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La urgencia de adoptar en México un nuevo paradigma económico

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El desmantelamiento de la participación estatal en la economía mexicana en los años 80 fue el resultado de dos hechos: primero, la incapacidad de los gobiernos del período llamado desarrollo estabilizador para consolidar (después de décadas de proteccionismo y altas tasas de crecimiento del PIB) una economía con rumbo propio, desarrollar el mercado interno sobre bases endógenas y garantizar niveles de competitividad a escala internacional. Segundo, las debilidades acumuladas como el peso de la deuda externa, la caída en los precios petroleros y la presencia del capital extranjero en el país en las ramas más dinámicas de la economía permitieron que la imposición del modelo de corte ortodoxo, neofertista (Hayek, Friedman, Laffer), prácticamente se diera sin ninguna clase de resistencias.

Los gobiernos priistas de De la Madrid, Salinas y Zedillo, profundizaron el modelo a la mexicana: privatización, apertura unilateral e indiscriminada (que afectó principalmente a las actividades industriales de bienes salario como alimentos y vestido), apoyos al ingreso de la IED y políticas de fomento para las ramas industriales bajo control extranjero con capacidad de desarrollar proyecto de exportación de corto plazo (automotriz y maquiladoras). Todo esto envuelto en los acuerdos  que la vieja y la nueva clase política establecieron para garantizar la paz laboral y la tranquilidad social que la lógica del capital les exigía en esta nueva etapa.

La década de los noventa ya nos revela la dicotomía generada: por un lado, una economía moderna sustentada en el esquema internacional Production Sharing, expoliando recursos internos para generar productos de exportación (Export Driven Economy, le llaman los tecnócratas), y por otra parte, una economía generadora de productos para el mercado doméstico que se hundió en las crisis de los años 1995, 2001, 2009.

El relevo político que significó el triunfo del PAN en el año 2000 quedó muy lejos de significar alternancia, las bases del modelo no sólo permanecieron firmes, se recrearon en el mar de los nuevos compromisos para el arribo de una nueva burocracia ávida de participar en el saqueo que los gobiernos del PRI habían hecho en las décadas precedentes. Y la verdad es que en esta ruta fueron alumnos aventajados.

Bajo el modelo económico ortodoxo el comportamiento del producto nacional (PIB) muestra a una economía con desempeño errático, con caídas recurrentes (1982, -0.52; 1983, -3.49; 1986, -3.08; 1995, -6.2;  2001, -0.17 y 2009, -6.6) y rebotes positivos de corto aliento. Ello explica que ninguna promesa asociada al crecimiento, al desarrollo, al empleo, al bienestar social pueda ser factible. Bienestar para tu familia, tasas de crecimiento anuales del 7%, presidente del empleo, etcétera, no han sido sino frases hueras frente al evidente crecimiento de la pobreza, la depauperación de la clase obrera y el desempleo de los últimos años.

Los doce años de gobiernos panistas muestran que las debilidades de la economía mexicana no sólo se refieren a la incapacidad de la tecnocracia para generar crecimiento y desarrollo sostenidos. El problema central tenemos que buscarlo en la característica del modelo aplicado, que a su vez se sustenta en la creencia de que las políticas de mercado, la privatización de todas las actividades rentables (incluyendo educación, salud, seguridad social) y la libre afluencia de los capitales extranjeros a todas las áreas de la economía (incluyendo energéticos, infraestructura, comunicaciones), son el remedio para México.

En la actual coyuntura del cambio del Ejecutivo Federal, ante la cada vez mayor imposibilidad de que el proyecto del PRI pueda imponer a su candidato, en la debacle del proyecto del PAN, y especialmente, ante el eminente crecimiento de las preferencias electorales en favor de Andrés Manuel López Obrador, es necesario apuntar que para México se abre la posibilidad de una revisión profunda del modelo neofertista, causa de las inequidades, desequilibrios económicos y sociales de las últimas tres décadas.

Desde nuestra perspectiva el problema reside en comprender que detrás del propósito de tener en el corto plazo una distribución de la renta nacional más equitativa (política vinculada a desmantelar el aparato que propicia la corrupción) está en detectar y desarrollar estrategias alternativas a las siguientes cuestiones:

El lugar en la economía global. México se ha transformado en uno de los países preferidos por las entidades que dominan la economía globalizada, las empresas transnacionales (ETN) en los últimos 15 años han construido redes globales (Redes Internacionales de Producción, RIP), a partir de las cuales seleccionan regiones y países para dispersar/fragmentar la manufactura de procesos y/o productos de alta participación en la demanda global. Electrónicos, automóviles, productos aeroespaciales son parte de la mezcla exportadora “mexicana” que se sustenta en importaciones masivas de bienes intermedios. Algo que revela los resultados de estas políticas es que, de acuerdo con las últimas evaluaciones, somos el país más barato en costos laborales y de los más baratos en gastos de operación, y al mismo tiempo, ubicado en los últimos lugares de los indicadores de desarrollo (KPMG, 2012 y Global Benchmark Report, 2011).

Sistemas de manufactura que generan circuitos cerrados excluyendo a la manufactura nacional. Un atento escrutinio de los circuitos productivos y financieros de las operaciones de las RIP en el país muestran la existencia de circuitos cerrados que vinculan importaciones, sistemas de proveeduría en el país y manufactura de ensamble con una muy pobre participación de estructuras manufactureras y de servicios nacionales. De acuerdo con nuestras investigaciones sobre el tema, hemos encontrado que, por ejemplo, en la industria automotriz, los circuitos financieros están principalmente conformados por las partidas del comercio intrafirma global: importaciones de partes, patentes, marcas, remisión de utilidades. En el ámbito de la electrónica y la industria aeroespacial se puede mostrar que la propensión a desarrollar “cadenas productivas nacionales” siempre se hace a partir de las conveniencias de las ETN para nacionalizar la red de sus socios productivos. Basta una revisión sumaria de las OEM (Original Equipment Manufacturing-suppliers) en las ramas industriales exportadoras más dinámicas para saber que en la lista de los proveedores industriales, las empresas mexicanas ocupan lugares subordinados y marginales.

Sistemas de fabricación que excluyen la transferencia de tecnología. En el discurso oficial siempre se dice que los beneficios de la presencia en México de las ETN se materializan en procesos de aprendizaje tecnológico y conocimiento del know-how productivo. En esa lógica discursiva, México se beneficia de estas transferencias para mejorar su composición competitiva global. Sin embargo, la presencia de procesos de fabricación y ensamble de productos de alta composición tecnológica, originalmente (período 60-80) se limitó al uso extensivo de la fuerza de trabajo. La presencia de las Global OEM-suppleirs portadoras de la tecnología avanzada en los años 90 opera dentro las normas de los derechos de propiedad intelectual que impiden procesos de generalización de aplicación de esos conocimientos, y en la fase de la sociedad global del conocimiento, como se sabe, el activo intangible más importante de las ETN es justamente el control que ejercen sobre la cadena de producción global que define el producto, el tipo de proceso y la dinámica de las aplicaciones de los desarrollos tecnológicos.

Muchos de los centros nacionales de investigación relacionados con “el sector productivo” en México se han convertido en centros de maquila de conocimientos muy baratos, pues en todos ellos las inversiones privadas para investigación están asociadas con fondos Conacyt (por ejemplo, centros de investigación aeroespaciales en Querétaro, Chihuahua, Sonora, Baja California, DF), o en centros firmemente controlados por las corporaciones (Mexican Technology Center de Delphi en Ciudad Juárez) o son verdaderos engaños como el proyecto del auto mexicano (Mastretta), en realidad es la adaptación de diseños y tecnologías extranjeras para ensamblar un producto suntuario (usando fondos Conacyt), sin ninguna función social, en un país donde el transporte público eficiente y barato debiera ser una prioridad nacional.

Diseño de una estrategia sustentada en la identificación de prioridades nacionales. El dogmatismo neoliberal ha privado en todas las iniciativas de modernizar y ampliar el aparato industrial-manufacturero. Por más que existen ejemplos exitosos de estrategias heterodoxas de industrialización que tienen como pivote el estado rector y los intereses nacionales, en México, los responsables de la política económica han sido fervientes seguidores del paradigma tecnológico global dominante, lo que se ha traducido en que, por ejemplo, después de décadas de ser anfitriones de ETN de fabricantes de automóviles, no hay ninguna preocupación por escapar  de la dependencia para fabricar lo que esas ETN deciden. En esta lógica de poco sirve que autos de clase mundial como el New Beetle de VW, el Sentra de Nissan, el Fusion de Ford, etc., se ensamblen sólo en México, si todos los recursos y lo talentos mexicanos están atrapados en la camisa de fuerza de los proyectos externos para consolidar la posición de tal o cual empresa en los grandes mercados. La ausencia de marcas propias en las áreas de mayor  dinamismo nunca ha sido una preocupación de la tecnocracia neoliberal. Por esta razón, pensamos, nos hemos alejado del camino mostrado por Corea en los años 70 y 80 y en las últimas dos décadas por China y Brasil.

En la ruta hasta ahora seguida estamos condenados a ser un eslabón débil de las cadenas globales de abastecimiento y ensamble. Es necesario someter a fondo una evaluación de los resultados de ese síndrome del colonizado feliz que ha permeado la cultura y el quehacer de los políticos y tecnócratas. De los proyectos políticos en disputa, la posibilidad de un cambio de modelo surge claramente si el candidato de MORENA triunfa en la elección de julio.

* Profesor Investigador. CEDES-FE-BUAP.

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