Informalidad e indigencia

Según declaraciones del actual presidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía,en diciembre de 2012 había en México 29.3 millones de personas ocupadas que no tenían acceso al sistema de seguridad social y 16 millones que sí la tenían (El Economista 11/12/12). Si tener una pensión no es garantía de vida digna, como tampoco lo es el trabajar en la formalidad; laborar en el sector informal de la economía es un agravio mayor. Trabajar en la informalidad es, además de inestabilidad y ausencia de regulación laboral, carencia de los servicios de previsión social: sistema de salud, beneficios de la pensión, accidentes de trabajo y discapacidad. Una persona que labora en el sector informal de la economía trabaja 42.7 horas a la semana y la que lo hace en el sector formal, trabaja 39.5 horas; la paga por hora también es diferenciada, $38.40 en el sector formal y $24.80 en el informal. Menos ingresos y menores prestaciones precarizan el salario, ya de por sí derrotado por el alza de los bienes necesarios para la reproducción de los trabajadores.

La economía mexicana ha crecido a tasas anuales menores al tres por ciento durante los dos últimos decenios, si la referencia es a los 12 últimos años, la tasa es apenas de dos por ciento, insuficiente para generar los empleos necesarios para satisfacer la demanda de aquellos que se incorporan al mercado de trabajo. De cinco nuevos empleos generados en los dos últimos sexenios, tres son sin prestaciones sociales y dos sí gozan de ese beneficio. La omisión de la seguridad social no ha significado un incremento real en las remuneraciones, la cual apenas se incrementó en 0.4 por ciento anual entre 2000 y 2012 si el referente es el salario mínimo general y de 0.7 por ciento anual sí lo referido es la remuneración media de la industria de transformación (Felipe Calderón, Sexto Informe de Gobierno. Economía Competitiva). El desempleo abierto en México es crítico e incluye a uno de cada cuatro personas económicamente activas: son ya 6.1 millones las personas en edad laboral que están dispuestas a trabajar pero que ya se cansaron de buscar empleo; 2.5 millones los desocupados que sí buscan empleo, y 3.1 millones los que trabajan sin recibir remuneración. La disminución de la masa salarial se ha traducido en insatisfacción de necesidades básicas (alimentación, educación, salud, comunicaciones y transporte, vivienda y servicios básicos de la vivienda) de la mayoría de la población, lo cual se refleja en mayores niveles de indigencia y pobreza. Con base en la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares 2010, había 52 millones de pobres, de los cuales 21.2 millones no podían satisfacer sus necesidades alimentarias básicas aunque canalizaran para ello todo sus ingresos disponibles; si la referencia es la Comisión Económica para América Latina, los mexicanos que vivían en condiciones de pobreza o indigencia en 2011 eran 55.7 millones (La Jornada, 21/01/13).

Los incrementos del desempleo, de la precariedad salarial, de la inestabilidad laboral y de la indigencia son una constante del mundo globalizado. La Organización Internacional del Trabajo estima que este año habrá 5 millones más de desempleados en el mundo y, si bien nos va, serán sólo 3 millones los desempleados en 2014. Los más afectados son los jóvenes, quienes laboran en la informalidad y en la incertidumbre: 74 millones de ellos no tienen un trabajo fijo y la actual tasa de desempleo mundial para los menores a 30 años es de 12.6 por ciento. En México se observa una situación similar: la tasa de desempleo juvenil es el doble de la tasa general de desempleo y los empleos a los que acceden se ubican en el sector informal.

 

pag-12bEn la entidad poblana el crecimiento del empleo ha sido inferior a la demanda: con base en la Encues-ta Nacional de Ocupación y Empleo creció 1.6 por ciento entre los años 2005 y 2012; si el referente es el Instituto Mexicano del Seguro Social, la tasa de crecimiento fue de 0.7 por ciento para los años 2000-2011. Con base en nuestra propia fuente, el empleo en el municipio de Puebla creció 1 por ciento entre los años 2000-2012, con tres registros negativos (2001, 2005 y 2009). La tasa de desempleo de las mujeres y hombres entre 18 y 29 años, según nuestra propia fuente, es el doble de la tasa general de desempleo de todas las mujeres y hombres respectivamente y la tasa de desempleo de las mujeres es casi dos puntos más alta que la de los hombres. Por cada cinco personas ocupadas, dos son mujeres y tres son hombres. En cuanto a la tasa de participación, por cada 100 mujeres en edad laboral están ocupadas 40 y por cada 100 hombres en edad laboral, están laborando 60.

El año pasado, el promedio las mujeres ocupadas en el municipio de Puebla registraron una edad de 38 años, una escolaridad de 13.4 años, una antigüedad en el empleo de 9.2 años y trabajaron 8.3 horas al día; los hombres ocupados tienen 40 años de edad, una escolaridad promedio de 12.7 años, una antigüedad de 10.8 años y laboraron 8.8 horas al día. Las mujeres desempleadas son medio año de edad mayores que los hombres y su escolaridad es 0.7 años más alta que la de los varones, y en promedio tienen 8.8 meses desempleadas en tanto que los varones lo han estado por 7.1 años. La calificación laboral no garantiza el acceso al mercado de trabajo: 44 por ciento de las mujeres desocupadas y 36 por ciento de los hombres sin trabajo tienen estudios de licenciatura o más. Ser joven, mujer y tener un grado académico es casi sinónimo de desempleada. Las expectativas se han fracturado, por lo menos las juveniles y las de género.

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