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El mercado de trabajo y los jóvenes en México

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En este fin de sexenio es conveniente hacer un balance sobre los efectos y significados que ha dejado en la sociedad mexicana la aplicación de un modelo económico que nunca cambió. El punto de análisis será: la carencia de empleo, especialmente el desempleo de los jóvenes.

La política gubernamental en las últimas cuatro décadas ha negado su responsabilidad en el crecimiento y consolidación del mercado de trabajo. Desde su óptica, la creación de plazas sólo ocurre con el aumento de la inversión privada y esto es, al menos parcialmente, falso. Su empecinamiento en una política económica errónea ha dejado un escenario laboral con alto desempleo y bajos salarios, además de la pérdida de prestaciones.

Dentro de esta historia, que es más o menos conocida, aparecen relatos particulares de segmentos sociales que muestran mayor debilidad para hacer frente a un mercado que les es particularmente adverso. Uno de esos segmentos desfavorecidos es el de los jóvenes.

A falta de una mejor definición, los gobiernos han concluido que ser joven es una cuestión de edad, es tener entre 15 y 24 años (aunque este rango varia de país a país). La presencia de los jóvenes es numéricamente muy grande. Los jóvenes en todo el mundo suman mil 200 millones, lo que representa la quinta parte de la humanidad (18%). La gran mayoría se concentra en los países subdesarrollados (el 85%) y son pobres y marginados. Se estima que aproximadamente 515 millones de muchachos en el mundo viven con menos de dos dólares por día, y de ellos, un poco más del 40% lo hace con menos de un dólar diario. (CONAPO, 2010).

En México, la población joven para el 2010 ascendía a 36.2 millones de jóvenes entre 12 y 29 años1. Esta población representa cerca de la tercera parte del total del país2. La Encuesta Nacional de la Juventud 2010 (ENJUVE, 2010) indica en cifras redondas que el 40% sólo estudia. El 29% sólo trabaja, un 11% estudia y trabEncuesta Nacionalaja, mientras que el 20% no estudia y no trabaja.

Los jóvenes en nuestro país forman parte de una totalidad compleja, heterogénea y caótica para los que no se cumplen las expectativas prometidas por el discurso oficial. La educación y el trabajo, que eran para los jóvenes los caminos tradicionales de integración social, se han vuelto intransitables para un gran número de ellos, pero además, se ha transformado el espacio familiar: “las amas de casa” se vieron en la necesidad de dejar sus hogares para convertirse en obreras y/o trabajadoras informales, su lugar fue ocupado por los hijos o hijas mayores. En el caso de que el salario fuese aún insuficiente, también estos transitaron hacia un trabajo, generalmente informal. El espacio en casa fue ocupado por niños,  adolescentes y ancianos. Cambiaron radicalmente los roles familiares y la dinámica de este núcleo se vulneró con los bajos salarios, la inseguridad de la informalidad y el peso de las labores domésticas. En el cambio de roles en la familia no todo el peso recayó en las “amas de casa”, también participaron las hijas y los hijos que aún estaban imposibilitados de ir al mercado. “Así, el uso intensivo de la fuerza de trabajo disponible, el multiempleo entre quienes ya trabajan o la entrada creciente de mujeres, jóvenes y niños a la esfera del trabajo remunerado o de apoyo a emprendimientos familiares, ya no constituyen la excepción sino la norma impuesta por la precariedad social y la pobreza que acarrean las transformaciones en la economía y el empleo” (Escobar y Guaygua, 2008).

En el mercado laboral los jóvenes se ven obligados a aceptar las peores condiciones de trabajo: el 41.8% de la población ocupada de 15 a 24 años trabaja sin obtener prestaciones de salud ni de otro tipo. El 25% trabaja sin recibir remuneraciones. Entre los que tienen suerte de recibir ingresos, estos no pasan de tres salarios mínimos; además las principales ramas de actividad en la que se concentran son los servicios y el comercio (CONAPO, 2010).

Es lamentable que las únicas opciones que tienen los jóvenes sean la informalidad, la migración y las actividades delictivas:

a) De acuerdo con datos del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, para agosto del 2011 seis millones 602 mil jóvenes estaban empleados en el sector informal, además el análisis señala que la tasa de desempleo juvenil supera el 24%.

b) En el 2009, 12 mil 404 menores fueron internados en centros para menores infractores por conductas delictivas, de los cuales, mil 681 ingresaron más de una vez en ese mismo año (INEGI,2010). Edgardo Buscaglia afirma que algunas encuestas realizadas en los dos últimos años muestran que aproximadamente el 60% de los muchachos entre 12 y 17 años que viven en 13 de las entidades más violentas del país, consideran que los grupos criminales son una alternativa viable para ellos.

d) En relación con la migración en los últimos cinco años, 250 jóvenes de entre 15 y 24 años pasaron diariamente la frontera norte del país (INEGI, 2010).

La educación es un lujo que no todos pueden darse. Según datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) existen alrededor de 10 millones de jóvenes en edad de asistir al nivel medio superior y superior y no lo hacen por falta de recursos económicos. Truncan sus estudios para incorporarse al mercado laboral. Los 15 años es la “edad crucial”, a partir de la cual los muchachos comienzan a dejar la escuela. Estadísticas de la SEP indican que sólo 5% de jóvenes del sector más pobre asisten a una institución de educación superior, en tanto, 58% de los del sector más rico acude exitosamente al nivel profesional.

Los jóvenes se encuentran en situación de alta vulnerabilidad. En el 2008, el Coneval estimó que había 14.9 millones de jóvenes en pobreza multidimensional (enfrentan más de dos tipos de carencias, de salud, vivienda, educativa, servicios básicos en la vivienda, servicios de salud y alimentación). En el mismo año, 12.1 millones de jóvenes eran vulnerables ante al menos una carencia social. Es imperativo que el gobierno, a través de políticas públicas adecuadas e integrales, atienda a este sector de la población. Se debe reconocer que la tarea y responsabilidad no es sólo del gobierno, es también de la sociedad en su conjunto. Nos debe preocupar el porvenir de estos jóvenes porque finalmente serán ellos quienes en un futuro constituyan la mayoría de la fuerza laboral del país.

* Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la BUAP.

** Estudiante del Doctorado en Economía Política del Desarrollo. CEDES-BUAP.

Notas

1 En México, el artículo 2 de la ley de creación del Instituto Mexicano de la Juventud indica que “por su importancia estratégica para el desarrollo del país, la población cuya edad quede comprendida entre los 12 y 29 años, será objeto de las políticas, programas  servicios y acciones que el Instituto lleve a cabo” (DOF, 2012/1999).

2 En ocho entidades federativas se concentra más de la mitad de los jóvenes (el 52.9% de la población joven): Estado de México, DF, Veracruz, Jalisco, Puebla, Guanajuato, Chiapas y Michoacán (INEGI, 2010).

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