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Aves fósiles, una perspectiva latinoamericana

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No, no todos los paleontólogos estudian dinosaurios. Pero como paleornitólogo (alguien que estudia aves fósiles), yo me encuentro en la curiosa situación de estudiar los restos fósiles de los únicos dinosaurios vivos. Sí… Las aves son dinosaurios. Este es uno de los mayores aportes que el estudio de las aves fósiles nos ha legado: no todos los dinosaurios se extinguieron hace 66 millones de años. De hecho, en cierto sentido, aún vivimos en la era de los dinosaurios. Sin embargo el tener representantes vivientes no hace que el estudio de las aves fósiles sea necesariamente más fácil que el de grupos extintos. Debido a sus huesos huecos y delgados, los restos de aves tienden a hallarse despedazados. El resultado es un registro fragmentario al cual no siempre se le ha dado mucha atención. Pese a esto, a lo largo de los años un pequeño pero productivo grupo de profesionales ha conseguido revelar mucho sobre la historia evolutiva de las aves. En este contexto, el registro latinoamericano ha aportado pistas importantes para entender su diversidad extinta y el origen de su diversidad en la actualidad.

p-11Las aves más antiguas datan de hace unos 150 millones de años, durante el periodo Jurásico. Archaeopteryx de Alemania suele ser reconocida como la más antigua, aunque durante los últimos años nuevos fósiles de edad similar han sido hallados en China. Se trata de animales del tamaño de una paloma con características intermedias entre dinosaurios carnívoros no voladores como Velociraptor y las aves modernas. Para fines de la era de los dinosaurios, durante el periodo Cretácico, las aves ya se habían diversificado en una amplia gama de especies adaptadas a diferentes ambientes, aunque la mayoría de las formas modernas que nos resultan tan familiares aún no habían aparecido. Argentina es el país latinoamericano donde estas etapas tempranas se conocen mejor, incluyendo aves no voladoras (Patagopteryx) y posiblemente algunas de las aves modernas más antiguas (ej. Lamarqueavis). El registro argentino ha sido particularmente importante para el estudio de las Enantiornithes (que significa “aves inversas”), un grupo extinto de aves dentadas y que dominó los ambientes terrestres durante el Cretácico. El nombre de este grupo deriva del genero Enantiornis descubierto en El Brete y a partir del cual se reconoció a estas aves como un linaje completamente separado del de las aves modernas. Fósiles cretácicos de aves también se conocen en Brasil, Chile, Colombia y México.

Tras la extinción de los dinosaurios no avíanos, los mamíferos comienzan a ocupar los nichos antes ocupados por los grandes reptiles, hasta convertirse en los mayores vertebrados terrestres. Simultáneamente las aves iniciarían una radiación similar, colonizando cada rincón del planeta gracias a su capacidad de volar. En Latinoamérica, las fases más tempranas de esta radiación moderna pueden observarse en Brasil, donde existe el registro más abundante de aves del Paleo-ceno, hace unos 58 millones de años. Estos fósiles procedentes de la localidad de Itaborai e incluyen al pájaro cucú más antiguo conocido (Eutreptodactylus) y grandes aves no voladoras como los ñandúes (Diogenornis) y las aves del terror (Paleopsilopterus). Estas últimas pertenecen a una familia de grandes aves carnívoras extinta en la actualidad (Phorusrhacidae), las cuales se posicionaron como uno los principales depredadores del continente y uno de los elementos más característicos de la fauna Sudamericana. Estos registros demuestran que la radiación temprana de las aves modernas ya había originado algunos de los linajes típicos de las Américas para inicios de la era de los mamíferos.

Sin embargo, es importante recordar que durante esta fase, la región que hoy conocemos como Latinoamérica se hallaba fragmentada: la mayor parte de Centroamérica se encontraba bajo el agua o formando islas, por lo que Norte y Sudamérica se hallaban separadas. De hecho, Sudamérica fue un continente isla por más de 50 millones de años, permitiendo la evolución de muchas especies únicas en el mundo. No obstante, dicha aislación fue una barrera menos efectiva para animales voladores como las aves, que al igual que algunos pequeños mamíferos fueron capaces de colonizar el continente. Un ejemplo de dichas migraciones a larga distancia es el hoazín, una de las aves más características del Amazonas y famosa porque sus polluelos conservan garras en las alas al nacer. Los fósiles más antiguos de hoazines datan de hace unos 35 millones de años y proceden de Francia, existiendo también evidencia de su presencia en África durante el Oligoceno hace unos 25 millones de años. Esto sugiriendo que la familia de los hoazines se originó en el viejo mundo y habría llegado a través del Atlántico hace al menos 24 millones de años, época en la que se registran por primera vez en Brasil (Hoazinavis).

Si bien la mayoría de las familias de aves modernas ya habrían aparecido para fines del Oligoceno, las especies actuales solo comenzarían a aparecer durante el Mioceno, entre 23 y 5 millones de años atrás. Los fósiles hallados en las costas de sur del Perú y norte de Chile durante dicho periodo nos muestran el surgimiento de las faunas de aves marinas modernas en el Pacífico Sur. Los pingüinos son, sin duda, los más abundantes, incluyendo la presencia de especies relacionadas con el actual pingüino de Humboldt (Spheniscus) y los registros más antiguos de pingüinos de cola de cepillo (Pygoscelis), que hoy se encuentran restringidos a la región Antártica. Adicionalmente se conocen fósiles de otras aves marinas como los albatros, petreles, piqueros y cormoranes, e incluso algunas aves continentales como los cóndores (Perugyps). Pero sin duda el grupo más notables de aves marinas en el Pacífico sudamericano son los Pelagornithidos, un linaje extinto en la actualidad y caracterizado por poseer numerosas proyecciones óseas a modo de dientes a lo largo de sus mandíbulas. De hecho, uno de los esqueletos más completos conocidos para esta familia fue hallado en Chile (Pelagornis chilensis), ayudando a confirmar que estas fueron las aves voladoras más grandes que han existido, superando los seis metros de envergadura. La única otra ave que pudo alcanzar envergaduras similares es Argentavis, que vivió al interior de lo que hoy es Argentina durante el mismo periodo. Este animal pertenece a la extinta familia de los Teratornítidos, la cual esta cercanamente emparentada con los cóndores modernos y su envergadura pudo rondar también los seis metros.

Para inicios de la edad del hielo, hace 2.6 millones de años, el istmo de Panamá ya se había cerrado y permitido el intercambio de animales y plantas entre Norte y Sudamérica. Esto incluyó el ingreso de las aves del terror a Norteamérica, donde dieron origen al género Titanis que habitó Florida hasta hace unos 2 millones de años. Este evento conocido como el gran intercambio americano fue clave en el establecimiento de las faunas terrestres del continente. Sin embargo, islas como Cuba permanecerían aisladas, permitiendo la aparición de aves únicas. Estas incluyeron búhos terrestres de hasta un metro de altura (Ornimegalonyx) capaces de cazar a los pequeños y medianos mamíferos que abundaban en la isla, incluyendo perezosos terrestres y una amplia variedad de roedores. Efectivamente, en Cuba las aves eran los principales depredadores terrestres.

Como hemos visto las aves que hoy en día vemos en nuestros jardines son solo las últimas en una larga historia que se remonta a la era de los dinosaurios y que podemos explorar observando el registro latinoamericano. Hoy existen unas 10 mil especies de aves, el doble que los mamíferos, siendo los vertebrados terrestres más diversos en la actualidad. Nuevas pistas sobre esta historia están siendo reveladas gracias al metódico estudio de nuestro patrimonio paleontológico, pero aún queda mucho por revelar.

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