La participación comunitaria en la protección de refugios pesqueros en Quintana Roo

Durante muchos años la pesca ha sido uno de los pilares más importantes en diversas comunidades costeras a lo largo de la costa del Caribe mexicano. El estado de Quintana Roo es bien conocido a nivel nacional por la extraordinaria biodiversidad que albergan sus aguas. Esta riqueza marina ofrece a las comunidades pesqueras el aprovechamiento de diversas especies de gran importancia comercial, como la langosta, el caracol, y diversas especies de meros y pargos. Sin embargo, estos recursos no son ilimitados, y con el tiempo los pescadores se han ido percatando que las zonas donde antes pescaban en abundancia han ido disminuyendo.

Uso del jamo, una red en forma de raqueta, en Bahía del Espíritu Santo, en Sian Ka ́an. Foto: Eduardo Pérez Catzim. En Ley Cooper, K., y E. Quintanar Guadarrama 2010. Chakay: Marca colectiva con identidad de origen de las cooperativas de Quintana Roo. CONABIO. Biodiversitas, 90:10-15

Uso del jamo, una red en forma de raqueta, en Bahía del Espíritu Santo, en Sian Ka ́an. Foto: Eduardo Pérez Catzim. En Ley Cooper, K., y E. Quintanar Guadarrama 2010. Chakay: Marca colectiva con identidad de origen de las cooperativas de Quintana Roo. CONABIO. Biodiversitas, 90:10-15

Uno de los objetivos de la conservación siempre ha sido encontrar la forma de involucrar a las comunidades con los principios de la conservación, de ahí nace la idea de formar y establecer áreas de refugio pesquero (zonas de no pesca). Los pioneros en la implementación de estas áreas en el país fueron las comunidades de Isla Natividad en Baja California Sur, estos ya cuentan con más de 10 años de datos, gracias al esfuerzo y dedicación de los pescadores locales.

Esto fue un incentivo para que, durante 2012 y 2013, con la ayuda y cooperación de seis sociedades cooperativas de producción pesquera, que trabajan en diferentes zonas dentro de la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, la Bahía de Akumal y la Reserva de la Biósfera de Banco Chinchorro, todas ellas ubicadas en el estado de Quintana Roo, se decidiera establecer una red de 13 refugios pesqueros para la protección de más de 14,430 hectáreas marinas. Los mismos pescadores que suelen faenar en estas zonas tomaron la decisión conjunta de cerrar dichas áreas a la pesca por un período de cinco años, durante los cuales se espera que estas áreas, que suelen tener algún interés biológico (zonas de reproducción o crianza de peces), se puedan recuperar y aumentar el número de individuos. Esto provocaría lo que se conoce como efecto de desbordamiento, que básicamente consiste en el movimiento natural de las especies dentro y fuera del refugio pesquero, sobre todo de especies de interés comercial, lo que resultaría en un beneficio para los pescadores que faenan en las cercanías de los refugios.

Los mismos pescadores deciden establecer estos refugios, justamente para tener un beneficio a futuro, por lo que la participación, interés y entendimiento de todo el proceso es fundamental. Durante todo el proceso de implementación de los refugios los pescadores son capacitados tanto en cursos de buceo como en la identificación de las distintas especies de peces, el arduo entrenamiento y las evaluaciones continuas en las técnicas de monitoreo aseguran la exactitud de los datos para su posterior uso en la ciencia y en la toma de decisiones. Para verificar la validez de los datos recolectados se han realizado pruebas donde se comparan los datos de los pescadores con los de un experto, los resultados han sido muy satisfactorios ya que muestran un 81 por ciento de similitud entre unos y otros.

Esto demuestra que la ciencia a través de la participación comunitaria es viable y efectiva, además de que permite la conservación conjunta entre organizaciones y comunidad para un bien común.

 

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