La alimentación es el derecho humano más elemental registrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; condiciona la sobrevivencia de las personas y despliega otros derechos humanos. Este derecho se garantizará con la autosuficiencia alimentaria; o sea, cuando los productores sean capaces de satisfacer sus necesidades alimenticias, mediante la producción local.
Este derecho no se ha cumplido para los maiceros de temporal, porque fueron excluidos de las políticas públicas y porque los modernizadores del campo promovieron la siembra de maíz como monocultivo, manejado mediante el uso masivo de agroquímicos, causantes de gases efecto invernadero (GEI), que contrajo los rendimientos por hectárea y empeoró el cambio climático.
En este contexto cabe preguntarse: ¿hay opciones tecnológicas para alcanzar la autosuficiencia de los maiceros de subsistencia? La respuesta es sí. Al respecto, se propone una política pública multisectorial representado por el Modelo Productor-Innovador (MP-I), que puede aplicarse a nivel municipal, estatal y/o nacional. En todos los casos, el MP-I debe corresponderse con los diferentes agrosistemas que existan en el ámbito territorial elegido.
El MP-I está fundado en una evaluación rigurosa de las tecnologías que se aplicaron en el manejo de maíz, que permitió agrupar a los maiceros según sus rendimientos para identificar el MP-I. Con este fin, se eligió a los maiceros de mayor y menor rendimiento y se obtuvo la diferencia, la cual se tasó entre tres y el cociente derivado se sumó al rendimiento menor para crear el primer rango de los maiceros asumidos como de bajos rendimientos; a la cifra mayor de este rango se le volvió a sumar el cociente para crear el rango de los productores de medio rendimiento, y los demás productores fueron considerados como de alto rendimiento.
El patrón tecnológico aplicado por estos maiceros fue calificado como el MP-I, donde el maíz siempre es manejado como milpa mediante un diálogo de saberes. En éste se aplican dos tecnologías, la campesina y la moderna, que son antagónicas y, a la vez, complementarias. La superación dialéctica de ambas deriva en un nuevo patrón tecnológico (el MP-I) con cualidades tecnológicas superiores que a las que lo crearon.
La eficiencia del MP-I deriva básicamente del manejo de una biodiversidad integrada por varios “pisos de plantas”, representada en la asociación de cultivos. Es una tecnología campesina polifacética que reproduce una relación solidaria con la naturaleza y una compleja comunidad biótica y abiótica, arriba y abajo del suelo que recrean, mediante el trabajo útil campesino, ciertas reciprocidades entre los miembros de la comunidad que mejora la producción de granos, la estabilidad, la resiliencia y la sostenibilidad de la milpa. Además captura dióxido de carbono, mitigando el cambio climático.
La asociación de cultivos provee a la familia campesina 10 servicios gratuitos que, al interactuar, detonan la productividad del trabajo y de la tierra. Estos son:
- Reproducen razas criollas de maíz con una adaptación milenaria a los agronichos locales y una productividad estable en el tiempo. Además, recrean la sinergia agricultura-ganadería, donde la primera le proporciona a la segunda mayor cantidad y calidad de forraje y la segunda le provee a la agricultura grandes cantidades de estiércol que alimentan al suelo.
- Hacen más eficiente el uso de energía solar y mitigan el cambio climático, porque cohabitan plantas C4 y C3 que tienen necesidades distintas de energía solar y de dióxido de carbono.
- Promueven el crecimiento de micorrizas (hongos), que abarcan mayor área del suelo y absorben mayor cantidad de nutrientes y agua.
- Aprovechan mejor los nutrientes del suelo, ya que en la asociación cohabitan plantas con sistemas radiculares de longitud distinta.
- Recrean un equilibrio biológico, por la abundancia y riqueza de insectos que hay en la milpa, recreando tramas tróficas que impiden que proliferen insectos depredadores de los cultivos.
- Hay plantas con flores coloridas que atraen insectos polinizadores, lo que estimula la producción.
- Adicionan grandes cantidades de materia orgánica, reciclada en nutrientes y energía por los microorganismos del subsuelo.
- Capta nitrógeno atmosférico, elemento básico para el desarrollo de plantas y microorganismos, fijado por bacterias que conviven en simbiosis en el sistema radicular de plantas leguminosas.
- Conservan suelos y aguas que potencian la productividad de las plantas.
- Las arvenses que cohabitan en la milpa prestan servicios alelopáticos que ahuyentan a los insectos depredadores y atraen a insectos benéficos.
En síntesis, la asociación de cultivos produce una biodiversidad de plantas que recrean un microclima donde se aprovecha eficiente y gratuitamente: la energía solar, el agua, el nitrógeno, el dióxido de carbono, el aire, la temperatura, la materia orgánica, los nutrientes del suelo, etcétera. Este microclima provee las condiciones edafo-climáticas para que la milpa sea más resiliente y sostenible. Además, el MP-I proporciona a la humanidad otros servicios: ecosistémicos, ambientales, edáficos, gastronómicos y nutricionales, sociales, culturales y económicos.
¿Se puede lograr la autosuficiencia alimentaria concretamente para la población rural del municipio de Puebla? Sí. En el municipio se siembran 8 mil 767 hectáreas. De estas 7 mil 965 (91 por ciento) se cultivan con maíz de temporal, con un rendimiento de 2 mil 200 Kg/ha, que generan un volumen de producción de 18 mil 178 toneladas, que suministran autosuficiencia alimentaria en maíz para cerca de 106 personas por año, considerando que cada persona consume lo que producen 750 metros cuadrados. Si los productores menos eficientes aplican el MP-I, se puede garantizar la autosuficiencia alimentaria en maíz, frijol y calabaza para 212 mil personas por año, que corresponde al 25 por ciento de la población total del municipio (829 mil 525 habitantes) y de toda su población rural. Además, la milpa provee alaches, chipile, amomole, papaloquelite, verdolaga, amamaxtla, arvenses nutritivas que los milperos destinan a su alimentación.
Un gobierno municipal y estatal alternativo debe implementar políticas públicas que favorezcan a los más pobres y una relación armónica campo-ciudad. Al respecto el MP-I plantea:
- Crear faros agroecológicos que operaran como vitrinas tecnológicas para escalar y mejorar el MP-I, con el fin de elevar la productividad, la sostenibilidad y la captura de GEI.
- El deterioro de la sinergia agricultura-ganadería y la pérdida de estiércol en el campo es una oportunidad para alentar el uso de desechos orgánicos como abonos. Según el SNIARN (http://dgeiawf.semarnat.gob.mx:8080/approot/dgeia_mce/html/mce_index.html), el municipio genera cerca de 400 mil toneladas de basura orgánica al año, que puede convertirse en 135 mil toneladas de composta. Si ésta se devuelve al suelo agrícola, potenciaremos la producción de granos, se mitigará el cambio climático y se atacarán las causas estructurales de la separación campo-ciudad, que dio origen a la primera ruptura del metabolismo sociedadnaturaleza.
- La fabricación de compostas es una importante cadena productiva para crear miles de empleos en el campo y la ciudad y a la par eliminar algunos problemas que produce la basura orgánica en la ciudad: generación de metano (GEI 25 veces más potente que el dióxido de carbono), taponamiento de drenajes, inundaciones, problemas de salud pública y contaminación ambiental y de ríos.
El MPI como acción pública tiene un impacto multisectorial: logra el derecho a la alimentación, crea empleos, reduce la emisión de GEI, preserva el ambiente y mejora la nutrición y la salud. Su ejecución situaría al municipio de Puebla a la vanguardia para alcanzar los objetivos expuestos por la ONU en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: protección de los derechos humanos y protección del planeta y de la naturaleza.