La isla de basura en el Pacífico

Corría el año de 1997 cuando el estadounidense Charles Moore (capitán de barco y surfista) decidió atravesar el Océano Pacífico por una ruta alejada de la navegación turística y mercantil. Le llamó la atención encontrar durante su travesía una inusitada cantidad de residuos de plástico como botellas, tapas, jeringas, bolsas, etcétera, pasando a la historia como el primer navegante en mencionar a la comunidad mundial la existencia de esta zona con altísimos niveles de contaminación, que forma una verdadera isla de basura.

What lies under, pintura de Ferdi Rizkiyanto ́s, tomada de http://ferdi-rizkiyanto.blogspot.mx/2011/06/what-lies-under.html

What lies under, pintura de Ferdi Rizkiyanto ́s, tomada de http://ferdi-rizkiyanto.blogspot.mx/2011/06/what-lies-under.html

El primer artículo científico publicado sobre este fenómeno data de 1999 y por increíble que parezca, la actitud para hacer frente a este enorme problema es la pusilanimidad absoluta. Las razones por las que no se hace algo giran en torno a que estando en aguas internacionales, no hay países en los que se puedan descargar responsabilidades.

Además el hecho de que no haya rutas comerciales convierte a esta zona en un área sin jurisdicción. Aunque existe una difusión amplia en medios como periódicos y sitios en la internet, poca gente presta atención a esta grave condición ecológica pues no es visible.

Muchas cosas se pueden mencionar; sin embargo, las cifras son impresionantes. Una superficie que se estima en más de 15 millones de kilómetros cuadrados, es más grande que la India, por lo que se le ha denominado ya el séptimo continente. Con un cálculo aproximado de 100 millones de toneladas, 80 por ciento es de origen terrestre y el restante 20 por ciento de embarcaciones que cruzan el océano. Los países que esencialmente contribuyen en su formación son los Estados Unidos y Japón, tardando cinco años y un año, respectivamente, en llegar a esta gran masa de basura (de modo que si se detuviera en este momento la contaminación, durante años continuaría creciendo inexorablemente).

Con respecto a las bolsas de plástico, son confundidas por los animales marinos como medusas, y al ser engullidas provocan letales efectos secundarios. Pero los alcances de esto son de un carácter impredecible. El Sol gradualmente va fraccionando el plástico de modo que a la larga, partículas microscópicas son consumidas por los peces y mariscos, que al ser pescados, tienen sustancias inimaginables en la carne que los seres humanos consumimos en una forma inconsciente. Además tienen altas concentraciones de sustancias muy tóxicas como Bifenilos policlorados (uno de los 12 elementos contaminantes más peligrosos producidos por los humanos), insecticidas que nunca se degradan como el DDT e hidrocarburos aromáticos policíclicos, que son sustancias con una alta capacidad para inducir mutaciones, tumores cancerosos y malformaciones congénitas.

Otro aspecto que recientemente acaban de describir científicos que estudian la basura en el agua, gira en torno a parásitos marinos que, adheridos al plástico viajan a lugares fuera de su hábitat, provocando cambios totalmente imprevisibles.

Muchas cosas pueden decirse de esta catástrofe ambiental, pero ahora lo más importante es llevar a cabo estrategias para detener nuestra irracional utilización de plástico. Algunos consejos que debemos aplicar es evitar la utilización de bolsas. No comprar productos envasados en súper mercados y adquirir las verduras en los típicos mercados o tianguis sin que estén empaquetados. Evitar las bebidas embotelladas en plástico y sustituir las botellas por cantimploras o contenedores. No consumir jugos envasados y elegir los naturales, de acuerdo a la estación. Finalmente es determinante establecer medidas de separación de basura, juntando el plástico en un solo lugar.

Habrá quienes piensen que estas medidas son extremas; sin embargo, las imágenes de la isla de basura impactan tanto que cualquier estrategia por enérgica que sea, toma tintes de impotencia. Necesitamos urgentemente divulgar este problema. Somos agua y los océanos representan la sangre del planeta. Si no cambiamos nuestras conductas, no solamente provocaremos la extinción de nuestra especie sino que además corremos el riesgo de aniquilar injustamente, toda forma de vida en la tierra.

Referencia: www.projectkaisei.org

 

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