Veleidades y erupciones

Foto: Vista nocturna del Vesubio en erupción, tomada de
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erupcin-y-vista-de-iglesia-con-figuras-y-vesubio-al-fondo

Habrá quienes consideren que fue una imprudencia y también aquellos que sientan que fue un acto de generosidad inconmensurable; sin embargo independientemente de las reflexiones a que podamos llegar, es digno mencionar que el 24 de agosto del año 79, Gayo Plinio Cecilio Segundo, mejor conocido como Plinio el viejo, se encontraba en los alrededores de Pompeya, cuando murió intoxicado por las emanaciones del volcán Vesubio que en una erupción sin precedentes, sepultó las comunidades que estaban en los entornos. Los hechos fueron narrados por su sobrino (Plinio el joven, nacido en el año 61 y muerto en el 112), brindando para la posteridad la descripción de una explosión volcánica violenta que al expulsar cenizas que forman una especie de paraguas, se denominan en su honor “plinianas”. Alrededor de 2 mil cadáveres petrificados son mudos testigos de la catástrofe que se dio en esa época. En posiciones forzadas y como si estuviesen llevando a cabo sus actividades cotidianas, resulta impresionante el sólo imaginar lo que pasó.

Plinio el viejo era un naturalista que poseía una capacidad de observación notable. En su máxima obra llamada Naturalis historia tiene partes exageradas co-mo en la que describe la existencia de los Arimaspes, que según él, son hombres salvajes cuyos pies se convierten volteándose en dirección opuesta a la común, que corren a altas velocidades y que en convivencia íntima con animales, vagan por los bosques; o que en Albania hay personas que típicamente en esa región, nacen con los ojos “glauques” (ignoro qué quiso decir con esto), pelo de color blanco como un niño y que ven mejor en las noches que con la luz del día; o los Ohpiogenes que son una especie de seres cuya saliva es remedio contra las picaduras o mordeduras de animales ponzoñosos… Y con una propuesta de remedios a base de bilis de toro, con grasa de cerdo y extractos de plantas, que nos hacen ver a las curaciones caseras de las abuelas como verdaderas delicias, resulta admirable que este incansable viajero hiciera descripciones de enfermedades, plantas, animales y metales en un enciclopédico tratado que es ahora un verdadero hito en la medicina y la biología. Pues resulta que en uno de sus viajes le tocó ver de lejos la erupción del monte Vesubio y considerando que era un fenómeno digno de ser estudiado, se acercó incitado también por el rescate de algunos amigos que se encontraban atrapados en las regiones aledañas al volcán. Intensa caída de ceniza que incluso limitaban la visión, no fueron suficiente motivo de alarma para detener la curiosidad del insigne naturalista y en una de las playas con agua contaminada de residuos sulfurosos, de repente se desplomó al inhalar los vapores venenosos muriendo a los 56 años de edad. Pero hay algo que debe ser recalcado. Pompeya era una ciudad que tenía alrededor de 15 mil habitantes. Si se encontraron más o menos dos mil cuerpos es muy probable que antes de la catástrofe, muchos ciudadanos hayan sido evacuados. Esto se refuerza por la mayor parte de los edificios que se encontraron sin cadáveres.

Si analizamos el sentir de las personas que en la actualidad viven cerca del cráter volcánico en el Popo-catépetl, podríamos trasladarnos en el tiempo e imaginar a los naturales de Pompeya, que por múltiples razones no salieron de sus casas para ponerse a salvo, pese a las múltiples advertencias que debieron haberse dado antes de la siniestra explosión. Las razones por las cuales se dan asentamientos humanos en es-tas zonas de alto riesgo obedecen a la gran cantidad de beneficios que se tienen desde un punto de vista práctico, en esas altitudes. Agua en abundancia y terrenos fértiles resultan atractivos, además de la abundante flora y fauna que siempre son espectaculares. Esto se condimenta con las deidades que incitan innumerables formas de adoración ante imágenes de un carácter especial e imponente. Resulta preocupante que la mayor parte de los habitantes de Puebla no consideren que sea de alto riesgo estar presenciando la intensa actividad volcánica que se está dando en el Popocatépetl a últimas fechas. Si la palabra veleidoso es sinónimo de caprichoso, inconstante, inestable o voluble, constituye un calificativo que se nos puede adjudicar en este momento, pues no se toma en serio lo que puede suceder. La llegada de material incandescente en zonas que están más allá de los 15 kilómetros de distancia del cráter, es poco probable; pero la contaminación del agua, la caída de ceniza, la suspensión de servicios telefónicos o el abastecimiento de luz eléctrica, escasez de alimentos y limitaciones en las comunicaciones son puntos débiles que nos ponen en un alto grado de vulnerabilidad. Formamos una sociedad que lastimosamente deja todo para lo último y así no vamos a poder superar nuestro subdesarrollo. Es urgente elevar el nivel de conciencia y mirar con atención los niveles de alerta que los científicos plantean cotidianamente en los diversos medios de comunicación. Plinio el viejo murió aguijoneado por la curiosidad y a más de dos mil años después, no podemos nosotros padecer calamidades, por la pusilanimidad y la indiferencia colectivas.

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