De chica quería ser puta

«Los que hemos vivido en un edificio de apartamentos, queramos o no, nos enteramos de las ideas revolucionarias o conservadoras, fiestas, pleitos, amores y desamores de los vecinos. Y aunque nos dé pena asomarnos por la ventana, asistimos clandestinamente a las fiestas de al lado. Pero en su nuevo departamento, ella no debería partir a las 5 de la mañana para el trabajo, ni sentiría miedo de ser violada al cruzar el puente entre uno o varios drogadictos. Aborrecía vivir en el antiguo departamento pero aún no tenía dinero para cambiarse al actual. Su nuevo departamento era un lugar regio.

¿Quiénes eran sus vecinas?

***La abogada, dueña del apartamento, dicen que fuma mariguana y vive con un chavo que podría ser su hijo. “Esta noche le tengo una envidia encabronada ¿Por qué no soy yo… la que grita de placer esta noche?”

Una noche se oyeron gritos, golpes, azotes de puerta; hasta que ella le gritó

—Por fin lo hiciste, me pegaste.

—¡Sí, porque ya me tienes harto!, ¡ya sé que éste es tu departamento!, ¡Ya sé que soy un inútil!. Me largo de aquí.

Me contó el conserje que la pareja de la licenciada se había ido. Esto lo pude comprobar porque los calzones del joven ya aparecían colgados, a diario, en la ventana del baño de la licenciada. “Cuando alguien se va, lo único que se puede hacer es permanecer de pie y mirar cómo la silueta del otro se empequeñece”.

Días después, encontré a Isolda, su hija, llorando fuera de su departamento. Me platicó parte de su vida y me “quedé pasmada, la muchachita que me contó todo eso es casi una niña. No debe tener más de 15 años. Ni siquiera está desarrollada. ¿Qué decirle…?.

***Blanca es fumadora, se siente aristócrata, cree que tiene un cuerpazo (que no tiene) y conoce todos los chismes del edificio. Ah y sabe inyectar, lo que es muy importante cuando una está enferma. Pero sobre todo le gusta chatear, así ha conocido a todos sus novios. Chateando liga, juega, y concatena su vida al azar.

***Sara y Abel, con sus dos hijos son una familia que no hace ruido. Ella es una mujer que siente de la clase alta venida a menos. Él es un economista, bien parecido, muy bien portado y ¡controlado por Sara! Esto lo pude comprobar en la junta de vecinos del edificio: cada vez que Abel intervenía Sara lo callaba.

Hasta que Abel, que es muy distraído, quedó paralizado, cuando conoció a la dependienta de la papelería: una morena de gruesas y sugerentes piernas.

***A Marisa la encontré en el estacionamiento. Me contó que tenía tres novios: Uno fijo y dos que “me los tengo que andar capoteando”.

Las fiestas  en el departamento de Marisa son tan ruidosas que no me permiten conciliar el sueño hasta muy de mañana. Y “no es la cumbia de moda que proviene de su departamento”, sino “los sonidos que acompañan a la música, como los zapatos, las risas, el choque de botellas y los gemidos, pareciera que hay una orgía” en su fiesta.

¿Te acuerdas que me platicaste que de chica querías ser puta?

Era bien padre ver a las putas, sus zapatos altos, los vestidos embarrados, los ojos pintados de azul o verde, los labios siempre rojos”.  Después nos cambiamos a otra vecindad donde no había putas, “se acabó la diversión”.

Martha Lamas inicia la presentación del libro diciendo que es: “Una búsqueda existencial de una mujer… El personaje femenino se detiene, y observa. Esa es su pasión fundamental. Mira por la ventana continuamente, hacia el exterior, hacia las vidas de las mujeres que transcurren alrededor suyo… Las espía desvergonzadamente, como si intentara descifrar un mensaje en clave. Como si en ellas —también— estuviera buscando la respuesta a la pregunta inmemorial: ¿cómo ser mujer?

Elena Sevilla,

2012,

De chica

quería ser puta,

Editorial Tinta Nueva

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