Tlazoltéotl, la tierra y la medicina

La teología mexica se pierde en un pantano de especulaciones pues su conocimiento parte de un pueblo conquistado cuyos colonialistas, lo primero que hicieron fue borrar todo entendimiento de una cosmología totalmente distinta a lo que tenían como bagaje de creencias y mitos religiosos. Con todo lo que se pudiese deducir partiendo de elementos que se pierden en el tiempo, siempre se van a generar conceptos e ideas particularmente interesantes y especialmente sugestivas. La mitología de nuestros ancestros nos puede trasladar a esferas intelectualmente sorprendentes.

La diosa que ejerce un efecto verdaderamente seductor en mi visión ancestral es Tlazoltéotl, que es considerada una deidad vinculada con la medicina en una forma particularmente interesante. Sus representaciones escultóricas y pictóricas son extraordinariamente hermosas. Famosa por su estatuilla representando el proceso de evolución de un parto, además de vincularla con la obstetricia, en efecto se relaciona con todo lo que implica el amor carnal, la pasión, la lujuria y la expresión erótica. Por supuesto la subordinación sexual implicaba transgresiones como el adulterio, que como quebrantamiento era penalizado con el corte de la nariz de los infractores. Otra forma de ofenderla era a través de la embriaguez, el robo y otros “pecados”, que debían de ser dirimidos a través de confesiones con sacerdotes quienes, recibiendo esa especie de suciedades, las ingerían mientras la diosa las evacuaba después de digerirlas, vertiéndolas directamente a la tierra, convirtiéndola en la diosa “comedora de inmundicias”.

Tlazoltéotl podía provocar el adulterio mediante la generación del amor apasionado, pero también lo perdonaba mediante una serie de penitencias consistentes en ayunos y ofrendas, culminando con perforaciones, por las que pasaban ramas largas y flexibles para llenarlas de sangre. Sus sacerdotes además de ofrecer el perdón también ejercían el arte adivinatorio, leyendo la suerte lanzando a la tierra granos de maíz, viendo señales en el agua o en cordeles con nudos distribuidos a todo lo largo, en formas y secuencias aleatorias.

Esta diosa también se relacionaba con plantas medicinales, con los efectos de medidas curativas como lavados, purgas, procedimientos quirúrgicos variados o medidas de control médico con predicciones que incluyeron aspectos preventivos que se basaron en un conocimiento del medio ambiente y una extensión que visualizaba el macrocosmos con el reflejo individual. En este sentido, no es difícil imaginar que la vida se generaba a través del parto, lo que circunscribía su influencia a amplias áreas de la medicina y de la cotidianidad. Como a las mujeres que parían se le sometía a un baño terapéutico de temazcal, siendo este lavado un acto habitual dentro de la higiene común a todos, esta diosa era considerada “la gran paridora” de los partos que culminaban exitosamente y las abluciones.

Si se entiende que las semillas requieren de la tierra para emerger en plantas que brindarían innumerables beneficios, Tlazoltéotl es la metáfora del inicio de todo. A diferencia de la diosa Xochiquétzal que representa la belleza que brinda el placer sexual y la atracción física que puede incluso implicar la ruptura de la castidad; la diosa que come inmundicias es la que castiga, la que debe de perdonar por medio de ofrendas y penitencias.

Tlazoltéotl es la barredora de pecados como la transgresión sexual o incluso el adulterio, el cual era castigado físicamente y que requería de confesiones y ofrendas para ser limpiado, con un proceso de digestión que, vaciado en la tierra, sería un abono que condicionaría una especie de perdón que se manifestaría en una forma tan exuberante como la vida misma en todas sus manifestaciones.

En Grecia, la diosa de la tierra es Gea, que se considera primordial, es decir, de las más importantes. Se relaciona no solamente con la fecundidad sino como la antepasada común de todos los hombres. Es la madre universal. La que va más allá de la patria. Así como la muerte integra sus subproductos a la tierra y los descompone hasta hacerlos propios para que, en forma de fertilizante, contribuya para generar vida; claramente vincula la materia inorgánica a organismos dotados de energías vitales. Por eso se considera a la tierra como un ser vivo que se autorregula en formas sorprendentes.

A los médicos se nos enseñó que la tierra contamina y puede ser vehículo de distintas parasitosis. Se le relaciona erróneamente con fierros oxidados y transmisión de tétanos, así como generadora de otras enfermedades. Aunque una respuesta natural a la deficiencia de ciertos minerales le corresponderá una conducta vinculada al consumo de tierra (condición conocida como geofagia), este comportamiento es poco valorado y se descalifica sin investigar la causa.

Lo cierto es que las rocas, en un proceso de degradación muy paulatino, van construyendo en formas particularmente estéticas muchas estructuras que admiramos en maneras tan inconscientes como reflexivas. Más aún, en procesos de exposición a la intemperie, se forman los suelos y los micronutrientes minerales que son consumidos por todas las formas biológicas. Así se van generando ciclos que vinculan a la tierra, la salud, el equilibrio ecológico y la medicina.

De aquí va surgiendo el estudio de la geología con relaciones epidemiológicas que vinculan padecimientos de índole muy diversa y que nos afectan en múltiples formas. Estas relaciones tienen que ver con la toxicología medio ambiental, patología de exposición geoquímica, epidemiología ambiental y consecuencias de exposición a iones metálicos, con un largo etcétera que debemos de tener en cuenta y tienen que ver con nuestra salud y el bien de la tierra.

Estamos lejos de ver al planeta con la misma cosmovisión de nuestros ancestros; sin embargo, una revisión del pasado nos brinda una serie de conocimientos que debemos de aplicar en nuestro haber cotidiano. Debemos de estar conscientes de que cosas obvias resultan en consecuencias previsibles y si bien, nuestras relaciones con el entorno implican interacciones sutiles, no se puede negar lo fundamental. Si contaminamos un manantial, no podremos esperar a que encontremos alrededor agua pura.

 

 

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