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Filosofía zoológica

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Imagen tomada de
http://www.otago.ac.nz/library/exhibitions/linnaeus/cabinet8/index.html
Acompañada del texto:
Dissatisfied with existing systems of classification, such as determining a
flower by the shape of its petals, Linnaeus formed
his own classifying system which was first published in his
Systema Naturae in 1735.

La primera vez que me vi en la necesidad de estudiar la clasificación de los seres vivos en: reino, phylum, clase, orden, familia, género y especie, me sentí francamente desalentado. No me causaba emoción alguna saber que los seres humanos pertenecemos al reino animal, que por tener médula espinal somos chordata, de la clase mammalia, orden primate, familia hominidae, género Homo y especie sapiens. Pero cuando tuve contacto con mi maestro de microbiología Antonio Cruz López y me mostró la enorme utilidad de la taxonomía para conocer el fascinante mundo de los parásitos, supe lo trascendente del conocimiento que nos legaron los primeros biólogos, que antes de tener este apelativo se llamaban naturalistas.

El sueco Carl Nilsson Linaeus, latinizado como Carolus Linaeus y universalmente conocido como Carl von Linné (1707-1778) fue quien instituyó las bases para poder nombrar a todos los seres vivos en lo que se conoce incluso actualmente como la nomenclatura binomial, es decir con dos apelativos grecolatinizados, escritos en letras cursivas y en el caso de no contar con esta tipografía debiendo subrayarse. Podríamos decir que es un equivalente al nombre y apellido de un ser vivo.

Pero el autor que definitivamente marcó una huella indeleble en mi espíritu médico hablando en términos del conocimiento del fenómeno biológico fue el francés Jean Baptiste Pierre Anoine de Monet de Lamarck (1774-1829), quien planteó por primera vez la aventurada teoría de la evolución biológica, influenciado por un antecesor, llamado Georges Louis Leclerc (1707-1788) y también por Georges Léopold Chrétien Frédéric Dagobert Cuvier (1769-1832), quien promovió la anatomía comparada y sentó las bases de la paleontología.

La vida de Lamarck está caracterizada por ser particularmente intensa. Considerado un hombre de gran valentía por su participación y acciones en la Guerra de los Siete Años, una grave herida lo alejó de la milicia, por fortuna para la humanidad entera, dedicándose íntegramente con una pasión inaudita a la observación y análisis de la naturaleza.

No puedo dejar de imaginar a un individuo que debió haber abrazado con vehemencia aquellos ideales de libertad, igualdad y fraternidad que fueron amparados por la revolución francesa, pero al mismo tiempo podría percibir que su carácter era extremadamente sensible.

Algunos historiadores han planteado que el término biología fue acuñado por el científico alemán Michael Christoph Hanow (1695-1773); otros se lo atribuyen al médico, también alemán, Karl Friederich Burdach (1776-1847) y también al médico (alemán para variar) Gottfried Reinhold Treviranus (1776-1837). Pero indudablemente fue Lamarck quien estableció el estudio natural bajo una óptica científica y como una disciplina basada en un cuerpo teórico bien fundamentado, aunque Hanow, Burdach y Treviranus, siendo médicos, ya habían vinculado la enfermedad con el concepto de biodiversidad y el impacto del medio ambiente en la salud.

Lamarck escribió un libro que tiene el título de Filosofía Zoológica, que además de estar redactado en un lenguaje extraordinario, contiene interesantes conceptos que marcan un verdadero parteaguas en la historia de la ciencia. Abarcó una gran cantidad de áreas del conocimiento como la meteorología, botánica, física, paleontología y sobre todo, zoología.

Seguramente bajo la influencia de los enciclopedistas y sobre todo, la Ilustración, su escrito tiene un carácter bastante riguroso; sin embargo, insertado en pleno romanticismo, expresa en relatos pletóricos de belleza literaria conceptos que a la luz de los conocimientos actuales tengan algunas deficiencias, pero definitivamente no pierden validez.

Por ejemplo, en el segundo párrafo de la introducción a su libro Filosofía zoológica, se puede leer: “¿Hay algo más interesante en el estudio de la naturaleza que el estudio de los animales; que la consideración de las conexiones de su organización con la del hombre; que la del poder que tienen los hábitos, los modos de vivir, los climas y las zonas de habitación para modificar sus caracteres, sus facultades y sus órganos; que el examen de los diferentes sistemas de organización que entre ellos se observa y según los cuales se determinan las antologías más o menos grandes que fijan el rasgo de cada uno de ellos en el método natural? Ciertamente, no se podría negar que todas estas consideraciones y muchas otras todavía, a las cuales conduce por necesidad el estudio de los animales, dejen de extrañar extraordinario interés para cualquiera que ame la naturaleza y busque la verdad en todas las cosas”.

Y en otra parte, refiriéndose a las plantas expresa que: “La botánica, que considera la otra serie que componen los vegetales ¿no ofrece también en sus diversas partes un estado de cosas perfectamente semejantes? En efecto ¿cuántas dificultades no se experimentan en la actualidad para el estudio y la determinación de las especies en los géneros Liquen, Fucus, Euforbia, Erica, Solanum, Geranium, Mimosa, etcétera?”

Sumergirse en la lectura de la Filosofía Zoológica de Lamarck no solamente implica un verdadero paseo intelectual por el pasado, sino una invitación a comparar los conocimientos actuales con un lenguaje moderno (epigenética, clonaciones, reacciones en cadena de polimerasa, ELISA, transgenismo, teoría del caos y un larguísimo etcétera), para poder entender que este investigador se adelantó a su época, mientras creaba las bases en lo que hoy, todas las ciencias que se vinculan con la vida, se entrelazan en una combinación y una serie de entrecruzamientos que sorprenden dentro de una literatura científica que se pierde en tecnicismos que no cualquiera puede comprender.

Lamarck nos muestra que la naturaleza es poderosa, complicada, vigorosa y activa; sin embargo, la nueva biología nos la revela extremadamente vulnerable a las necedades y posturas ignorantes de los seres vivos que hemos dejado de ser Homo sapiens para ser un linaje de Homo brutus.

Estamos en la frontera de provocar nuestra autodestrucción como especie y es un buen momento para tratar a la naturaleza con el debido respeto que se merece.

Espero sincera y humanamente que no sea demasiado tarde para hacerlo.

*[email protected]

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