La mañana del 30 de septiembre de 2016 nuestro país dio cuenta, nuevamente, de un sinfín de noticias, que desde hace ya algunos años encabezan los diarios, acerca de la corrupción, violencia, pobreza, entre muchas cosas más; pero ese día en particular conocimos al ganador del Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo 2016: Héctor T. Arita, quien es autor de Crónicas de la Extinción, la vida y la muerte de las especies animales, un título que sin duda se ha ganado el corazón de quien ha tenido la oportunidad de saborear sus líneas.
Responder a la pregunta ¿qué es la extinción? suele ser todo un reto, como respuesta inmediata, se habla de los íconos de la extinción, como el dodo de Mauricio o los dinosaurios o la fauna del pleistoceno, igualmente difícil es hablar de la extinción de especies de homínidos o de especies condenadas a la extinción, como de manera dolorosa, damos cuenta de la Vaquita Marina, entre muchas otras. Pero más difícil aun, cuando discutimos sobre las causas por las cuales se extinguieron dichas especies. Recientemente, al menos hace un par de años, dio la vuelta al mundo la noticia de que el último galápago de Isla la Pinta había muerto; “Solitario George” murió la mañana del 24 de junio de 2012; nombrado así por el apodo a un comediante norteamericano, pero que describía muy bien la condición de la última tortuga de esta especie. Recordemos por qué esta especie fue llevada a la extinción. Cuando George nació a principios del siglo XX, la población había sido diezmada por la cacería y la destrucción del hábitat. Crónicas de la Extinción nos narra la desaventurada estancia del Essex, un navío ballenero de origen estadounidense, que llegó a las islas Galápagos en 1820 buscando grupos de ballenas, finalmente es atacado por un gigantesco cachalote, esta historia inspiró a Herman Melville para escribir el clásico Moby Dick. Pero no quedó ahí esta “triste historia”, ya que el 23 de octubre, el último día del Essex, Thomas Chappel inició un incendio en la isla Floreana sin visualizar que lo que él pensaba que era una broma pondría en riesgo a animales, entre ellos a los galápagos y plantas, así como a la tripulación. Al conocer esta serie de eventos infortunados no es difícil darnos cuenta que la extinción de un número importante de especies ha sido causa de las actividades humanas, en algunos casos como grandes errores que no dimensionamos, en otros casos, y debido a la demanda de productos de origen animal, la cual en muchos casos, es excesiva; la paloma pasajera es un buen ejemplo; si damos la vuelta a la página y nos remontamos a una mañana veraniega de 1803, cuando John James Audubon iba camino a Lousville, en Kentucky, así lo describe en su obra Biografía Ornitológica, cuando el naturalista notó que una densa parvada de palomas pasaba sobre él, así hasta que llegó a su destino y continuaron así tres días; cuenta que la parvada era suficiente como para oscurecer el sol del mediodía, como si fuera un eclipse, calculó una población de más de mil millones de aves. La paloma pasajera llegó a ser el vertebrado más abundante del planeta. Se estima que para finales del siglo XIX dejó de ser la más abundante ya que millones de palomas podían ser cazadas en un solo día, así hasta que el 1 de septiembre de 1914 murió en el zoológico de Cincinnati el último individuo de la especie: una paloma hembra llamada Martha. Haciendo un recuento de las extinciones y para dar respuesta a la pregunta inicial, nos damos cuenta que regularmente nos centramos en las extinciones causadas por el humano; sin embargo, a lo largo de la historia de la vida en nuestro planeta el destino de todas las especies es la extinción, así nos lo comparte Arita en su capítulo III, para presentarnos una realidad que en ocasiones queda de lado, y es que se considera la extinción de una especie cuando el último individuo de la especie ha muerto, por lo que causas naturales también han llevado a muchas especies a la extinción, siendo ésta un patrón determinante en la diversidad. Uno de los casos más conocidos es la extinción de los grandes dinosaurios, la causa: la posible coalición de un asteroide con la Tierra, así lo explica un artículo publicado por la revista Science, titulado “Una causa extraterrestre para la extinción del Cretácico- Terciario”, escrito por Luis Álvarez y su hijo Walter Álvarez. Así es que hoy se puede hablar de las extinciones masivas, hasta nuestros días se discuten seis de estos eventos en los cuales ha desaparecido aproximadamente 99 por ciento de las especies que alguna vez han habitado el planeta.
Científicos, pensadores, escritores y cineastas de todo el mundo han soñado con volver a la vida a especies ahora extintas y lograr lo que se ha llamado “desextinción”, un sueño recurrente ha sido algún día poder caminar entre dinosaurios o poder ver a los ojos a un mamut lanudo; los menos ambiciosos sueñan con algún día ver nuevamente a los dodos, a las vacas marinas de Steller, al pájaro carpintero imperial, al sapo dorado, al tilacino, entre muchos más, pero el 30 de julio de 2003 se vio materializado el sueño con el nacimiento del bucardo o cabra montés ibérica, la cual se consideraba extinta con la muerte de Celia, la última cabra de esta especie que dejé de existir un día de Reyes, pero del año 2000; gracias a las técnicas que dieron vida a Dolly, esta cabra se desextinguió para extinguirse nuevamente, ya que el clon de Celia tenía una malformación, la cual no permitió que viviera más de ocho minutos.
Arita alimenta el conocimiento de una manera tan amena que pasaremos de las aventuras dentro de un barco ballenero, hasta recordar las andanzas de El hobbit escrito por J. R. R. Tolkien, y todo para inmortalizar las fascinantes teorías como la de Wallace y Darwin, sus viajes, sus sueños; no hay que irnos de estas crónicas sin conocer el catastrofismo de Cuvier, y de paso admiraremos una pintura de Leonardo da Vinci, todo esto en sus casi 269 páginas inundadas de conocimiento que nos recuerdan de nueva cuenta lo divertida que es la ciencia.
FB: Tras las huellas
Twitter: @helaheloderma