El capital financiero-especulativo

En el México neoliberal, las fracciones de clase que se sitúan en el Bloque de Poder son básicamente: a) La gran burguesía financiero-especulativa; b) los grandes monopolios exportadores; c) los grandes capitales localizados en el sector de no transables. O sea, corporaciones que producen bienes (o servicios) que, por su naturaleza, no están sujetos a la competencia externa. En estos tres sectores, sobremanera en a) y b), el peso del capital extranjero es fuerte y creciente. En calidad de fracción dirigente, podemos suponer (suponer, pues también hay elementos en favor del gran capital exportador) que es la gran burguesía financiera la que ocupa tal posición en el seno del bloque de poder. Por lo tanto es la fracción clasista que, en última instancia, decide el modelo o estrategia de desarrollo, las bases de la política económica y las del relacionamiento externo. Como quien dice, es el “capitán del buque”.

Por capital financiero, en esta nota, entendemos el que funciona como capital dinero de préstamo. O sea, el que opera en la banca y organizaciones bursátiles. Este tipo de capital gana (i.e. se apropia de plusvalía) con cargo a: i) los intereses que cobra por los préstamos que realiza; ii) las ganancias de capital que puede lograr. Estas, son las ganancias que se logran ante cambios favorables en el valor de los activos financieros (acciones, papeles públicos, títulos de deuda, etcétera) que se poseen. Estos activos también son denominados “capital ficticio”. Pueden operar como contraparte del capital real (activos fijos, máquinas y equipos) pero también se pueden independizar de éste y desplegar una fuerte autonomía.

Este capital, por su localización en el espacio circulatorio, no se encarga de la producción de plusvalía pero sí se la apropia. En este sentido, es improductivo y también se cataloga como “parasitario”: vive a costa de lo que otros producen. Ello, en tanto se apodera del valor generado, sin intervenir en su producción. Por lo mismo, por su localización y afanes, es un capital que se desliga de la ciencia y la tecnología que exigen los procesos industriales. En otras palabras, no necesita ni de la física, ni de la química ni de la biología. Ni de los procesos tecnológicos que se asocian a tales ciencias básicas. En este sentido, para nada es casualidad que sus ideólogos (o más bien “teólogos”) piensen que el desarrollo industrial no tiene mayor importancia en el desarrollo de un país.

El capital financiero opera con intereses que son contrapuestos al capital industrial. Este, junto con apoderarse de la plusvalía, se encarga también de su producción. Si aumenta el ingreso del capital financiero, a igualdad de otras circunstancias, cae la parte del excedente (o plusvalía) que es apropiado por el capital industrial. Y viceversa.

La evidencia empírica también nos muestra que cuando el capital financiero ocupa posiciones dominantes, la economía: i) crece a bajos ritmos o se estanca; ii) se torna más inestable. Como estas consecuencias, sobretodo el estancamiento, se combinan con el consumismo más alienado y la idolatría enfermiza por el dinero, podemos ver que se cae en una trampa o conflicto mayor: se quiere gastar más produciendo menos.

Cuando el aspecto especulativo del capital dinero de préstamo es el que prevalece, se producen consecuencias de vasto alcance. Primero, se pasa a ganar más (bastante más) con la misma especulación que con el cobro de intereses. Segundo, el mismo capital industrial productivo se empieza a descomponer: aplica una parte creciente de sus ganancias a la inversión especulativa y descuida su inversión productiva. Tercero: emergen las denominadas “burbujas especulativas” que pasan a atraer a casi todos los inversores. Con lo cual, se retroalimentan y, a la vez, preparan las condiciones de un estallido financiero mayor. Marx, apreciando el fenómeno en un sentido general, indicaba que el sistema de crédito “aparece como la palanca principal de la superproducción y del exceso de especulación”. A la vez, apuntaba que el sistema de crédito termina por convertirse en “el más puro y gigantesco sistema de juego y especulación.” (1974:419).

La especulación está basada en apreciaciones de orden subjetivo, en la capacidad para difundir rumores favorables al gran especulador, a las trampas y engaños. Para todo esto, la imbricación entre el gran capital especulativo, las altas esferas del Estado y los monopolios televisivos (de medios de comunicación en general) resultan claves para alimentar las creencias falsas y el aprovechamiento de ellas por los grandes especuladores. En breve, se trata del engaño y las mentiras utilizadas como armas “productoras” de ganancias. Mackie el cuchillero y asaltante de medio pelo, el famoso personaje de Brecht, decía en célebre discurso: “Señoras y señores, ante ustedes se encuentra, en vísperas de desaparecer, el representante de una clase que también va desapareciendo. Nosotros, pequeños artesanos burgueses, nosotros que abrimos con nuestras honradas ganzúas las niqueladas cajas registradoras de los pequeños negocios, somos devorados por los grandes empresarios, detrás de los cuales están las grandes instituciones bancarias. ¿Qué es una ganzúa comparada con un título accionario? ¿Qué es el asalto a un banco comparado con la fundación de un banco?” (Brecht, 1989:89).

Keynes, el gran ideólogo de la burguesía industrial, en texto célebre señalaba que “los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquel se realice mal.” (Keynes, 1974:145). Marx, que califica a los especuladores de verdaderos “bandidos”, se refería también al impacto de desintegración social y moral que provoca el capital especulativo. Por ejemplo, escribía que en la Francia de 1848-50, “mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el cafetín de mala muerte, la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada.” Y agregaba: “la aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpen proletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.”(Marx, 1979:212).

El elemento de descomposición moral inherente al capital financiero-especulativo se tiende a desparramar por todo el edificio social. Se trata de ganar sin trabajar, de consumir sin producir. De vivir por medio de trampas. Es el lema de los parásitos. También de los sinvergüenzas. Pero hay algo más. Como la supremacía del capital financiero va asociada a un régimen económico que no crece ni crea ocupaciones productivas, empieza a crecer como espiral el desempleo, la marginalidad y la miseria. De hecho el país empieza a convertirse en una sociedad de pequeña burguesía lumpenizada y pauperizada, la cual vive en condiciones infrahumanas y, como regla, al margen de la ley y de los códigos morales más elementales. En suma, los de abajo también entregan, su contribución a la debacle moral que azota al país. Estos segmentos son políticamente muy volátiles y suelen manejarse más con rabia que conciencia. Por ejemplo, en el reciente gasolinazo de enero, se han movilizado con gran fuerza. Asaltan a gasolineras y súpermercados. Pero pareciera que buscan más que el impacto político necesario, hacerse de televisoras, colchones, licuadoras, etcétera. Algunos personeros se asustan y reclaman por dicho “vandalismo”. Son los mismos que con cargo a un decreto equis se auto-autorizan bonos de gasolina, aguinaldos y prebendas gigantescas. Son los “vándalos de cuello y corbata”. En breve, el lumpen que camina por las alturas del poder. Pareciera un movimiento de pinzas que ahorca más y más a la nación mexicana.

Como para recordar el “lama, lama sabacthany”, de Jesús en el Gólgota.

 

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Brecht, B. (1989). La ópera de dos centavos. En Teatro completo, vol. 3(p 89). Madrid: Alianza.

Keynes, J.M. (1974). Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. México: FCE. p 145.

Marx, Carlos. (1974). El Capital. Crítica de la economía política, Tomo III. México: FCE.  p 419

Marx,C. y Engels, F. (1979). Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. En Obras escogidas(p 212). Moscú: Progreso.