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Dictadura o viraje

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En 1990 Mario Vargas Llosa consideró que el sistema político mexicano era la dictadura perfecta: un solo partido en el poder por decenios, domesticación de la intelectualidad crítica, ausencia de libertad y de democracia y un ancestral déficit de justicia social. Un cuarto de siglo después, las promesas neoliberales ofrecidas por la clase política y los intelectuales arropados por el sistema han sido incumplidas y el mercado no fue ni más eficiente, probo ni democrático. El sistema de partidos no existió y la variante ofrecida y compartida fue el bipartidismo, insuficiente para satisfacer las necesidades de justicia, equidad, democracia y bienestar que reclaman por igual todos los arrollados por el neoliberalismo.

El Banco de México renunció a sus funciones de fomentar la actividad económica y promover la generación de empleos y de mejores remuneraciones. Se limitó a mantener la estabilidad cambiaria y la inflación, y en ambos cometidos ha fracasado. La soberanía se extravió y la autosuficiencia energética y alimentaria, que en largos periodos permitió un crecimiento endógeno, fue obcecadamente destruida. Nuestro crecimiento económico apenas cubre al poblacional, uno de cada dos que buscan empleo lo obtiene y la deuda pública se multiplica sin implicaciones de inversiones netas productivas; estamos en los albores del decenio de los 80s, pero esta vez sin recursos petroleros y una apertura externa equivalente a 72 por ciento del Producto Interno Bruto.

Tres de cada cuatro litros de gasolina que consumimos se importan; lo mismo sucede con nueve de cada 10 kilos de arroz, con siete de cada 10 kilos de trigo, con uno de cada tres kilos de maíz. En cinco años de gestión de Enrique Peña Nieto, el peso se ha devaluado en 50 por ciento y en esa misma proporción han aumentado los precios nativos de las gasolinas cuando paradójicamente el precio internacional del hidrocarburo bajó en dos tercios. Ningún partido ni administración pública puede estar orgullosa de que en los años de vigencia del Tratado Comercial con los Estados Unidos y Canadá el déficit externo de granos básicos (maíz, trigo, arroz y frijol) sea de 48 mil 764 millones de dólares (md). Cada presidente de la República se esfuerza por ser el que registre el mayor déficit externo de granos: con Ernesto Zedillo la pérdida anual fue de mil 24 md: con Vicente Fox, de mil 435 md; con Felipe Calderón de 3 mil 316 md y con Enrique Peña el déficit anual es de 3 mil 362 md. Tenemos cultura, recursos humanos y materiales para poder incrementar en mediano plazo la producción de alimentos y de gasolina y en lugar de abrir un debate para discutir opciones e implicaciones, contra todo consenso y legitimidad se aprueba al vapor una Ley de Seguridad Interior que legaliza el uso discrecional de las fuerzas armadas en funciones ajenas a las señaladas en la Carta Magna.

Vivimos con demasiada inseguridad, tanto en nuestros centros de trabajo, como en nuestros hogares y en la vía pública. Los daños colaterales del combate militar contra el crimen organizado aumenta esa inseguridad, agravada con la pérdida de poder de compra de las mayorías, el desempleo y la pobreza. En lugar de esperanzas de bienestar y de seguridad, ahora ya hay una ley que legitima que el Ejecutivo federal suspenda discrecionalmente las garantías constitucionales, mantenga al Ejército en las calles amagando civiles y conculcando derechos humanos y constitucionales, entre otros, el de asociación, expresión y manifestación. Necesitamos reidentificarnos a través del respeto y la dignidad, entre iguales construir consensos y establecer compromisos por convicción, no por la imposición de las bayonetas ni tanquetas.

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