¿Qué es la paleoictiología?

La paleoictiología es una rama de la paleontología que se dedica al estudio de los peces fósiles. A través del análisis de los restos de organismos que quedaron preservados en las rocas sedimentarias podemos conocer el tipo de vida en el pasado remoto, e incluso la clase de ecosistemas que existieron. Los paleoictiólogos estudiamos restos petrificados de peces y hacemos interpretaciones acerca de su forma, tamaño, color, funciones biológicas y también analizamos sus relaciones de parentesco, así como su papel en el ecosistema.

Cráneo de pez fósil de Hidalgo. Autor: Katia González 2015

Cráneo de pez fósil de Hidalgo. Autor: Katia González 2015

Los primeros registros de peces se remontan a hace aproximadamente 450 millones de años, aunque sus ancestros poblaron los océanos varios millones de años antes. Muchos grupos de peces que vivieron en ese entonces están extintos, pero otros, como los tiburones, rayas y peces óseos modernos, han sobrevivido hasta nuestros días.

El estudio de los peces fósiles es complejo, debido a que la mayoría de las veces los ejemplares no se encuentran completos y casi siempre solo se preservan partes del esqueleto; sin embargo, en cada familia, género o especie existen características particulares que ayudan a identificarlos y a descartar a los grupos que no las presentan. Así, por ejemplo, los huesos del cráneo o del esqueleto caudal proporcionan pistas para determinar a qué especie pertenecen o si se trata de una especie nueva.

El proceso de estudio comienza desde el momento en que son encontrados en los afloramientos fósiles. Generalmente se hallan incluidos en rocas calizas, lutita, areniscas o limonita, dependiendo del ambiente de depósito. A veces están totalmente cubiertos por sedimento, por  lo que es necesario limpiarlos y prepararlos para su análisis. Esto se realiza mediante métodos mecánicos, los cuales consisten en retirar el sedimento con herramientas como agujas de disección, exploradores dentales, cinceles, martillos, etcétera. En ocasiones se utilizan métodos químicos para remover calizas, que consisten en agregar ácidos como el acético o fórmico en concentraciones bajas (p. e. 10 por ciento) sobre el sedimento. Este proceso se puede repetir las veces que sea necesario, incluso, la roca se puede sumergir en el ácido siempre y cuando no dañe el ejemplar. Posteriormente se debe lavar con agua corriente y se recomienda utilizar amonio para neutralizar el efecto del ácido. Otras veces, cuando están preservados en calizas, la parte expuesta del fósil se puede incluir en resina cristal para cubrirlo y protegerlo; posteriormente, el lado contrario de la caliza se devasta agregando ácido, hasta que aparezca el fósil. En este momento, se pueden observar ambos lados del fósil y es posible notar características que tal vez no eran visibles en la cara previamente expuesta del ejemplar.

Cuando el ejemplar ya se encuentra preparado se analizan sus características con la ayuda de un microscopio estereoscópico. Se buscan caracteres compartidos con otros taxones (sinapomorfías), así como caracteres únicos (apomórficos) que ayuden a definirlo. Cada uno de los huesos del cráneo y del esqueleto axial es identificado, descrito e ilustrado; se realizan fotografías y dibujos de las estructuras y se comparan con otros peces tanto fósiles como recientes. Este proceso es enteramente taxonómico y si se quiere conocer sus relaciones de parentesco con otros grupos, entonces se realizan análisis filogenéticos, donde se generan matrices de caracteres y se analizan con programas de cómputo. El resultado de estos análisis es la generación de hipótesis de interrelación mostradas en árboles filogenéticos denominados cladogramas.

De igual forma, se pueden hacer inferencias del ambiente donde vivieron y/o se depositaron, a través del estudio de las características químicas y físicas de las rocas en las que se encuentran. Por medio de análisis geoquímicos y de isótopos es posible determinar las características del ambiente de depósito, tales como salinidad, oxigenación y temperatura. Asimismo, a través de la asociación de los restos encontrados, se puede inferir el tipo de paleocomunidad que existió en la zona.  Por otro lado, es posible estudiar aspectos de su distribución geográfica, por medio de la comparación con otras localidades fosilíferas del mundo.

En México contamos con varias localidades fosilíferas, principalmente del Cretácico (entre 110 y 90 millones de años) que contienen peces, invertebrados, reptiles y a veces plantas. La mayoría de las especies que se han encontrado en ellas son nuevas para la ciencia. La localidad más importante por el grado de preservación y diversidad de especies es la cantera Tlayúa de Tepexi de Rodríguez, Puebla (Albiano), pero no de menor importancia son la cantera Muhi de Zimapán, Hidalgo (Albiano-Cenomaniano), la cantera de Vallecillo en Nuevo León (Turoniano temprano), las canteras de Múzquiz en Coahuila (Turoniano) y las canteras El Chango y El Espinal de Chiapas (Cenomaniano), entre otras. Cada una de ellas presenta fauna endémica de lo que corresponde al oeste del Mar de Tetis, un océano de aguas cálidas y poco profundas que existió entre los dos grandes supercontinentes Laurasia y Gondwana durante la Era Mesozoica.

Esta fauna se encuentra bajo investigación; sin embargo, la labor es ardua y no existen suficientes especialistas en México para analizarla. Por lo anterior, es necesario despertar el interés de las nuevas generaciones de jóvenes, para que se dediquen a conocer y estudiar a los organismos que vivieron en el pasado remoto y sobre todo a los peces, que no llaman la atención como los dinosaurios porque son pequeños y numerosos, y porque se tiene la idea que los grupos actuales siempre han existido y sólo sirven como fuente de alimento o para coleccionarlos en un acuario. En la actualidad existen muchas especies de peces que se encuentran en peligro de extinción y conociendo su origen e historia evolutiva, se puede ayudar a generar estrategias para su conservación.

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