Uy, no. Desde que se acabaron las clases ya no he vuelto a sacar el cuaderno. Creo que ya hasta se me olvidó todo lo que aprendí.
Ángela, 70 años.
La señora Ángela había participado en algunos cursos de alfabetización que quedaron inconclusos pero que bastaron para que aprendiera algunos aspectos básicos del sistema escrito (conocía el abecedario y podía leer y escribir algunas palabras sueltas o ideas cortas), cuando la conocimos la invitamos a participar en un nuevo grupo de alfabetización y aceptó con mucho ánimo. Después de asistir diariamente a clase durante algunos meses, Ángela podía expresarse por escrito con bastante soltura, redactar un recado, anuncio, receta de cocina o anécdota; era capaz de leer cuentos cortos, instrucciones y letreros, todo de manera casi independiente y poniendo cuidado en aspectos convencionales como la ortografía. Contrariamente a lo que se pudiera esperar, es común que ese tipo de aprendizaje y dominio de la lengua escrita no se traduzca necesariamente en leer y escribir como prácticas.
No es poco frecuente corroborar que en algunos cursos o clases de alfabetización la lengua escrita está ausente o se le ignora porque es subsumida por la dinámica mecánica de repetición. Este tipo de prácticas alfabetizadoras, desvinculan a la escritura de lo social y culturalmente relevante. Pareciera que lo que está sucediendo de verdad no es eso, no alcanza a ser eso que está trazado en un pizarrón o en el cuaderno, que ‘ese oso se asea’ no es la expresión de nadie ni de nada, que una lista de palabras dictadas aunque bien escritas no significan nada porque no tienen que ver con nadie, que oraciones de Juan, María y Pedro no nos representan porque no conocemos a las personas dueñas de esos nombres propios.
Estas situaciones nos han exigido reflexionar y repensar la alfabetización, nos han llevado a preguntarnos sobre aspectos antes poco ponderados pero que ahora cada vez consideramos con mayor atención en nuestra práctica alfabetizadora. Nos dimos cuenta de que para alfabetizar no basta con enseñar las letras que posteriormente, cuando las personas las requieran, se utilizarán; que la alfabetización no ocurre sólo en una sesión escolar; que era indispensable poner verdadera atención a los intereses, deseos y concepciones hacia la lectura y la escritura que los alfabetizandos tienen y hacia los mecanismos mediante los cuales todo eso se articula con el contexto particular.
Así, a nuestra propuesta de alfabetización, que está basada principalmente en el método Palabra generadora de Paulo Freire, articulamos proyectos de lengua oral y escrita que surgen del propio contexto. La propuesta de desarrollar este tipo de proyectos se sustenta en la idea de que en cualquier comunidad existen usos locales de la lengua escrita y que éstos generan conocimientos y prácticas que son mediadas por el entorno, contexto que en sí mismo ya es una oportunidad para leer y escribir auténticamente.
Empezamos a observar algunas prácticas del lenguaje (oral y escrito) de las comunidades para conocer cuáles resultan cercanas o familiares y para pensar cuáles se podrían proponer. No se trata de proyectos surgidos de la nada sino de proyectos que ocurren en situaciones y contextos particulares, el desarrollo no está predeterminado pero tampoco se trata de uno azaroso. Los proyectos buscan visibilizar y reconocer espacios, situaciones y condiciones en los que se puede leer y escribir que tal vez son considerados poco importantes o de poco prestigio; además, se provoca generar materiales escritos propios y jugar con los usos en torno a ellos, interactuar con ellos y con otras personas. Para ejemplificar lo anterior, podemos comentar brevemente la experiencia de hacer un periódico comunitario y de escribir para la calle, proyectos que se desarrollan durante una campaña de alfabetización de verano en comunidades rurales del estado de Puebla.
Periódico comunitario
En las comunidades rurales no circulan periódicos con regularidad, sin embargo, hemos encontrado en este tipo de texto una provocadora función social y comunicativa de la escritura que desde las clases de alfabetización se puede detonar. Los alfabetizadores llevan a las sesiones periódicos diferentes para explorarlos y discutir a partir de su lectura, se reflexiona sobre la función de un periódico en relación con la comunidad y, eventualmente, se propone hacer un periódico en el que aparezcan textos de la gente de las comunidades de la zona. En distintos momentos los alfabetizadores animan a los alfabetizandos a escribir y apoyan en la revisión y corrección de los textos, poco a poco, no sólo los alfabetizandos escriben para el periódico, también niños y vecinos. Cada quien escribe sobre lo que quiere y como puede, ya sea una leyenda más o menos extensa o un breve anuncio de venta.
Cuando hay una cantidad considerable de colaboraciones, los alfabetizadores se encargan de digitalizarlas y confeccionar el periódico, de manera que se pueda reproducir en copias legibles que posteriormente se distribuyen en las clases de alfabetización pero también en espacios públicos como tiendas, plazas o bibliotecas. La sinergia que provoca la circulación y lectura del periódico es muy interesante: la gente se sorprende mucho al ver impreso el texto que escribió, la foto que tomó o el dibujo que hizo días antes; hay un deseo visible por leer lo que otros escribieron y de opinar sobre ello; lo que contiene el periódico es relevante y significativo porque habla de la comunidad los que viven en la comunidad; los conocimientos por todos compartidos posibilitan aprender o conocer más sobre los temas de la zona pero también de otras y; finalmente, el próximo ejemplar es un gran motivo para escribir más.
Lectura de calle
Toda vez que el acceso a la cultura escrita ocurre en la actividad misma, aprovechamos las distintas situaciones que surgen en lo cotidiano, por ejemplo, lo que sucede en la calle: bardas que anuncian el próximo baile, carteles religiosos, políticos o gubernamentales, anuncios de compra venta, grafitis o leyendas, letreros, rótulos y un largo etcétera. Aunque de inicio no parezca que esta lectura de calle sea relevante, no hay que subestimar el potencial de su carácter de lectura pública, carácter que por cierto detona comentarios, opiniones, actitudes, reacciones y posturas frente a lo que se lee y, algunas veces, propicia también el deseo de escribir con el mismo carácter.
Así, instalar un mural de avisos para la comunidad surge como un proyecto en que no sólo los alfabetizandos participan sino todo aquel que quiera hacer uso de ese espacio (como lector o escritor) o, por ejemplo, redactar un cartel de opinión y colocarlo en un lugar público para que de hecho sea leído por los demás.
Sin duda son muy importantes las actividades de enseñanza y aprendizaje que los alfabetizadores planifican y preparan para desarrollarlas en clases o durante el curso; sin embargo la apropiación de la cultura escrita no surge necesaria ni únicamente en el contexto escolar sino en el cotidiano, en el día a día que nos requiere, reta, provoca e incluso nos exige participar en múltiples situaciones o eventos por medio de la lengua escrita. Es así, participando, como se aprenden los diversos usos de la lectura y escritura y, en tanto participación, se aprehenden como prácticas.
En comunidades rurales, en las que aparentemente hay pocas oportunidades para leer y escribir, suceden sin embargo prácticas de lenguaje escrito probablemente sutiles pero que existen. El reto es observar atentamente para saber acompañar a los alfabetizandos en la participación en dichas prácticas, promover el desarrollo y diseminación de éstas, así como provocar la creación de nuevas prácticas.
Idear proyectos de este tipo y proponerlos en las comunidades nos ha posibilitado aprender y comprender la alfabetización desde perspectivas más amplias y complejas.