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México antes de ser México

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Los Olmecas: habitantes de la región del hule

Corría el año de 1862, en un convulsionado México que recién salía de la guerra de Reforma e iniciaba la invasión francesa. Un humilde campesino veracruzano limpiaba su milpa cuando se topó, literalmente, con la historia enterrada de sus ancestros. La enorme roca que yacía debajo de la tierra, en la hacienda de Hueyapan, cerca de Tres Zapotes, Veracruz, resultó ser una colosal cabeza tallada en piedra. Otro veracruzano, no tan humilde, de nombre José María Melgar y Serrano, explorador de selvas y montañas, amante de la arqueología y, posiblemente —de acuerdo a investigaciones recientes— saqueador y comerciante de tesoros arqueológicos, se encontraba en San Andrés Tuxtla, Veracruz, cuando se enteró del reciente descubrimiento del gigantesco piedrón con forma de cabeza humana. Intrigado, Melgar decidió conocer dicha cabeza en persona, o más bien en piedra… Saqueador o arqueólogo aficionado, a José María Melgar y Serrano le debemos el primer dibujo de una cabeza olmeca.

En 1925, el arqueólogo danés Frans Blom y el arqueólogo y etnógrafo Oliver La Farge se internaron en las selvas de Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz. En una isla encontraron una figura tallada en piedra, parecida a la cabeza de Hueyapan, pero lo más importante es que en la cima del volcán de San Martín Pajapan encontraron una verdadera obra de arte: el retrato escultórico de un personaje, con una barra cilíndrica en las manos, sentada a la entrada de un nicho o pequeña cueva. Dicha escultura, por cierto, se encuentra en el Museo de Antropología de Xalapa.

Siguiendo las indicaciones de los habitantes de la zona, Blom y La Farge llegaron hasta una isla llamada La Venta, ya en territorio de Tabasco, ahí encontraron estelas, monumentos, una pirámide de casi 25 metros de altura y monolitos parecidos al que habían encontrado en el volcán y a los que, por su superficie plana, decidieron llamar altares, pero que hoy se sabe en realidad eran tronos.

Además de las estelas de piedra volcánica, encontraron, enterrada, nada más y nada menos que…¡otra cabeza colosal! Frans Blom y Oliver La Farge atribuyeron “esas ruinas a la civilización maya.

Partiendo de los descubrimientos anteriores, Hermann Beyer, el primero en utilizar el término “olmeca” en referencia a los hallazgos de Veracruz y Tabasco; escribió que “Sobre el volcán de San Martín Pajapan se encuentra un ídolo… sobre la parte casi cúbica del monumento… aparece el rostro de una divinidad que pertenece a la civilización olmeca o totonaca…”

Beyer, que como hemos mencionado era un gran erudito, sabía que los mexicas se referían a los habitantes de la costa oriental del Golfo de México como olmecas, o habitantes de Olman, el país de hule.

El caucho o hule (del náhuatl olli), es una savia que se extrae de un árbol selvático originario del sur de México y Centroamérica. Además de numerosos usos medicinales, con el hule se fabricaban las pelotas para el juego que tanto gustaba a nuestros antepasados.

No sabemos cómo se llamaban los pobladores de Los Tuxtlas y La Venta, pero sí sabemos que el término olmeca les fue atribuido muchos siglos después de que su cultura dejó de existir. Entonces ¿quiénes eran los susodichos olmecas, de dónde salieron y a qué se dedicaban?

Los descubrimientos de Blom y La Farge llamaron la atención de otros estudiosos e investigadores, como George Vaillant, que fue el primero en relacionar las piezas halladas en La Venta y Los Tuxtlas con otras que se encontraron en museos de Europa y Estados Unidos. Vaillant supuso que este nuevo estilo habría de haber sido desarrollado por una cultura aún desconocida, distinta a la cultura maya, que se habría asentado en la región comprendida entre Los Tuxtlas y La Venta.

Y fue esa cultura, de la que no se sabía casi nada, la que fue bautizada desde entonces como cultura olmeca.

Lo mero bueno, sin embargo, apenas estaba por venir. Por ahí del año 1936 Matthew Sterling, un arqueólogo de los Estados Unidos, realizó un descubrimiento sorprendente en el sitio de los Tres Zapotes, cercano a Hueyapan, en donde se había encontrado la primera cabeza olmeca.

Sterling desenterró el fragmento de una estela, en la que se podía leer una inscripción calendárica de cuenta larga, como las que se habían encontrado en los sitios mayas del periodo clásico. Una vez descifrada la inscripción, la fecha aludida correspondía al año 32 a. C.

Esto es… ¡tres siglos anterior al esplendor de la cultura maya del periodo Clásico!

¿Y eso qué quiere decir o qué? Pues porque en ese entonces, la inmensa mayoría de los arqueólogos y estudiosos daban por hecho que la maya era la más antigua de todas las culturas mesoamericanas y que los mayas había sido, por decirlo coloquialmente, los papás (y las mamás) de los pollitos.

Y por eso, los hallazgos de Matthew Sterling desataron una serie de apasionadas y divertidas polémicas científicas, entre los mayizantes y los olmequizantes. Entre estos últimos, además del mismo Sterling, se encontraban arqueólogos e investigadores mexicanos como Alfonso Caso, Miguel Covarrubias y muchos otros.

La polémica continuó durante un par de décadas más. Mientras tanto, investigaciones dirigidas por arqueólogos mexicanos y norteamericanos, encabezadas por Román Piña Chan y Philip Drucher, encontraron en La Venta más cabezas monumentales, tronos, estelas, estatuillas de jade, una pirámide, hachas votivas, espejos de magnetita (un mineral muy codiciado) y numerosas ofrendas. La Venta, pues, parecía ser el epicentro de la recién descubierta y recién bautizada cultura Olmeca.

* [email protected]

** Ortiz González, Patricio. (2020, marzo).  México antes de ser México. Tomo II.   México: Ed. Grijalbo,

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