En el ámbito de la alfabetización de adultos existen visiones diversas acerca de qué significa enseñar a leer y escribir y sobre cómo se desarrolla este proceso. De esta visión se desprenden prácticas diferentes en los programas de alfabetización para jóvenes y adultos.
Existen aún proyectos de alfabetización que operan bajo la lógica homogeneizante de la enseñanza, es decir, aquella en la que el asesor o alfabetizador supone que los alfabetizandos no saben, que todos tienen que aprender lo mismo y de la misma manera. Los programas gubernamentales realizan exámenes iniciales a los educandos para ubicarlos en el nivel correspondiente dentro de su ruta curricular; sin embargo, este tipo de instrumentos normalmente están dirigidos a medir el dominio o a acreditar niveles para agilizar el trámite de la certificación.
Sin embargo, hay un planteamiento distinto entre quienes consideramos que la experiencia de alfabetización de adultos constantemente nos reta y provoca a aprender y repensar nuestras prácticas en distintos sentidos, uno de ellos tiene que ver con promover procesos de aprendizaje a partir de lo que los alfabetizandos saben pero también de lo que suponen, conciben o creen respecto a la lectura y escritura.
Las personas analfabetas saben y conocen, aunque no siempre se les reconozca, cosas sobre la lengua escrita, ya que, aunque no puedan leer y escribir, la interacción social del día a día provoca encuentros con situaciones en las que la lectura y escritura son prácticas y en las que interactúan con personas que de diversos modos utilizan las letras. Así, entre no saber y saber leer y escribir, hay varios momentos.
Las investigaciones de la pedagoga argentina Emilia Ferreiro acerca de los procesos de adquisición de la lectura y la escritura, aunadas a la práctica y experiencia del CUPS, nos han permitido conformar una estrategia propia para conocer las conceptualizaciones y niveles de dominio de la lectura y escritura de los alfabetizandos y nos han dado oportunidad de establecer las características que se van presentando en estas conceptualizaciones para el caso específico de los adultos; este discernimiento nos ha sido de mucha utilidad porque permite que los alfabetizadores enseñen a partir de las características particulares de los alfabetizandos y guíen el proceso de alfabetización según lo que cada cual requiere o le interesa aprender; también es importante en la medida en que permite observar el tránsito de los alfabetizandos por los diferentes momentos del proceso, el desarrollo de habilidades específicas de lectura y escritura así como identificar dificultades de aprendizaje.
Un grupo de alfabetización regularmente es heterogéneo. Puede estar conformado por hombres y mujeres de distintas edades, cada uno de ellos y ellas tendrán experiencias de aprendizaje (formales y no formales) particulares, motivos e intereses de aprendizaje singulares, etcétera.
Para que los alfabetizadores puedan adaptarse a estas particularidades deben ser muy observadores e involucrarse con el grupo para conocerlo, ser sensibles para percibir sus características y valorar los avances particulares y colectivos. Por medio de una actividad en la que el alfabetizador anima a los alfabetizandos a intentar leer y escribir, podemos hacer una primera aproximación de en qué nivel o momento de conceptualización y dominio de la lengua escrita se encuentran.
Principales momentos por los que transitan
Momento A. Los alfabetizandos saben, aunque no puedan leer y escribir, que las letras son un sistema de símbolos con los que podemos representar la realidad de forma figurativa y comunicarnos. Esta concepción simbólica de la lengua escrita provoca varias hipótesis que los alfabetizandos formulan, prueban y replantean en sus intentos de escritura, así puede darse el caso de un alfabetizando que para escribir la palabra casa trace una sola letra y que otro trace la mayor cantidad posible; a veces los alfabetizandos cuentan con un cierto repertorio de letras conocidas y éstas son usadas alternativamente cuando escriben palabras o ideas ya que aún no han desarrollado la conciencia fonológica.
Momento B. Los alfabetizandos empiezan a establecer la relación entre sonido y grafía. Se orientan más por cómo suena la palabra, distinguen que una palabra se puede segmentar y la escriben en función de eso, poniendo a prueba la hipótesis silábica de la escritura. La reflexión lingüística que comienza permite que los alfabetizandos escuchen ciertas palabras y que encuentre otras que empiecen o terminen con el mismo sonido, así, poco a poco van echando mano de la concepción fonética de la escritura que se irá desarrollando paulatinamente.
Momento C. Conforme se enfrentan a la lectura y escritura, los alfabetizandos van estableciendo más plenamente la correspondencia entre las letras del alfabeto y sus sonidos. Se empieza a desarrollar la conciencia alfabética y los alfabetizandos saben que todo lo que suena en una palabra o lo que se dice en una idea, debe escribirse.
Además de los niveles o momentos de conceptualización sobre la lengua escrita, los alfabetizandos van abonando al dominio que de la escritura tienen. Esto significa que se tensa la relación entre conocer las letras y usarlas; incorporar elementos formales y convencionales como los signos y reglas ortográficas o marcas en el texto, familiarizarse con la direccionalidad de la escritura, la separación de palabras y un largo etcétera.
Aprender a leer y escribir es un proceso largo y complejo, los alfabetizandos transitan por distintos momentos de este camino planteándose hipótesis sobre la lengua escrita, comprobándolas y replanteándolas; animándose a intentar aunque no dominen por completo el uso de las letras; practicando y experimentando. Conocer esto no solo nos compromete con una acción alfabetizadora más pertinente porque, con esta visión amplia de la alfabetización, no se modifican únicamente los objetivos de enseñanza, también se asume una actitud de acompañar y guiar en el proceso.
Indagar sobre los momentos de aprendizaje y desarrollo que puede implicar la alfabetización ha sido para el CUPS una fuente valiosa de conocimiento e información para desarrollar nuevas estrategias didácticas, materiales o recursos didácticos específicos o planificar actividades con objetivos de enseñanza claros. En suma, se busca que las personas que se animan a aprender a leer y escribir participen en una alfabetización que no los asuma como ignorantes, que parta de sus saberes y provoque la reflexión sobre ellos para transformarlos.