Este número de Saberes y Ciencias está dedicado al medio ambiente. Fuera de los temas coyunturales, que por desgracia marcan la mayor parte del quehacer cotidiano, la preocupación por el deterioro de la naturaleza provocado por el hombre es la discusión mundial más profunda y recurrente.
Cuando en 1972 apareció el informe del Instituto Tecnológico de Masachusets, encargado por el Club de Roma, la inquietud sobre los límites del planeta para soportar un crecimiento económico y poblacional ilimitados empezó a difundirse entre académicos y políticos de todo el mundo, sobre todo de los países ricos. Cuarenta años después, la única variable planteada en ese trabajo que ha mejorado es la percepción de que hay algo mal en la forma de apropiarse de la naturaleza para garantizar el crecimiento económico y el bienestar de una pequeña minoría de los habitantes del planeta. Los otros elementos, los sociales y naturales, son mucho peores que a principio de los setenta. Nada se ha hecho en verdad para contrarrestar ese deterioro.
La biodiversidad se ha reducido significativamente; las aguas se han contaminado y agotado sus fuentes de aprovisionamiento en muchos lugares; el aire se vuelve irrespirable en un número cada vez mayor de ciudades; los bosques y selvas han perdido en ese lapso la mitad de la superficie que tenían; los desastres proliferan por la forma irresponsable en que nos instalamos en la superficie terrestre; la energía fósil se agota y no hay sucedáneos. La población se ha multiplicado considerablemente y la miseria ha aumentado mientras la concentración de la riqueza se vuelve indecente. En Estados Unidos, que sigue siendo el país más poderoso de la tierra, el 1 por ciento de la población concentra 20 por ciento de los ingresos. En los llamados países emergentes esta proporción es aun peor.
El mundo socialista, el llamado socialismo real, dejó de ser una opción para la humanidad y los muchos individuos pertenecientes a clases dirigentes de los países que componían a esta parte del mundo se lanzaron al enriquecimiento personal desmesurado al precio que fuera. China está convertida en una lamentable mezcla del neoliberalismo más salvaje y la estructura derivada de un estado socialistaestalinista. Otros países sobrevivientes de esa experiencia, como Vietnam, se pliegan al modelo darwinista predominante. Cuba, con grandes sacrificios, no ha transitado por ese sendero. Todavía.
El modelo capitalista de producción no se ha detenido ni por las recomendaciones del Club de Roma ni por informes catastrofistas como el del Sr. Stern, que habla del colapso del sistema por efecto del llamado cambio climático. Muy pocas medidas se han aplicado para mitigar el proceso de daños al ambiente y, por el contrario, el proceso de acumulación de capital y las calamidades que produce marchan sin freno.
El cambio climático, identificado con el calentamiento global, es un concepto tan manoseado como desatendido por los controladores de la economía mundial. Por más que se insista en ello, la información en la que se basa está llena de incertidumbres, y los políticos lo emplean sólo para justificar las causas de algún desastre ocasionado por la negligencia y ignorancia gubernamentales.
En este número de discutimos esto. ¿Por qué se presenta el deterioro ambiental? ¿Quién o quiénes son los responsables de él? ¿Qué hacer para contrarrestar las tendencias deteriorantes? ¿El cambio climático resume todas las desgracias que asesta el hombre a la naturaleza? ¿Todo lo que se habla de él es creíble?
Ofrecemos un conjunto del reportajes, artículos y entrevistas para documentar el debate. Debo resaltar las entrevistas a Manuel Toharia, un experto que critica la forma en que se usa el concepto de cambio climático, y la de Joan Martínez Alier, promotor de la Economía Ecológica y la Ecología Política, estrechamente vinculado a los movimientos latinoamericanos de resistencia ante el deterioro de la naturaleza por los efectos nocivos de la economía.
En conjunto, las colaboraciones de los compañeros poblanos en este número enriquecen aún más los argumentos en discusión.