El experimento de la escuela de física: Jesús García Ortiz

En los inicios de la década de los 60, en la UAP se gestaba un ejercicio formativo de una de las mejores escuelas de Física del país. Este ejercicio de creación de una escuela de Físico Matemáticas que formara científicos comprometidos con el desarrollo del país se gestaba en medio de una revolución científica y tecnológica, en medio de guerras y movimientos sociales.

Salón de Conferencias de la escuela de Físico Matemáticas. Archivo Histórico BUAP. Colección Vida Universitaria

Salón de Conferencias de la escuela de Físico Matemáticas. Archivo Histórico BUAP. Colección Vida Universitaria

La fundación de esta escuela se dio en un campo multidisciplinario e internacional. Este experimento consistió en que por primera vez en una universidad de provincia como la nuestra había profesores de tiempo completo, y en el área de Física; fue una planta de profesores muy buena y poderosa para ese entonces; algunos de ellos fueron galardonados con el Premio Nacionales de Ciencias; es el caso del doctor Leopoldo García Colín, una eminencia en el campo de la mecánica estadística; estaba Eleazar Brown, Eugenio Ley Koo, dedicado a física nuclear y física atómica; Virgilio Beltrán López, enfocado al electromagnetismo y física atómica, además de profesores invitados por ellos, como Fernando Chaos Urdapilleta, dedicado a física teórica y mecánica cuántica, y algunos físicos polacos y yugoslavos; eso le daba a la escuela una gran potencia como institución. Estos científicos, además de sustentar a la escuela de física, auxiliaron a otras escuelas en cursos que había en común entre Ciencias Químicas y Física.

Este ejercicio de calidad y único en su tiempo se vino abajo por cuestiones fundamentalmente políticas; al interior de la universidad, la disputa se dio entre un sector conservador y reaccionario que mantenía a la universidad en el oscurantismo y que era su feudo de poder y un grupo que pugnaba por una verdadera autonomía universitaria y el impulso del conocimiento científico.

Al interior de la universidad poco se comprendía la razón de este experimento: escuelas como medicina, leyes e ingenierías no apreciaban el beneficio de tener un equipo de científicos dedicados a la docencia y la investigación de tiempo completo, la crítica feroz se limitaba a los salarios que percibían estos científicos.

La UNAM y el Poli vivían una efervescencia política que terminó por formar y marcar a los que quedaron en la orfandad académica:

Las pugnas políticas fueron tan fuertes que la escuela fue destruida en 1966. Ahí quedamos desamparados, estudiantes de generaciones pasadas que estaban siendo formados por este gran equipo y aquellos que ingresamos ese mismo año, y a los investigadores se les echó de esta universidad; quedamos desamparados alrededor de 60 estudiantes. Este acontecimiento nos obligó a todos a luchar de manera permanente; hasta hablar con el gobernador que, finalmente, nos ofreció becas para estudiar en la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), instituciones que nos brindaron apoyo y nos facilitaron el ingreso con el compromiso de revalidarnos las materias que ya se habían aprobado.

Este acto marcó la vida de todos los que nos fuimos a la ciudad de México a estudiar; la mayoría vivimos el movimiento estudiantil del 68, adquirimos conciencia política y social, comprendimos qué es el clero, qué son los partidos políticos, qué es el autoritarismo, la corrupción, la pobreza. Desde entonces, nuestra trinchera sería la ciencia, la ciencia a favor del sector marginado, vulnerable y desprotegido del país, porque de algún modo, de allí venimos.

En Puebla se mantenía la lucha por que la escuela no desapareciera; el ingeniero Luis Rivera Terrazas y aquellos estudiantes pasantes —que ya tenían la gran parte de la carrera cursada— y que no les convenía en absoluto irse a la UNAM o al IPN porque no les iban a revalidar toda la carrera, se quedaron para terminar aquí; ellos trabajaron intensamente; fueron tiempos difíciles.

En 1971 nuevamente la escuela vuelve a tener un momento importante: otra vez se contratan profesores de carrera, los doctorados se contratan a tiempo completo, como es el caso de Carlos Cambero Vizcaíno y Rafael Baquero Parra, doctorados por el Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados del IPN (Cinvestav); a la escuela se integran los matemáticos José de Jesús Pérez Romero y Raymundo Bautista.

En ese tiempo había pocas escuelas de Física a nivel nacional; además de la UNAM y el IPN, estaba la de San Luis Potosí, la de Monterrey, el CICESE en Ensenada, Puebla y estaba en ciernes la de Xalapa. En ese tiempo no se comprendía la importancia de estudiar la carrera de Física; era, a ojos de otros, una carrera de locos.

Algunos de los recién egresados de la UNAM y el IPN regresamos a Puebla y fuimos contratados como medio tiempo. En 1971 yo era jefe de laboratorios y recuerdo que tranquilamente debía lidiar con alrededor de 90 estudiantes, dando todos los laboratorios de física.

En ese tiempo había deseos de impulsar la física de las bajas temperaturas y posteriormente la física de estado sólido, y esos impulsos se deben esencialmente a la gente de mayor nivel que se tenía contratada en esos momentos, ellos eran la vanguardia en investigación en su área de especialidad. En esos tiempos se acordaron convenios de investigación con la Universidad de Alberta, en Canadá, y el Cinvestav.

En aquel entonces no existían las formalidades, la burocracia y los requisitos que ahora existen para poder estudiar; era muy diferente la manera en que impulsaba a la gente a seguir aprendiendo. El desempeño de muchos nos permitió continuar con estudios de posgrado en varias instituciones, como el Cinvestav y el INAOE.

En 1973 se creó la escuela de Matemáticas teniendo como impulsores a Jesús Pérez Romero y Raymundo Bautista; con dos escuelas, la de física y la recién creada de matemáticas, se piensa —aún en un estado embrionario— en crear la escuela de electrónica, que originalmente se orientaba a formar técnicos en manejo y uso de aparatos eléctricos; sin embargo, ello terminó por crear la escuela de Electrónica; los impulsores de esta carrera fueron Eduardo de la Rosa y Paolo Gianni Cecchetti Peregrini, trabajadores investigadores del INAOE.

En 1974 aparece una escuela más: Computación; esta escuela empieza tener una demanda bárbara, la escuela empieza a crecer de tal manera que nos cuesta trabajo dar servicio a los cuatro colegios (Física, Matemáticas, Electrónica y Computación) por lo que invitamos a profesores a incorporarse a la Facultad, y sin embargo eso no fue suficiente para atender la demanda estudiantil.

Hoy los institutos de investigación, en su mayoría, están divorciados de las facultades, de las licenciaturas, los mejores del país deberían estar dando clases en las licenciaturas, en los básicos; esa fue la lógica bajo la cual se construyó la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas desde sus inicios; eso es lo que hace que hoy sea una facultad con un sólido nivel académico, es el producto del esfuerzo de mucha gente comprometida con su ciencia y con la sociedad.

 

La escuela de Computación

 

Si queríamos ser una buena escuela de Computación debíamos tener al personal idóneo que impulsara esta disciplina. En 1975, en la coyuntura del movimiento de electricistas, con Rafael Galván al frente, el asunto involucra al Centro Nuclear de Salazar, en el estado de México, y en esos tiempos el doctor Harold V. Mcintosh es dado de baja de aquel centro. Para nosotros esta era una oportunidad que nos quedaba como anillo al dedo; invitamos a Mcintosh y a su equipo de trabajo a impulsar la recién creada escuela de Computación en Puebla.

Los primeros docentes que daban las materias de computación eran profesionales de otras áreas. Con la llegada de Mcintosh y todo su equipo de trabajo, las materias de computación se transformaron a un perfil totalmente científico en el campo de la computación; los cursos no eran fáciles; exigían empeño.

Así, el grupo que buscó la separación de la escuela; se apodera de la mayoría de los cursos; paulatinamente le cierra las puertas Mcintosh y a su equipo de trabajo. Lamentablemente algunos los estudiantes aceptan ese juego porque los cursos con Mcintosh no eran nada fáciles; francamente muchos preferían quedarse con el profesor “barco”.

Mcintosh es un científico que vive para su ciencia, celoso de su trabajo; desde que lo conozco vive en el Centro de Cálculo, allá —me atrevo a decir— vive, es su casa. Se ha entregado a la ciencia y ha colaborado en la formación de jóvenes. Es un científico nato, un poco incomprendido porque con él no había tiempo para la broma o el vacile; con él sólo se podía hablar de ciencia y de cosas serias.

 

La producción científica en el México neoliberal

 

Bajo la bandera de “trabajar bien”, los científicos del país se han sumergido en el mundo de los puntos; nadie cuestiona nada; trabajar por trabajar es el lema. La falta de visión de los “dirigentes” ha frenado en cierta forma el desarrollo científico del país; todo lo ven como elemento de adorno, de presunción, de conveniencias; no ven la investigación científica como un elemento necesario y fundamental para el desarrollo del país. Los funcionarios se ufanan cuando dicen: tenemos 5 mil investigadores en el país, pero no dicen tenemos la dispersión de 5 mil investigadores que hacen ciencia quién sabe para qué, eso es lo que no sirve, no se ve para dónde vamos, los científicos van para un lado, el país para otro, la gente dizque trabaja y dizque investiga.

Actualmente los investigadores desprecian la docencia porque para los estímulos ofrece pocos puntos. Inicialmente, cuando las instituciones empezaron a promover los estímulos al desempeño académico, se veía como algo bueno, por equis número de artículos se les daba más dinero.

Lo más curioso es que cuando esos investigadores quieren ser docentes ya no pueden porque han olvidado las técnicas de cómo hacer mejor a los estudiantes, cómo formarlos mejor, cómo interesarse en ellos, cómo hacer que aprendan bien. Estos trabajadores llegan a las escuelas muy entorchados, llenos de medallas, pero no resultan buenos profesores —a decir de los estudiantes—, y en ocasiones resultan aborrecibles para los jóvenes porque ya los van conociendo, ya ven su lógica.

El futuro de la docencia no solo es ocupar una plaza, es una práctica que incide en el futuro del alumnado; lo cual lleva a una reflexión muy importante.

Los trabajadores que hacen ciencia no discuten la política de crear conocimiento científico, no tienen un pensamiento crítico. Muchos justifican que solo dan uno o dos cursos porque “están haciendo investigación”; no les interesa formar cuadros, formar nuevas generaciones de científicos y los directores de las instituciones; para evitarse problemas le siguen el juego en lugar de obligarlos a que den más cursos, porque es necesario que compartan su sabiduría; el conocimiento es para compartirlo no es pose y ornamento.

Esa forma de dar becas ha tenido como consecuencia la desaparición y debilitamiento de los sindicatos y organizaciones gremiales a nivel de profesores porque ya no luchan en igualdad de condiciones.

La política de cómo se hace la ciencia en general en el país es un juego pernicioso, estamos infectados.

 

La docencia y los estudiantes

 

La Facultad de Físico Matemáticas es algo inherente a mí, es mi segunda casa, el lugar en el que por muchos años me he sentido muy feliz; trabajar y convivir con jóvenes es maravilloso, se gana satisfacción cuando ves y palpas el desarrollo de los jóvenes.

La universidad se ha burocratizado, ha respondido a las tendencias neoliberales de la educación; en lugar de darle la oportunidad a los jóvenes a que se realicen, establecen plazos formales de tiempo para todo, para cumplir el programa de un curso, para terminar una investigación, para concluir una tesis, para graduarse; todo eso es falso.

Hay que comprender que no todos caminan igual, no todos entienden igual, no todos procesan igual la información; lo que se requieren son diversos tipos de escuela a diversos ritmos.

No se entiende que trabajamos con seres humanos, únicos y diversos, con una realidad cotidiana que deben enfrentar, con dificultades, barreras y límites.

El nuevo reto está en buscar una forma menos neoliberal y burocrática para apoyar a los estudiantes. ¿Para qué sirven las becas? ¿Quién debería ser merecedor de una beca?

Hubo una etapa en la facultad en que se impulsaron las becas a estudiantes de escasos recursos, se pedía que fueran de esa condición, porque hay jóvenes que no rinden porque ni siquiera han desayunado o comido, porque algo les sucede, porque tienen muchos problemas en casa.

Dar becas a los que sí tienen recursos, a los que son brillantes en la escuela, eso, desde mi opinión es hacer al hombre engreído, vanidoso, es fomentar su creencia de ser más y estar por encima de sus compañeros; esas becas hacen que el estudiante no luche socialmente; la universidad ha sufrido muchos cambios y el más fuerte es la conciencia social de los estudiantes y de los trabajadores. Hoy, se apaga a los estudiantes para que no protesten por las cosas que suceden en el país. Estamos rodeados de policías en la institución, casi cada trabajador es un policía, uno se da cuenta y dice ¡qué vergüenza!

Antiguamente había discusiones políticas en las aulas sobre la situación local y nacional. Actualmente no hay discusión política de nada, excepto el escándalo que pueda hacer la gente de la facultad de Economía, no hay más nada. El país se está cayendo y como que no pasa nada, como que Calderón fue un asesino y no pasa nada, como que Fox fue un inepto y como que no pasa nada. Como que todo está bien, han comprado el eslogan de que el estudiante a estudiar, se olvidan que están en una universidad en donde se aprende de todo, es el lugar donde uno va a aprender todos los conocimientos que hay, todo lo que hay, y eso debería ser de filosofía, de política. Y la gente que podía hablar ya no habla, está condicionada, hay mucho miedo para hablar. La universidad es reflejo de lo que sucede en el país, se silencia a los inconformes, a los estudiantes, a aquellos que no aceptan la naturalización de la muerte y violencia que impera.