Dulce materia, oh rosa de alas secas,
en mi hundimiento tus pétalos
subo con pies pesados de roja fatiga,
y en tu catedral dura me arrodillo
golpeándome los labios con un ángel
(Tres Cantos Materiales, Entrada a la Madera, Pablo Neruda, 1931-1935)
Despertaste esta mañana con la sensualidad a flor de piel. Recorres con la palma abierta la sábana, satinada, fresca. Percibes la textura fina de una seda entretejida hábilmente, misma que la noche anterior rozó por horas la piel de tu amada. Encuentro de polímeros, naturales contra sintéticos. A ella la recorres en tu mente, centímetro a centímetro, tratando de recrear en tu imaginación cada poro, cada arruga, cada humedad. Al mismo tiempo, el vidrio de la ventana deja pasar, tenuemente, un rayo de luz que no se da por vencido y atraviesa las transparencias del encaje de las cortinas. Tus pies descalzos se posan en el frío piso, que alguna vez fue arcilla que al calor de un horno se transformó en cerámica reluciente. Tomas entre tus manos unas gafas que dejaste la noche anterior en un taburete de desgastada madera: el armazón de titanio se amolda a tu rostro y ahora sí, puedes ver a través de las lentes la realidad matutina. Tu mundo cotidiano. Te rodean los materiales (polímeros, cerámicos, metales, composites) pero como estamos tan acostumbrados a éstos, dejamos de percibirlos, de valorarlos.
Pero, ¿de verdad son tan importantes los materiales para la sociedad? Déjame explicarlo así: hace más de mil años, la ciudad prehispánica de Cantona, localizada en el oriente de Puebla y una de las ciudades más grandes y urbanizadas de todo el Altiplano Central, floreció y compitió militar y comercialmente con Teotihuacan, todo gracias a la explotación de un enorme yacimiento de obsidiana cercano (en Zaragoza) que le permitió controlar su comercio y distribución en toda Mesoamérica, llegando sus rutas de intercambio comercial hasta Guatemala. El poderío económico y político de Cantona puede relacionarse estrechamente a la explotación de un material específico. El desarrollo de distintas tecnologías para obtener, purificar y procesar los distintos tipos de materiales ha facilitado a las sociedades disponer no sólo de mercancías que intercambiar en el comercio, sino también de ventajas tecnológicas que les permiten dominar incluso a sus competidores. Los sumerios en la edad de bronce dominaron a sus vecinos que sólo poseían materiales de tipo lítico (piedra); los hititas hicieron lo propio con los egipcios en la edad del hierro. Las civilizaciones que posteriormente consiguieron obtener acero a partir del hierro fueron consolidando su poderío comercial y militar (China, Medio Oriente, Europa). Todavía en la época actual podemos sentir la influencia que tienen los materiales. Un país como el nuestro, que es principalmente un proveedor de materia prima sin procesar hacia países más desarrollados, tiene una balanza comercial negativa al tener que importar productos derivados de la misma, transformados ahora en productos de mayor valor comercial y tecnológico. A través de la petroquímica obtenemos combustibles, medicamentos, plásticos, aditivos, pinturas o resinas del petróleo; de los minerales nos regresan aleaciones especiales, materiales avanzados inteligentes. La tierra misma se transforma en cementos, edificios e infraestructura urbana.
La lección histórica es importante. Quien domina los materiales domina los mercados y adquiere, en gran medida, capacidad para desarrollarse y competir, en mejores condiciones, con sus vecinos. En ese sentido, la riqueza de recursos naturales en nuestro estado, aunada a la abundancia de recursos humanos altamente calificados por la abundancia de instituciones de educación superior, bien podría representar una ventaja para fomentar el desarrollo estratégico de empresas que transformen materias primas (minerales, recursos forestales renovables, materiales de nueva síntesis) en productos de alto valor agregado. Desde celdas fotovoltaicas para la conversión de energía solar en eléctrica hasta polímeros de alta tecnología, materiales nanoestructurados, nuevos materiales para la industria de la construcción o incluso para recuperar el lugar que antaño ocupaba Puebla en la industria textil, con nuevos materiales inteligentes que compitan favorablemente en los mercados globales. Claro, para incentivar a que estas industrias se establezcan debe considerarse la existencia de centros de investigación mixtos, públicos y privados, que incentiven la investigación básica y aplicada de donde surgirán los productos que ayudarían a la transformación de nuestra realidad económica y social. ¿Está el gobierno del estado interesado en esta oportunidad histórica o será que nuestra vocación es solamente turística y cultural?