Iatroastrología o medicina astrológica

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A fines del XIX, dice Lumholtz, que uno de cada tres
huicholes era curandero, hoy en día uno de cada
cuatro parece o dice tener esa dedicación.
Imagen tomada de
http://fradive.webs.ull.es/practica/huich/p4a.html

De una palabra griega que significa médico, la iatroastrología es la astrología aplicada al conocimiento de curar. La sospecha de que los astros tienen una influencia sobre la vida probablemente se remonta hasta el surgimiento de la humanidad. De hecho, la observación cuidadosa de la naturaleza entendiéndola como el macrocosmos y su correspondiente vinculación con el cuerpo humano, concibiéndolo como el microcosmos, fue claramente percibida por todos los seres pensantes. Una muestra bastante clara del fenómeno se da con los signos del zodiaco, que en un lenguaje que se pensaba inmutable (ahora ya sabemos que el universo se encuentra en una constante expansión), reflejaba fuerzas contra las cuales poco se podía hacer.

La aparición de enfermedades se podía atribuir a la “influencia” (influx) de las estrellas, de donde surgió el concepto de influenza como una enfermedad vinculada estrechamente con el cosmos. Así debió darse el arte de interpretar astrológicamente las distintas patologías para encontrar causas y orientarse a resolver, mediante terapéuticas físicas, distintos problemas de salud.

Las creencias implicaban prácticas llenas de misterios que solamente eran reveladas a ciertos individuos elegidos o escogidos quienes eran vistos como potenciales dominadores de la naturaleza. Seguramente esto dio inicio al concepto de “chamán” o “mago”, que hasta ahora persiste como una búsqueda alternativa para la curación de enfermedades en poblaciones rurales cuando los médicos menosprecian la atención a personas nacidas en dicho medio.

La asociación entre la astrología y la medicina se dio en una forma importante y tan íntima que en el siglo XVIII se estudiaban los cuerpos celestes como una asignatura en el estudio médico, vinculando también las capacidades curativas de plantas, signos zodiacales y planetas. Tomando como base a Hermes Trismegisto, que fue un ser de la mitología vinculado con el griego Hermes (Trismegisto es tres veces grande), establecieron las teorías de las triplicidades: Marte era caliente y seco; Saturno, frío y húmedo; Júpiter, caliente y húmedo; para culminar con Venus, que era caliente y húmedo. De ahí surgió la consideración de tomar en cuenta el horóscopo para poder decidir qué estrategias terapéuticas debían proponerse, incluyendo a las plantas que en una forma propicia debían recolectarse y administrarse.

La influencia de la astrología es tan importante que los días de la semana se vinculan con el cosmos: lunes es Luna; martes es Marte; miércoles es Mercurio; jueves es Júpiter; viernes es Venus; sábado es Saturno y domingo es Sol (aunque este último, por influencia cristiana proviene de Dominus, que quiere decir “señor” y marca el día en el que dios descansó de acuerdo con el pasaje bíblico del génesis). Del mismo modo, la palabra menstruación proviene del latín mensis, que quiere decir mes, y ésta procede del griego mene, que significa luna; de modo que hablamos del periodo que dura el mes lunar, que por ser de 28 días coincide con los días que dura la regla en la mujer.

La fuerza de gravedad que es ejercida por el sol y la luna sobre la Tierra marca los distintos tipos de mareas. La visión imponente del mar con estos cambios induce pensamientos que proponen cambios sutiles y poco perceptibles en los organismos que siempre se han imaginado. Si algo tan grande como el mar puede ser influenciado por la luna y el sol, resulta bastante atractiva la idea de que estos mismos astros ejerzan una influencia poderosa en nosotros, hablando en términos dimensionales. El primer problema que surge para darle validez a esta intuición es que ningún astrólogo se somete a pruebas de alto rigor científico para poder sustentar sus afirmaciones. Por otro lado, desde finales del siglo XIX y durante el XX se ha ido desencadenando una grave crisis religiosa, que se suma a un desencanto por las consecuencias ambientales que ha generado la tecnología (como la contaminación y una creciente deshumanización, entre otras). Aunque hablar de desarrollo tecnológico no es lo mismo que método científico, se tiene una creencia de que las consecuencias, que han puesto en riesgo la supervivencia de nuestra especie dependen definitivamente de la ciencia, sin serlo.

En lo particular, me parece increíble lo populares que son los horóscopos. Si tomamos distintas publicaciones en un mismo día de una predicción astral, veremos que en propuestas muy vagas no solamente adolecen de falta de coincidencias, sino incluso se contradicen la mayoría de las veces.

Este problema ya ha sido investigado desde un punto de vista estadístico. En 2003, en la revista Journal of Consciousness Studies,1 fue publicado un artículo en el que se hizo un estudio de seguimiento de gemelos y de niños que hubiesen nacido aproximadamente a la misma hora, sin encontrar similitudes planteadas por astrólogos.

Por otro lado, la mayoría de los astrólogos habla de 12 signos del zodiaco (relacionados con 12 constelaciones), cuando en realidad son 13, que incluyen a Ofiuco, que hace 3 mil años, cuando se estableció el sistema zodiacal babilónico, que es el que toman como base los astrólogos, no se veía como ahora.

Yo no creo en la astrología. En efecto, el método científico no es perfecto, pero es la mejor herramienta que tenemos, hasta ahora, para enfrentar nuestros problemas y retos. En este sentido, vale la pena citar a Carl Edward Sagan (1934-1996) que fue uno de los más extraordinarios divulgadores de ciencia. En su libro y serie Cosmos describió:

“Yo nací en una habitación cerrada, la luz de Marte no podía entrar. La única influencia de Marte que podía afectarme era su gravitación. Sin embargo, la influencia gravitatoria del partero era mucho mayor que la influencia gravitatoria de Marte. Marte tiene mayor masa, pero el partero estaba mucho más cerca”.

Referencia

1 Geoffrey D; Ivan W. Kelly I W. Is Astrology Relevant to Consciousness and Psi? Journal of Consciousness Studies, 10, No. 6–7, 2003, pp. 175–198.

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