emplear todas y cada una de las cualidades humanas hablando en términos de sensibilidad, inteligencia, comprensión y talento que podamos imaginar, lo que nos lleva a la palabra paleontología y el fascinante trabajo del paleontólogo, quien teniendo frente a sí fragmentos de restos óseos, debe llegar a conclusiones como si se llevasen a cabo verdaderos viajes en el tiempo.
En el transcurso de los últimos 100 años, se han encontrado muchos huesos humanos fósiles en los que se pueden observar y deducir antecedentes de enfermedades. Por ejemplo, en el cráneo del hombre de Neanderthal de Gibraltar, se ven dientes con caries. Aunque en la época actual se considera que el consumo inmoderado de azúcar representa el principal factor de riesgo para que las muelas se piquen, estos antecedentes del pasado Paleolítico, nos muestran que la enfermedad dental no es necesariamente una enfermedad de la civilización y el consumo de alimentos procesados. Las caries nos han acompañado desde siempre.
Otros problemas de salud que se pueden deducir con cierta facilidad son los accidentes, al observar fracturas y dislocaciones. Pero resulta sorprendente que el hombre Neanderthal de Chapelle-Aux-Saints, padeció una osteoartritis importante de la región cervical en la columna vertebral.
Venus es la diosa del amor y las representaciones artísticas de este ser mitológico son particularmente hermosas, resaltando las partes anatómicas femeninas más atractivas. Pero las estatuillas primitivas de las venus prehistóricas representan a mujeres exageradamente obesas. Las razones por las cuales se rindió culto al sobrepeso seguramente obedecieron a que las personas con menor cantidad de grasa corporal, tenían menos probabilidades de sobrevivir ante una condición de escasez de alimentos, contrariamente a las rollizas. Sin embargo, evidentemente la observación de estas imágenes nos lleva de inmediato a pensar en la obesidad mórbida, es decir el sobrepeso enfermizo que predispone indudablemente a una gran cantidad de problemas de salud que debieron haber padecido los hombres y mujeres de la prehistoria.
Surge una deducción con una lógica bastante clara. La acumulación excesiva de grasa corporal debe relacionarse con el sedentarismo. Durante el Neolítico se inventó la agricultura, cambiando del ser nómadas, es decir migrantes desde lugares a donde se habían terminado los recursos, hacia aquellos sitios donde se encontraban con facilidad.
Los cultivos y la incipiente ganadería seguramente provocaron dos conductas caracterizadas por la inactividad y el hacinamiento durante periodos más prolongados. El hecho de que no podamos dejar de respirar condiciona que la primera causa de enfermedad aun ahora, sea la enfermedad respiratoria, que identificamos como catarros ubicados en vías aéreas superiores o neumonías, que tienen una evolución particularmente grave. En esa época en la que no existían antibióticos debieron haberse estimulado epidemias de un carácter fulminante en amplios grupos poblacionales.
Por otro lado, los fogones en cuevas o lugares cerrados es seguro que indujeron problemas irritativos como sinusitis o incluso enfermedad asmática que debió haber sido altamente mortal.
Los esqueletos prehistóricos también muestran enfermedades alimenticias como las provocadas ante la carencia de ciertos nutrientes (escorbuto por falta de vitamina C, anemia por deficiencia de Hierro, o raquitismo por carencia de vitamina D).
La lista de enfermedades podría continuar con tumores, abscesos, infecciones, problemas degenerativos y un indefinido etcétera que solamente los especialistas podrían aclarar. Pero lo importante de todo esto gira en torno a establecer parámetros de comparación para analizar cómo nos encontramos actualmente hablando en términos de salud.
Lo más lógico es imaginar que estamos mejor que nunca, sin embargo, aunque parezca increíble, en pleno siglo XXI aún tenemos lepra y tuberculosis. Hay caries. Problemas nutricionales con una obesidad sorprendentemente frecuente y malnutrición en adolescentes bulímicas.
Llegando a los 50 años comenzamos a padecer la temible osteoartritis; los accidentes constituyen un grave problema de salud pública y si bien ya no intoxicamos nuestros pulmones con el humo de fogones, hay que preguntarnos en qué medida la contaminación que generamos nos afecta a nivel de nuestro aparato respiratorio.
Viendo todo esto, seguimos siendo seres humanos a pesar del tiempo y no dejamos de compartir padecimientos comunes, con algunas variantes en efecto; sin embargo, coincidiendo en lo básico y elemental.
Es realmente imposible saber qué métodos de curación pudieron haber establecido los hombres prehistóricos para mejorar estas condiciones, aunque podemos imaginar que las creencias mágicas y religiosas debieron haber marcado la pauta para enfrentar las enfermedades. Curiosamente en nuestros tiempos, esto sucede también y aunque contamos con el método científico y un alto nivel tecnológico, es muy probable que sigamos siendo parecidos. La revisión de la paleontología es más útil de lo que podamos imaginar y debemos tomarla como guía para analizar nuestro papel en el mundo, por supuesto estableciendo niveles de conciencia, para mejorar a nivel colectivo e individual.