68. Un libro imprescindible para comprender el México presente


13_n19Hace 45 años el movimiento estudiantil del 68 estaba en su apogeo. Paco Ignacio Taibo II reunió tres cuadernos de notas sobre los cuatro meses de vivencias como activista en el movimiento estudiantil que cambió a México. Él, como muchos de los activistas, aprendieron a decir “No, y me vale madres”; a alejarse del beso envenenado del Estado mexicano; a hacer mítines callejeros a pesar del miedo. Sus cuadernos de notas estaban dormidos hasta que un estudiante miope le dijo, durante una manifestación del CEU, que debería escribir el libro porque sus recuerdos no eran sólo suyos.

“El movimiento explotó el 26 de julio del 68”. El centenar de estudiantes que fuimos apaleados sin misericordia por los granaderos, con odio, no sabíamos lo que estaba iniciándose. No entendíamos: ¿El gobierno se había vuelto loco? ¿Preveía el gran movimiento y decidió terminarlo al inicio?

Unos siete u ocho mil estudiantes (de un máximo de medio millón de manifestantes) éramos de izquierda y vivíamos rodeados de la magia de la Revolución Cubana, del Che y la resistencia vietnamita. “Y junto con nuestro espíritu revolucionario oíamos (a escondidas) a Charles Aznavour, Cuco Sánchez y a José Feliciano.” Los activistas de izquierda teníamos seudónimos pero todos sabíamos nuestros verdaderos nombres; éramos sectarios y dábamos guerras ideológicas; redactábamos periódicos que nadie entendía; aunque no sabíamos casi nada del movimiento ferrocarrilero ni teníamos que ver con Morelos, Zapata, Villa, Guerrero o Hidalgo.

Nosotros, los izquierdistas, convivíamos con estudiantes que pensaban que al final de su carrera tendrían un buen trabajo. Nosotros y ellos coincidíamos en nuestro gusto por las minifaldas, las tortas y los Beatles.

Mi versión del movimiento de 1968 la he difundido en mercados, tianguis de libros y escuelas. Y en todos las conferencias los espacios están desbordados. A la gente le brillan los ojos y no por mis dotes de conferencista, sino porque convoco a un fantasma. Los más jóvenes, que entonces tenían 15 años, ahora deben tener 60. He visto a centenares de esos veteranos en los campamentos contra el fraude de agosto-septiembre de 2006. Ahora ya son ruquitos pero siguen siendo rijosos.

“El 68 no se olvida es patrimonio de los mexicanos que han hecho de la memoria, falsa o cierta, un recurso de orgullo para sostener la resistencia.” No se olvida porque no nos da la gana. Y porque no queremos olvidarlo.”

Y no queremos olvidarlo porque vivimos “en el país de la transa, el negocio tortuoso, la venta al por mayor de las nalgas y el alma, el abandono de los principios por desidia, agotamiento o deudas múltiples de la renta, se festina la irredenta terquedad del golpeado que vuelve una y otra vez de la lona para ganar la gloria brevemente ante el marrano Estado que juega sucio.”

Todos recordamos el 2 de octubre, el ataque al Casco de Santo Tomás por la policía, “la toma por el Ejército de la Ciudad Universitaria, los tanques confrontados por jóvenes que cantaban el Himno Nacional. Pero también están las escuelas tomadas, los debates, las lecturas colectivas y sobre todo, está el brigadismo, las grandes manifestaciones, las memorias de la solidaridad popular”

¿Cómo pudo llegar organizarse tan sabiamente el movimiento? De la necesidad de impedir que la dirección se vendiera y negociara con el Estado en lo oscurito. “Los delegados no eran permanentes, la asamblea podía removerlos cuando no estuvieran de acuerdo con las posiciones de la mayoría.” Y ¿cómo estábamos organizados los activistas? Por brigadas y comisiones. Las brigadas eran pequeños grupos de siete u ocho compañeros (aunque a veces eran veinte o treinta). Actuábamos a nuestro antojo, “sobre todo en labores de propaganda. Miles de brigadas salían a la calle todos los días. Fue quizás el único momento en que la propaganda directa fue capaz de derrotar el inmenso poder del monopolio mediático que el poder construyó y puso frente a nosotros.”

Afortunadamente nos seguimos acordando “de los locatarios de los mercados que nos regalaban sacos de papas, de los aplausos en las puertas de las fábricas, de la solidaridad maravillosa de alto riesgo de los maestros de primaria, de la entrega, la generosidad, el buen humor de enfrentar al totalitarismo priísta.”

Del 68 “millares de nosotros nos desparramamos por la sociedad construyendo y colaborando a construir movimientos democráticos sindicales, agrarios, universitarios, populares, culturales, profesionales.”

¿cómo se va a olvidar?

“Al final de una de las conferencias una mujer me pregunta: ¿Y el miedo? ¿No tenían miedo? Mucho, le digo. Igual que ahora. Pero los miles que estaban al lado te querían tanto que te protegían y te quitaban las ganas de salir corriendo.”

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