Ilusiones ópticas: colores oponentes

Hola, sí… soy un corazón, rojo con bordes verdes, que está dispuesto a conquistar al tuyo, pero en este momento la única forma que tengo para lograrlo es mirarte fijamente a los ojos con mi único ojo, colocado justo en mi centro; sí, ese punto negro es mi ojo, por favor obsérvalo sin parpadeo alguno, al menos por 20 segundos… ahora desvía tu mirada en la parte gris que está a mi lado, y parpadea en repetidas ocasiones.

p-13aMi borde casi rojo, con mi centro verde muy claro, ¿te gusta? ¿No logré conquistarte? Mira, me he cambiado la ropa por otro color, ahora soy azul con bordes amarillos, por favor vuelve a observarme como en el caso anterior…

p13bY ¿ahora? Mi borde azul con centro amarillo ¿ha logrado conquistarte? ¿Nada? ¿Mis cambios de ropa no son atractivos para ti? Espera, déjame hacer un último intento a ver si con esta nueva propuesta logro por fin convencerte. Ahora en blanco y negro, vuelve a mirarme fijamente, directo a mi ojo, sin parpadeo alguno, son tan sólo 20 segundos, luego desvía tu mirada a la parte gris y parpadea muchas veces. El blanco de mi borde con el negro de mi centro ¿no te enloquece? Calma, calma, espera, no te asustes; sigo siendo yo, no he cambiado absolutamente en nada; en verdad lo siento, pero es que… no soy yo, eres tú… Te explico.

p13cLo que nuestros ojos detectan son las ondas electromagnéticas visibles reflejadas o transmitidas por los objetos que nos rodean cuando han incidido sobre ellos. La pupila en nuestros ojos es una abertura física, como un pozo profundo, por donde entra la luz y llegar hasta la retina. El tamaño de la pupila es variable, cuando la cantidad de luz es muy poca se abre considerablemente, y cuando la cantidad de luz es demasiada se cierra, dejando pasar sólo la cantidad necesaria para que podamos ver nítidamente. La retina es un tejido altamente especializado conformado por neuronas integradas, las cuales tapizan a la superficie interna del globo ocular. Su función es transformar la luz en una señal neurológica apropiada y mandarla al cerebro para que éste la interprete o decodifique. La retina juega un papel primordial en cuanto a la visión, en ella se forman las imágenes de todo lo que vemos y nos permite verlas coloreadas.

En el centro de la retina, aproximadamente a un ángulo de visión de 10 grados, tenemos un pocito de aproximadamente 2 mm de diámetro, llamado fóvea, donde se encuentran los fotorreceptores llamados conos que nos permiten percibir colores, y fuera de éste, se tienen a los fotorreceptores llamados bastones que nos permiten amplificar la cantidad de energía luminosa cuando ésta es muy tenue, por ejemplo, en noches sin luna.

Cuando hablamos de detección de colores, básicamente estamos hablando de un proceso neuronal, ya que el cerebro, a través de los ojos, es el que lleva a cabo la conversión de la energía luminosa en actividad neural.

No se tiene una cifra exacta de la cantidad de conos y bastones que hay en la retina, pero en promedio se dice que unos 120 millones de estos fotorreceptores se encuentran distribuidos en ella (en la fóvea y alrededor de ésta). Se dice que se tienen entre 6 y 7 millones de conos en la fóvea y los bastones completan el resto de  los 120 millones.

Los bastones son mil veces más sensibles a la luz que los conos. Esto provoca que bajo condiciones de luz nocturna (o escotópica) los bastones contribuyan a la mayor parte de la visión. En cambio, con luz diurna (fotópica), los conos son los que contribuyen a la mayor parte de la visión. Por ello, a veces se encuentra en la literatura que la retina es duplex, o sea escotópica, cuando usa principalmente a los bastones, y fotópica cuando usa principalmente a los conos.

Los bastones poseen un solo fotopigmento mientras que los conos tienen tres tipos diferentes, teniendo así tres tipos de conos que son los que capacitan al ojo para percibir colores. Los fotorreceptores convierten o transducen la luz que les llega, la fototransducción no es mas que la conversión de energía luminosa en cambios de potencial eléctrico que llegan directamente al cerebro.

Los bastones superan en número a los conos en una proporción de aproximadamente 20 a 1. La visión durante el día depende solamente de los conos, cuyos pigmentos requieren de mayor energía para activarse.

Cuando los ojos, de manera repentina, pasan de un lugar muy luminoso a uno muy oscuro, los fotorreceptores sufren alteraciones, ya que los conos son los que inicialmente se encontraban trabajando, para posteriormente dar lugar a los bastones. Esta transición que sufren los ojos desde una visión diurna (por medio de los conos) hasta una visión nocturna (por medio de los bastones) no es inmediata. Los ojos tardarán entre 20 y 25 minutos en adaptarse. Este tiempo recibe el nombre de adaptación a la oscuridad. Durante este periodo los bastones altamente sensibles a bajos niveles de luminosidad pueden aumentar su sensibilidad hasta un millón de veces. Debido a este aumento de la sensibilidad en los bastones, y cuando el ojo ya está adaptado a condiciones de oscuridad, y regresa de manera repentina a condiciones de mucha luz, se encuentra saturado temporalmente, pero en un lapso de entre 5 y 10 minutos el ojo se adapta nuevamente. Este maravilloso proceso nos da la capacidad de movernos sin tantos tropiezos.

Básicamente, los colores que se perciben a través de nuestros ojos están determinados por los conos que se activan con las luces roja, verde y azul. Con base en esta forma de detección de colores, el físico británico Thomas Young en 1802, de manera experimental, demostró que podían crearse todos los colores del arco iris, incluyendo el blanco al mezclar las porciones correctas de rojo, verde y azul. Young fue el primero en proponer que en cada punto de la retina de nuestros ojos existía una agrupación de tres tipos de receptores, uno para la luz roja, otro para la verde y uno más para la luz azul, estableciendo así la base psicofísica de las sensaciones de color que acompañan a los estímulos luminosos.

Las ideas de Young también fueron defendidas y apoyadas por el fisiólogo alemán Hermann von Helmholtz, por eso se le conoce como la teoría tricromática de Young-Helmholtz que establece que el cerebro asigna los colores con base en una comparación de la lectura de los tres tipos de conos. Cuando todos los conos son activados por igual (cuando les llega al mismo tiempo toda la luz del espectro visible) se percibe el ‘blanco’. Y cuando falta algún cono, se produce ceguera a los colores.

Pero, mientras Helmholtz propugnaba esta hipótesis, Ewald Hering formulaba una teoría totalmente diferente. Hering había realizado amplias investigaciones en el campo de la acromatopsia (también llamada monocromatismo o ceguera diurna, el cual es un desorden de la visión, ausencia total a los colores) y no pudo armonizar la teoría de Young-Helmholtz con sus hallazgos que parecían indicar una extraña relación entre cuatro colores primarios: rojo, verde, azul y amarillo. Su hipótesis era que los receptores de la retina se limitaban a absorber la luz, y que el discernimiento del color empezaba en los mecanismos de interpretación situados más adelante en el sistema óptico.

Aunque las teorías de Young-Helmholtz y Hering parecían contradecirse, actualmente pruebas electrofisiológicas por medio de electrorretinogramas registran la respuesta eléctrica de los fotorreceptores debido a estímulos luminosos, y muestran las respuestas de los fotorreceptores, comprobándose así la teoría de Young-Helmholtz. Además, se ha comprobado que después de algunos segundos (en promedio 20) de observar fijamente esos estímulos (sin parpadeo) los fotorreceptores se saturan, y es el cerebro quien se encarga de decodificar esa información, regresándonosla de manera opuesta, es decir, si los conos que detectan estímulos rojos se saturan, el cerebro manda como respuesta un color verde; si los conos que detectan estímulos verdes son ahora los saturados, el cerebro manda como respuesta un color rojo. Ahora bien, si los conos que detectan estímulos azules se saturan, el cerebro manda como respuesta un color amarillo; pero, si se manda un estímulo amarillo (saturando a los conos rojos y verdes) el cerebro manda como respuesta un color azul. Cuando se manda un estímulo blanco, saturando a todos los conos por igual, el cerebro regresa como respuesta un estímulo negro, y viceversa. Esta experimentación, sin pruebas electrofisiológicas, fue la gran aportación de Hering, de tal manera que en la literatura se dice que rojo y verde son colores opuestos, igual que lo son azul y amarillo, y negro y  blanco, conociéndose a estos como los colores oponentes (opponents hue) que Hering trató de explicar en su teoría, pero que no pudo armonizar con la de Young.

La explicación de porqué nuestro cerebro responde de esta manera, aún no ha sido esclarecida satisfactoriamente, la neurociencia sigue trabajando… ¿Ahora entiendes que no soy yo? No son tus ojos los que me ven, es tu cerebro el que te engaña…

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