En la época prehispánica los habitantes de las diferentes culturas conocían y utilizaban a las ciencias como las matemáticas, la astronomía y la biología. Esta última les permitió tener principalmente cocimientos sobre las plantas; durante el México prehispánico se establecieron jardines botánicos, los cuales estaban hechos con base en diseños ecológicos, estéticos y con cierta filosofía. En estos jardines se cultivaban tanto plantas ornamentales como medicinales. Esto llevó a que personajes importantes como Nezahualcóyotl, Moctezuma Xoyocoyotzin, Moctezuma Ilhuicamina y Cuitláhuac llegaran a fundar los jardines botánicos más importantes para la época; asimismo se tenía interés por la zoología, teniendo como ejemplo la existencia de un parque zoológico en México–Tenochtitlan, el cual albergaba numerosas especies de aves, mamíferos y reptiles endémicos del territorio mexicano.
Durante la Conquista y con la llegada de los españoles a México, éstos se enfrentaron a una cultura opuesta, en donde la cosmovisión de los indígenas era ecocéntrica, es decir, la religión, el ambiente y el hombre eran inseparables, ya que esto los llevaba a identificarse con la naturaleza de la que formaban parte, a la que conocían, amaban, respetaban y temían. Ante la imposibilidad de entender esto, los españoles optaron por destruir toda prueba y todo aquello que recordara el pasado a los indígenas. Fue entonces hasta 1547 que Fray Bernardino de Sahagún, junto con la asesoría de médicos indígenas, publica información etnobotánica de 226 plantas, en donde se mostraban datos sobre los usos medicinales y la parte útil de una planta, la forma de uso y cómo debía ser administrada.
Después de muchos años, a principios del siglo XIX, investigadores como Alzate, Francisco Javier Clavijero (1731–1787) y Joaquín Velásquez de León (1803–1882) contribuyeron a formar una ciencia nacional. Una vez consumada la guerra de Independencia, sólo tres instituciones lograron sobrevivir: La Universidad, el Seminario de Minería y el Jardín Botánico. A partir de 1833 se fundó la cátedra de zoología, a cargo del doctor Manuel Moreno y Jové. En la botánica existía un grupo de investigadores, entre los que estaba Julián Cervantes, además de una cátedra de historia natural. Durante este tiempo se logró formar a las tres primeras sociedades científicas: La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, fundada en 1833; la Academia Nacional de Medicina (1864), la cual incluía una sección de biología, y la Sociedad Mexicana de Historia Natural, fundada en 1868.
Dentro del desarrollo de las Ciencias Naturales fue muy importante la creación del Instituto Médico Nacional (1988), en el cual se tenían secciones diferentes: Historia Natural, Fisiología, Climatología y Geografía Médica, Terapéutica Clínica y Química. Dentro de la sección de Historia Natural se encontraba a cargo el botánico José Ramírez.
Durante este tiempo llegaron a México importantes científicos extranjeros, quienes participaron temporalmente en el desarrollo de la biología. Dos de ellos fueron Alexader von Humboldt (1769–1859) y el francés Dugés. Humboldt destacó por sus aportaciones sobre la flora y fauna mexicanas, mientras que Dugés ocupó un sitio importante en la zoología mexicana, siendo maestro, colector e investigador de la fauna de nuestro país. Por otro lado surge Alfonso L. Herrera, biólogo mexicano, quien se destacó por sus trabajos e ideas; fue así que en 1885 publica su primer libro científico. En 1897 publica en francés su obra titulada Recueil des lois de la biologie generale, en donde enuncia su concepción evolucionista, formulando 11 leyes generales para la biología, siendo esta la obra más importante dentro de los escritos darwinistas del siglo XIX en México. Esto dio pie para que en 1902 fundara e impartiera la primera cátedra de Biología General en la Escuela Normal para Profesores, sin embargo, al paso de los años, su visión y sus iniciativas fueron motivo para que surgieran ataques en su contra, pues tanto el contenido del curso como sus ideas plasmadas en sus libros hicieron que chocaran con las ideas de otros sectores importantes de la sociedad, llevando a que en 1906 se cancelará la cátedra. A la par de Herrera, existió otro personaje importante en el desarrollo de la biología en México: Isaac Ochoterena, originario de Atlixco, Puebla, ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria con el fin de estudiar Medicina; sin embargo, ante la muerte de su padre, no pudo concluir sus estudios de bachillerato; esto lo llevó a que ante la Secretaría de Instrucción Pública solicitara un examen para que se le permitiera ejercer el magisterio en escuelas primarias, autorización que obtuvo en 1901. A lo largo de su trayectoria, su entusiasmo para desarrollar diversos trabajos lo llevó a ocupar numerosos puestos, no sólo educativos, también burocráticos, haciendo que recorriera gran parte del país y con ello que surgiera su interés por la botánica. Ante esto, Ochoterena logra fundar en 1925 el Instituto de Biología en la UNAM, dándose a la tarea de formar nuevos grupos de científicos jóvenes como Eduardo Caballero y Caballero, José de Lille y Helia Bravo Hollis; esta última se convertiría en la primera bióloga titulada en México, además de ser la fundadora del jardín botánico de la UNAM, y sobre todo fue la primera en hacer estudios taxonómicos de las cactáceas mexicanas.
Hoy en día las sociedades se han vuelto más conscientes del deterioro ambiental, provocando un aumento explosivo de instituciones que imparten la Licenciatura en Biología. En la actualidad México cuenta con aproximadamente 47 instituciones en donde ideas, conocimientos y teorías hacen que día a día surjan nuevas generaciones de biólogos, teniendo el mismo objetivo que nuestros predecesores: conocer, cuidar y respetar a todo esto que llamamos vida.
·FB Tras las huellas
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