Un ejército de lectoras armadas con libros

“Si solo es experiencia lo que (nos) pasa
y lo que (nos) forma o (nos) transforma,
la experiencia que hacemos al leer un texto
es otra cosa que descifrar su código”

Jorge Larrosa

 

 

p-07En la escuela nos enseñan a leer y a escribir para la escuela; ya sea para hacer un reporte, para responder un examen o un cuestionario, para prepararse para un concurso, para responder correctamente a quien pregunte de qué se trató o qué entendiste, entre otras prácticas. Si partimos de esta afirmación, no es sorprendente que el vínculo con la lectura termine también al final de las responsabilidades escolares, ya sea del horario, del calendario o del nivel escolar. Pero qué pasa cuando alguien se cuela en la escuela para ofrecernos una lectura entre pares, una charla en la que no hay una sola respuesta, sino tantas como personas estén compartiendo ese momento hospitalario de lectura; alguien que comparta experiencias significativas de lectura de manera voluntaria, es decir, un lector voluntario.

En 2012, Luz María Chapela se acercó a tocar un programa que tenía estos objetivos y, desde entonces, le dio el orden, el discurso y la experiencia para que esto sucediera en los cinco estados en los que el programa había conseguido los recursos para operar. Lectura en Espiral trabaja en Puebla (en un acto de total resistencia) de momento en 31 escuelas de manera oficial con recursos de la Secretaría de Educación Pública y, por lo menos, 12 escuelas más que, sin este recurso, han decidido continuar, gracias a la iniciativa y compromiso de sus lectoras voluntarias y sus coordinadoras escolares.

De manera muy general, el programa Lectura en Espiral de la asociación civil Cuenta con Nosotros, trabaja en primarias públicas, convoca y capacita a personas cercanas a la vida de los niños para que, de manera regular, ofrezcan semanalmente lecturas en voz alta (previamente preparadas) y conversaciones, apelando a los efectos y los intereses particulares que estas lecturas hayan provocado en los niños. Posteriormente estos lectores se reúnen para compartir y registrar su experiencia en sesiones de retroalimentación. Además, este grupo activa los libros de las bibliotecas de aula y escolares y, eventualmente, participa también en su organización y atención. Apoyan a las comisiones escolares de lectura en la organización de sus eventos y, participan en círculos de lectura. Es importante mencionar que el lector lee siempre en el mismo grupo, siempre en el día y hora que se haya acordado para las sesiones semanales, esto con el fin de generar vínculos entre los niños y sus lectores y, para que estos últimos sean testigos, acompañantes y provocadores de las trayectorias lectoras de los niños.

Aunque para ser un lector voluntario basta con querer y comprometerse a hacerlo, debido a la lógica propia de las escuelas y las familias, generalmente, la mayoría de los participantes son padres de familia y, más específicamente, madres. Sin embargo, hay también una presencia importante de abuelas, hermanos mayores, ex alumnos, vecinos, hermanos de lectores, y, cada vez más, las parejas de padres hacen equipo lector. Por esta presencia mayoritariamente femenina, de aquí en adelante, me referiré a todos ellos como lectoras voluntarias.

 

¿Cuáles han sido las virtudes de este programa?

 

Trabaja dentro del espacio escolar a contra corriente de las prácticas tradicionales de lectura en la escuela. Se vuelve una burbuja en la que se busca que los niños y todos los demás participantes, se sientan en total comodidad en esta forma distinta de relacionarse con los libros, las historias, los otros.

Aunque no se planteó como un objetivo inicial, la transformación en las personas es la más inmediata y radical. En un país tan adjetivado como no lector, no es una sorpresa que quienes se comprometen como lectores voluntarios no necesariamente son lectores antes de este momento, sin embargo, el contacto con los libros, las ha vuelto auténticamente, lectoras regulares, y en términos estadísticos, qué se diría de estas mujeres adultas que leen, por lo menos, un libro a la semana; recalco la idea de “por lo menos” porque para elegir el libro ideal en muchas ocasiones revisan más de uno, además de los libros que leen para su propio círculo de lectura y lo que leen por su cuenta.

Además, por el apoyo que significan en la vida escolar, hay un reconocimiento de parte de la comunidad, iniciando por los niños del grupo al que leen y de parte de docentes y directivos.

Como parte de los testimonios que ellas mismas comparten y de las respuestas que se escriben en las evaluaciones anuales, el llevar libros a casa se ha convertido una presencia eje en torno a la cual se reinventan las formas de estar con la familia, con los momentos en los que las lectoras preparan frente a sus hijos los libros que leerán la semana siguiente, leyendo en voz alta y platicando de esto con sus esposos, invitando a los maridos a las sesiones y reuniones fuera de la escuela, con los hijos menores (de cero a tres años que aún pasan todo el tiempo con mamá) que están siempre acompañando las lecturas, observando a las personas leer, tomando y hojeando libros que están donde ellos están. Estos testimonios son observados públicamente en sus cuentas de redes sociales de quienes tienen acceso a la tecnología.

A pesar del cansancio que significa la tarea, las coordinadoras escolares gestionan, se capacitan, capacitan a otros, promueven, median entre lectores y docentes, con la convicción de que es algo importante de mantener y que ellas son parte medular de esto.

También por entrevistas realizadas a los distintos actores involucrados, directores nos han dicho que han observado una relación entre el avance en el desempeño de los hijos de lectores y el inicio de su participación en Lectura en Espiral.

Y de los niños, que son los destinatarios centrales de este esfuerzo, qué se puede decir. Medir qué tan lectores somos no es tan sencillo como medirnos la temperatura con un termómetro o la glucosa con una muestra de sangre; para saber cómo los niños crecen como lectores, es necesario estar presente y atento a sus formas particulares —y difícilmente medibles— de expresarlo. Por ejemplo, sabemos que son cada vez más lectores cuando se acercan a las lectoras de su grupo y las bombardean con preguntas como ¿qué nos va a leer?, ¿dónde dejó el libro que nos leyó la semana pasada?, ¿nos puede leer ahora uno de terror?, ¿por qué no nos lee otra vez tal libro?, ¿nos puede traer otro libro de tal autor o tal ilustrador?; o cuando pasamos por el patio en el recreo y escuchamos cómo juegan a ser los personajes de lo que acaban de escuchar, o cuando están ansiosos preguntando cuándo y a qué hora abrirán la biblioteca o cuando se ofrecen ellos mismos a leer en voz alta, o cuando en las conversaciones hacen referencia a otros textos que les han leído, o cuando llegan a casa a contar lo que pasó o piden a sus papás que los lleven a bibliotecas o librerías o ferias de libro, etcétera. Todo esto sucede y lo sabemos gracias a los testimonios escritos (en las bitácoras y en mensajes de texto) y compartidos oralmente en las visitas a las escuelas, en sus sesiones de retroalimentación, en las reuniones de coordinadores escolares o en llamadas que, de tanta emoción, no pueden no ser compartidas las vivencias.

Entonces ha sido una transformación de concepciones personales y colectivas, de prácticas escolares y dinámicas familiares que, dada la magnitud de la empresa, ha requerido de mucho tiempo y trabajo y que necesita mucho más para mantenerlo pero, en un contexto tan turbio como el que vivimos, esto ha sido una experiencia sumamente iluminadora de grises. En un contexto tan violento, ya hay gente luchando… bien armadas de libros.

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Más información

Lectura en Espiral. Puebla

http://www.cuentaconnosotros.org.mx/

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