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El envejecimiento y los telómeros

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El proceso de envejecimiento hasta ahora es irreversible y lo conocemos porque tiene como características principales, una marcada disminución de las funciones fisiológicas y la incapacidad de adaptación del cuerpo a las presiones ambientales, siendo enérgicamente influenciado por la genética, así como por factores del medio que se combinan con el estilo de vida.

Actualmente, el proceso de envejecimiento se divide en dos componentes principales que conocemos como la edad cronológica y edad biológica, que pueden ser distintos en el mismo individuo. El envejecimiento biológico se puede calcular por la longitud de unas estructuras llamadas telómeros (TL o ‘telomere lenght’) y por los niveles de metilación del Ácido Desoxirribonucleico o ADN (rama novedosa de la medicina que se conoce como Epigenética).

Los telómeros son regiones que no se codifican en los cromosomas y están ubicadas en sus extremos. Digamos que son una especie de “capas protectoras cromosomales”, que consisten en series de secuencias cortas y repetidas formadas por unas estructuras conocidas como bases nitrogenadas 5’-TTAGGG-3’ donde “T” es Timina; “A” es Adenina y “G” Guanina. Las bases nitrogenadas tienen este nombre porque están constituidas por anillos de átomos de carbono y nitrógeno. Junto con estas bases, existen unas proteínas asociadas, que desempeñan un papel importante en el mantenimiento y la integridad del ADN.

Resulta particularmente interesante que el acortamiento de los telómeros puede comprometer el potencial de reproducción celular, lo que contribuye a que ocurra el proceso natural de envejecimiento celular. Para contrarrestar este proceso, una enzima denominada telomerasa, promueve el mantenimiento de la longitud de los telómeros al sintetizar las secuencias repetitivas de ADN telomérico.

Durante la división celular, las células son incapaces de replicar aproximadamente 50 pares de bases nitrogenadas en los extremos de los cromosomas, ya que una enzima conocida como ADN polimerasa convencional, no puede reproducir el extremo 3’ de la molécula lineal; fenómeno conocido como “problema de la replicación final”. Esto provoca que los telómeros en una forma progresiva sufran un acortamiento en la medida en la que se van generando divisiones de una misma línea celular, dando como resultado una pérdida de la capacidad de replicación y además el envejecimiento o senescencia de las células.

Ahora se sabe que este proceso constituye la principal causa de degeneración y el surgimiento de enfermedades crónicas relacionadas con el tiempo de vida, lo que conocemos como edad.

Para compensar ese acortamiento progresivo de los telómeros (que ocurre en cada división celular y la consecuente pérdida de la información genética), periódicamente, los segmentos de ADN perdidos se recuperan, gracias a una enzima que se llama telomerasa. Este complejo posee un pequeño componente de Ácido Ribonucleico o ARN que constituye una especie de molde para que puedan sintetizarse adecuadamente las secuencias repetitivas que componen el telómero. En la recuperación del ADN perdido, las bases de nucleótidos se agregan individualmente, en una secuencia apropiada y la telomerasa corrige las fallas, es decir, el molde de ARN se coloca sobre el ADN iniciador. Así, varios nucleótidos se agregan al mismo y después, la enzima se traslada para comenzar el proceso de nuevo.

En 2009, Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por descubrir el papel protector de los telómeros y de la enzima telomerasa en los cromosomas. Estos descubrimientos, extraordinariamente significativos, marcaron el camino para que los investigadores exploraran, aún más, el papel del acortamiento de los telómeros en el envejecimiento y en las enfermedades crónicas, en general.

Numerosos estudios evidencian que los telómeros más cortos están asociados con una serie de enfermedades crónicas tales como la disqueratosis congénita, también conocida como el síndrome de Zinsser-Cole-Engman; anemia aplásica; fibrosis pulmonar idiopática y cirrosis hepática; enfermedades cardiovasculares; diabetes mellitus tipo II; aterosclerosis; hipertensión; accidente cerebrovascular; enfermedades autoinmunes como lupus eritematoso sistémico y artritis reumatoide; enfermedades psiquiátricas y demencias, entre otras enfermedades relacionadas con la edad.

En el cáncer, el tamaño de los telómeros tiene un doble papel: el acortamiento de los telómeros puede conducir a la inestabilidad cromosómica y al inicio de la formación de tumores (lesión precancerosa); sin embargo, los tumores al inicio necesitan reactivar la telomerasa para estabilizar cromosomas y obtener capacidad de crecimiento desordenado típico de las distintas variedades de cáncer.

El mismo acortamiento de los telómeros se observa en otros trastornos crónicos de salud, tales como la obesidad; procesos inflamatorios y oxidativos; tabaquismo; alcoholismo; dependencia de drogas; exposición a contaminantes y a partículas minerales, entre otras.

Además, trastornos psicoemocionales experimentados a lo largo de la vida, tales como estrés crónico y adversidades en la infancia como abuso, violencia, racismo, bullying, bajo nivel socioeconómico, depresión materna y perturbación familiar, también causan disminución del tamaño de los telómeros.

Estudios previos han demostrado que los individuos que siguen un estilo de vida saludable tienen telómeros más largos. La telomerasa está activa en las primeras etapas del desarrollo humano (células embrionarias pluripotenciales o células madre) y, durante toda la vida, en células sanguíneas germinales y de tejidos adultos en renovación continua, por ejemplo, en el tejido endometrial.

Actuando como biomarcador de la vitalidad y de la actividad celular, de la longevidad y del envejecimiento, la medición de la longitud de los telómeros de ADN de leucocitos extraídos de sangre periférica, proporciona parámetros clínicos y dinámicos de la salud y el bienestar, pudiendo ser utilizados como método diagnóstico y pronóstico del proceso salud y enfermedad.

El conocimiento actual sobre los telómeros y la telomerasa reitera la importancia que debe dedicarse al estilo de vida saludable y a las medidas promotoras de la salud, tales como: actividad física regular, dieta equilibrada (suplementos con sustancias antioxidantes), control del peso corporal, meditación, prácticas integrativas y complementarias en salud, entre otras, que propician el aumento de la longitud de los telómeros y el equilibrio de las diversas funciones celulares, previniendo enfermedades y otros trastornos tanto somáticos como psicológicos.

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