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El movimiento de médicos en 1964

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Corría el año de 1964 en México y universalmente se respiraba un ambiente de calma relativa. El mundo estaba en paz, aunque se cernía la amenaza de una guerra nuclear entre los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como protagonistas.

En el país se generaba una medicina que se orientaba a la satisfacción de la salud colectiva, por medio del planteamiento de brindar una seguridad social a los trabajadores, con instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), entre otros. Desde sus fundaciones, muchos médicos se esforzaban por asegurar tres áreas de la actuación profesional, brindando atención a enfermos, participando en la enseñanza de la medicina a nivel de especialidad y llevando a cabo trabajos de investigación.

Pero no todo estaba bien. Nuevas generaciones de médicos recién egresados de la universidad, deseando un alto nivel de preparación profesional, ingresaron en los hospitales del sector salud como becarios, cursando el internado de pregrado y buscando llevar a cabo los requisitos para hacer una especialidad como médicos residentes; sin embargo, la relación laboral estaba muy mal definida. Horas de extenuante trabajo no tenían una retribución justa y más aun, la asignación de una cantidad de dinero a manera de una beca, no brindaba las prestaciones a las que son merecedores los trabajadores de cualquier empresa o institución. La demanda en tiempo era tal que no había posibilidades de tener otro empleo y, por lo mismo, otros ingresos. Y para culminar con todos estos aspectos negativos, no existían programas de estudios avalados por universidades, de modo que después de haber terminado la carrera de medicina, se cursaban de tres a seis años de especialidad para salir sin un reconocimiento formal como aquellos a nivel de maestría o doctorado. En pocas palabras, se trabajaba en el área de la salud buscando un beneficio social institucional, pero bajo condiciones de explotación que nada tenían de social precisamente en esas instituciones.

Una detonación que prendería un movimiento encabezado por los médicos internos y residentes se dio en el Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE, cuando se comunicó que no se recibirían tres meses de sueldo como aguinaldo el 26 de noviembre de 1964. Se planteó hacer un paro de labores, orientándose a la atención solamente de condiciones urgentes, dejando de laborar en la consulta externa y en las otras esferas de cuidados no vitales.

Prácticamente en una forma inmediata, médicos internos y residentes del Hospital Juárez de la Secretaría de Salud; Hospital Colonia, Servicio Médico de los Ferrocarrileros; Hospital San Fernando del IMSS y el Hospital General de México, decidieron apoyar el movimiento con acciones similares.

Se formó la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (AMMRI), con lo que se presentó un pliego petitorio de tres puntos esenciales: mejorar el nivel económico; gozar de seguridad en el empleo y tener una participación activa en los programas de enseñanza. Para levantar el paro se pedía el cumplimiento total de estos puntos.

Mientras estos sucesos tenían lugar, Gustavo Díaz Ordaz tomó posesión de la presidencia de la República, heredando este problema que se dispersaba a nivel nacional con paros en 20 hospitales en la República Mexicana y 23 en la ciudad de México. En una primera reunión que tuvieron los médicos con él, manifestó una postura clara con respecto al conflicto: no resolver personalmente el problema, sino dejarlo en manos de autoridades menores.

En este lapso, comenzó una verdadera campaña de ataques hacia el movimiento y los médicos por parte de medios de comunicación y algunas sociedades médicas; pero también comenzó una adhesión de varios organismos como la Asociación Médica de la República Mexicana, la Federación de Colegios de la Profesión Médica y la Federación Obrera Revolucionaria, esta última, una única agrupación no médica que brindó apoyo.

Reanudaciones en las labores y paros se fueron sucediendo a lo largo del año, con un apoyo hacia los residentes e internos por médicos que en cadena fueron renunciando a sus trabajos generando una crisis que prácticamente colapsó el sistema de salud. De esta serie de renuncias masivas se formó la Alianza de Médicos Mexicanos (AMM), que buscó unificar a todos estos profesionistas en el país.

Para la primera semana de mayo, la situación de los hospitales era crítica por lo que no solamente se solicitó la clausura del Hospital 20 de Noviembre sino que se suspendieron sueldos, se rompió el diálogo conciliador, se abrieron plazas para suplir a los médicos que faltasen a sus labores y se levantaron actas por abandono de empleo.

Un apoyo social se llevó a cabo, con toma de las calles por médicos, estudiantes de medicina y enfermeras, mientras en una forma paralela se intensificó la campaña de desprestigio por el grupo fantasma Comité Pro Defensa de la Dignificación de la Clase Médica y por supuesto, los medios de comunicación.

El 26 de agosto de 1965 utilizando la fuerza pública se desalojaron a residentes e internos del hospital 20 de Noviembre, supliéndolos con médicos militares. Esto derivó en una escalada de apoyos a nivel nacional que solamente tuvo como constante la desaprobación de medios impresos, la televisión y el radio. Innumerables médicos fueron perseguidos, cesados, calumniados y amenazados, con lo que se estableció una serie de mecanismos de control, que persiste hasta ahora y para lo cual, casi no ha habido cambios. Internos y residentes siguen trabajando en exceso y prácticamente no tienen prestaciones.

Definitivamente el sistema nacional de salud se encuentra rezagado en este sentido y muy probablemente estas condiciones no van a mejorar en el futuro. La resultante del movimiento de médicos del 64 no cambió significativamente las cosas y si algo puede esperarse ante cualquier manifestación social, es todo tipo de ataque por los medios de comunicación y por supuesto, una represión en su más pura revelación.

 

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