Para mediados de los 90 se muestra un incremento en el flujo migratorio internacional de la comunidad otomí de San Pablito, perteneciente al municipio de Pahuatlán, ahora hacia la ciudad de Durham, Carolina del Norte, que muestra un acelerado crecimiento industrial abriendo posibilidades de trabajo en la construcción y en el sector de los servicios donde los otomíes de San Pablito encuentran un nicho de laboral y de desarrollo, estableciéndose por temporadas mucho más largas e incentivando la migración de mujeres. Aunado a las condiciones laborales precarias y a la desarticulación de la agricultura, la migración internacional se convierte en una opción de vida para los y las jóvenes otomíes, quienes muchas veces finalizando la secundaria buscan emprender el tan deseado y anhelado sueño americano.
Sergio E. tiene 29 años, es oriundo de San Pablito y migró hacia los Estados Unidos a la edad de 12 años y medio (finalizando la educación primaria), en compañía de su tío buscando un buen futuro; las razones principales que lo arrojaron a salir de su comunidad se debieron principalmente a las condiciones precarias en su entorno familiar, ya que no tenía a sus padres cerca, por lo que desde muy pequeño sufrió de maltrato y carencias económicas fuertes.
A su llegada a los Estados Unidos su tío prácticamente lo abandonó en Carolina del Norte donde empezó a trabajar en una finca tabacalera; por su corta edad era el único lugar donde podía laborar, estuvo trabajando durante 6 meses, tiempo en que duró la pizca del tabaco.
“Era un trabajo pesado, no contábamos con seguridad social; se trabajaba de 6:00 a 6:00; nos pagaban 6 dólares la hora y dormíamos en unas como cabañas que nos daba el patrón. No me gustaba trabajar ahí, porque por el líquido que le ponen a las plantas, ese con el que se fumiga, es muy fuerte y hacía mucho calor y cada vez que sudabas el líquido como que se te metía y te hacía vomitar, había gente que se quedaba desmayada y ya nada más pasaba alguien, los cargaba y los sacaba, muchas veces les pagaban lo que habían trabajo, otras veces ni eso daban”. (Sergio E. San Pablito, Pahutlán)
Posteriormente logró contactar a un amigo (migrante de San Pablito) y se muda hacia Virginia por la facilidad que en ese momento tenían los jóvenes como él para conseguir una oportunidad laboral. Inició trabajando en un restaurante sacando basura, limpiando mesas, lavando platos, y conforme fue pasando el tiempo Sergio se integró al área de cocina, donde aprendió a preparar alimentos y se convirtió en encargado y responsable tanto de la cocina como del propio restaurante, donde se ganó la confianza de la dueña por su trabajo y constancia.
“Mi vida en Virigina, en un principio fue difícil, vivía con el amigo que había yo contactado, compartíamos un pequeño cuarto y pues había que pagar la renta, la comida, lavar la ropa, los taxes que luego te ponían y con lo que ganaba en el restaurante que era como un tipo McDonald’s no me alcanzaba; entraba a trabajar a las 4:00 de la mañana, para abrir a las 5:30 salía a las 2:00 de la tarde y de ahí corría a otro trabajo que conseguí en un restaurante francés; ahí sí trabajaba directamente con el chef y aprendí hacer un montón de cosas, a mezclar las vinagretas, hacer ensaladas combinar las especias, que aquí pues aquí no se usan y allá casi todo lleva eso. En este trabajo que te digo entraba a las 2:30 de la tarde y salía a las 11 de la noche… ¡16 horas de trabajo! En el de la mañana me pagaban 13 dólares la hora y en el otro 16 la hora”. (Sergio E. San Pablito, Pahuatlán)
Pasaron ocho años para que Sergio regresará por primera vez desde su partida de San Pablito, tenía 20 años y regresó para poder ver a su familia, traer un poco de dinero y empezar a construir su casa, en ese periodo conoció a su pareja, se juntaron y tuvieron un bebé. Sergio solo estuvo nueve meses en su comunidad y emprendió nuevamente el viaje cuando su hijo tenía dos meses de nacido; ahora sabía que tenía que seguir trabajando para poder forjar un futuro para su nueva familia. A pesar de la insistencia de que su pareja viajará con él, ella por cuestiones médicas y de seguridad prefirió no hacerlo.
Ya en el 2014 Sergio tomó la decisión de regresar permanentemente a su comunidad; ya había cumplido con sus expectativas: construyó su casa, juntó dinero y sobre todo comenzó a percatarse de que la situación en Estados Unidos cada vez era más complicada para los inmigrantes, sobre todo mexicanos que eran blanco de un sinnúmero de vejaciones. Sergio participó activamente en una manifestación que se realizó en Washington para poder exigir por sus derechos, ya que las leyes impuestas por el gobierno estadounidense en materia migratoria comenzaron afectar en su vida diaria, la discriminación aumentó, le fue retirada su licencia de manejo y existía siempre la zozobra de poder ser deportado.
Estando en San Pablito, con el dinero que logró juntar (al igual que muchos otros y otras migrantes que retornan) abrió junto con su esposa una pollería, la cual se encuentra ubicada en el centro de la comunidad, venden pollo fresco y rostizado, así como también arroz y guarniciones; también logró hacerse de un equipo de sonido que renta en las fiestas o eventos tanto en el pueblo como en las comunidades aledañas. Su pareja aparte de atender la pollería se encarga de hacer collares, aretes y anillos de chaquira como muchas de las familias en San Pablito.
Al contrario de otros San Pabliteños que han retornado, Sergio no apostó por el trabajo familiar artesanal de la elaboración, distribución y venta de papel amate, debido a que no sabe cómo trabajarlo y como él menciona no está entre sus planes aprender a hacerlo.
El retorno de Sergio a su comunidad ha sido matizado por diversos escenarios; por un lado ha tenido que aprender a vivir con su pareja, su hijo y hacerse cargo de su propio negocio; por otro lado, con el dinero que juntó en Estados Unidos le ha alcanzado para llevar una vida relativamente sin contratiempos; sin embargo, él sabe que el dinero se irá acabando poco a poco y que su negocio a pesar de la novedad del giro comercial, no representa un ingreso alto o constante.
En otra mirada se ha enfrentado a una comunidad que le es ajena a lo que vivió por casi 16 años, mirarse inserto en un territorio que le genera contradicciones y que constantemente lo hacen comparar las grandes ciudades con las carencias que son tan palpables en San Pablito, la falta de servicios públicos, la basura en las calles, el incipiente servicio médico, la violencia y alcoholismo son escenarios en los cuales le gustaría poder incidir; y entre broma y broma ha dejado ver su deseo por ser presidente auxiliar y entonces poder hacer las cosas bien.
San Pablito ha logrado sobrevivir gracias a las remesas enviadas desde los Estados Unidos, al trabajo familiar en la producción y venta del papel amate, a la elaboración de bisutería en chaquira y a lo recibido a través de las políticas públicas de corte neoliberal que se han visto reflejadas en los distintos programas asistencialistas y que al día de hoy se conoce como Prospera (D’Aubeterre, 2011: 94).
No pienso volver, por lo menos no por mucho tiempo, aquí aunque no gane lo mismo, me siento bien, no tengo que trabajar tantas horas como allá, aquí tengo seguridad, cuento con mi familia y sé que se puede lograr un cambio en la forma en la que vivimos. Eso de lo que llaman el sueño americano no es tan cierto, uno sufre mucho estando allá, tiene que hacer muchos sacrificios y se expone. Y ahora es menos seguro pasar, te roban, te secuestran y hasta te matan, también sale muy caro y ya es más difícil conseguir el dinero para irse, si uno lo consigue tiene que trabajar para poder pagar lo que le prestaron por el viaje. Mejor aquí, poco que ganamos, pero estamos bien, con tranquilidad. (Sergio E. San Pablito, Pahuatlán).
Los efectos de la migración de retorno en esta zona del estado se van haciendo visibles poco a poco, se van integrando familias completas con hijos nacidos en los Estados Unidos, hombres que vuelven después de años de ausencia, mujeres que dejaron a sus hijos en los Estados Unidos o bien que se reencuentran con sus hijos en San Pablito, todos y todas ellas con una experiencia laboral que no cabe en la cotidianeidad San Pabliteña.
Referencia
D’Aubeterre, María y Rivermar, María (eds.). (2011). Migraciones en la huasteca poblana. Actores y procesos. Puebla, México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.