La Paleopatología y Paleomedicina

 Imagen tomada de https://paleopathology-association.wildapricot.org/

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La palabra paleo es griega y significa antiguo o viejo, de modo que paleomedicina y paleopatología es el estudio de las enfermedades que sucedieron en la antigüedad. Considerando la variabilidad de los factores que pudieron haber afectado a los seres vivos en el tiempo y la forma en la que el medio ambiente se ha modificado, resulta obvio que estas dos ramas del conocimiento tienen una gran dosis de especulación; pero también condicionan una extraordinaria forma de estímulo para la imaginación, de modo que deducir cómo se fueron generando enfermedades en los seres vivos, literalmente nos puede llevar por recónditos senderos de experiencias fantásticas, que además de apasionantes, forman innumerables hipótesis que se retroalimentan en una forma infinita.

Lo primero que salta a la vista es que la enfermedad ha acompañado desde siempre al fenómeno biológico. El hecho de que la vida tuviese que estar generándose en competencia por la supervivencia, también debió haber provocado un mutualismo, es decir, un apoyo para poder dar un proceso de desenvolvimiento, un comensalismo hablando en términos de compartir elementos y espacios ambientales, para culminar con el parasitismo, o la necesidad de requerir a otro ser para poder subsistir. Podemos hablar de reacción, empeño, ejecución y defensa, provocando que a mayor evolución, mejores mecanismos de adaptación, incrementando las probabilidades de desenvolvimiento y propagación de la especie a través de la transmisión de genes. Esto se dio mucho antes de que el hombre tuviera una presencia en la tierra.

Hay que considerar que seguramente las bacterias fueron las más primitivas formas de vida. Dentro de la gran variedad que pudo haber existido, fueron las más aptas aquellas que pudieron aprovechar las consecuencias del triunfo en la lucha y defensa, alimentándose o beneficiándose de otras especies.

Pero los registros fósiles son los elementos más antiguos con los que contamos para poder comprender qué fue lo que sucedió. Huesos muy antiguos en animales ya extintos muestran evidencias de osteoperiostitis (inflamación del hueso y su recubrimiento), artrosis (destrucción de cartílagos en las articulaciones), hiperostosis (crecimiento anormal de huesos craneales) e infecciones de la médula u osteomielitis. Es de llamar la atención que, a pesar del tiempo, los huesos siguen sanando de la misma forma que en la época actual. Una fractura que se cura deja un “callo óseo” independientemente de la época en la que se provocó, desde los osos de las cavernas hasta los hombres actuales.

Sir Marc Armand Ruffer (1859 – 1917) fue un patólogo y bacteriólogo alemán e inglés, quien en un documento titulado Studies in Paleopathology of Egypt, en 1914, propuso a la paleopatología como el estudio deductivo de las enfermedades en fósiles. A partir de entonces, gradualmente fue surgiendo un gran número de científicos que, seducidos por esta mezcla de historia, arqueología, paleontología y anatomía comparada, establecieron una ciencia verdaderamente apasionante. Imaginar, desde el punto de vista médico, de qué pudo haberse enfermado un ser vivo y nuestros ancestros, le imprime al diagnóstico de una enfermedad en el tiempo, algo más allá de la pasión que un médico puede tener al enfrentarse a un reto diagnóstico actual en un individuo de hoy. Se forma una amalgama de conocimientos bajo una postura de lo más ecléctica que se pueda imaginar y entonces uno se sumerge en el fantástico mundo de la imaginación con un sustento científico real.

Tal vez uno de los aspectos más sobresalientes de la medicina prehistórica sea la forma en la que un ser vivo tuvo que enfrentarse a la experiencia de dolor, a la percepción del nacimiento, a la apreciación del desarrollo y a la concepción de la muerte. En este sentido, es necesario establecer analogías con las reacciones que muestran animales, pues desde el punto de vista estrictamente biológico, somos animales prácticamente sin diferencias con otras especies. Bajo esta visión, una forma de validar esto se refiere a las manifestaciones artísticas que en la antigüedad dejaron para la posteridad, ejemplos de lo que los seres del pasado captaron del medio con pinturas rupestres, grabados en rocas, esculturas en piedra o en barro y tallas en huesos. Estos elementos, literalmente nos hablan en un lenguaje que es necesario descifrar y extremadamente difícil interpretar. Se puede decir que es una forma de adentrarse en la mente del individuo prehistórico, con miles de años de diferencia.

Tomando como referencia el comportamiento animal, si se clava una espina, la respuesta inmediata será la brusca emisión de un grito, un gruñido, un chillido, un berrido, etcétera. A partir de esta expresión de llamado a manera de solicitud de auxilio, tratará de extraer esta espina, seguramente con los dientes. Si esta se llegara a romper, entonces buscará un refugio, para lamer la herida, inmovilizando la parte afectada al tiempo en el que buscará un alivio. Lo mismo sucederá con los mamíferos que cortarán el cordón umbilical con los dientes, para después lamer a las crías. Esta conducta no es del todo irracional. La saliva posee enzimas y anticuerpos que ayudarán en alguna medida a combatir ciertas infecciones. De hecho, un resabio de esta conducta se puede observar aun ahora cuando, al recibir un pinchazo, lo primero que se hace instintivamente es llevar la zona puncionada, a la boca.

Pienso que, en este sentido, los seres humanos actuamos bajo muchas presiones ambientales, en formas verdaderamente prehistóricas. Esto no debe avergonzarnos. A final de cuentas, llevamos en lo más íntimo de nuestra naturaleza, un código genético que a lo largo del tiempo ha tenido mínimas variaciones.

En nuestros tiempos podemos observar a animales que, enfermos del tubo digestivo, mastican plantas a manera de purgantes. El hombre prehistórico hizo algo parecido, con la diferencia de que, con la especialización del cerebro en pensar, pudo discernir cualidades en plantas que le ayudaron a distinguir cualidades curativas. El gregarismo y una natural propensión a compartir conocimientos dio lugar a una visión de cooperación para encontrar ayuda mutua y hacer menos complicadas las formas de interacción en el medio. Comenzaron a combinarse la utilización de plantas, masajes, lamido de heridas, succión de ponzoñas, inmovilización de partes anatómicamente lesionadas, frotación de elementos, aplicación de calor o frío, lo que con las sangrías y aplicaciones de ventosas provocaron, como técnica final, el espectacular mundo de la cirugía. Vale la pena mencionar que si bien en un inicio, los hombres debieron utilizar herramientas directamente extraídas de la naturaleza, un avance importante se dio cuando pudo fabricar y manufacturar instrumentos médicos. Esta evolución sin precedentes marcó una diferencia entre la medicina, hablando en términos de la curación por medio del conocimiento o la experiencia vivencial, y la cirugía, como una técnica alternativa que demandaba más habilidad y práctica.

Estas dos posturas debieron tener como base la magia y la religión. En este punto, considero que hemos cambiado muy poco nuestra visión del mundo. En la época actual, aún hoy estamos rodeados de pensamientos orientados al deseo de que nuestra salud sea protegida por deidades y muchos se refugian en la idea de que el resultado venturoso de un tratamiento tendrá que ver con la forma en la que se entregue, místicamente hablando, al poder curativo de una oración dirigida a un ser supremo. Esto no necesariamente es malo. Un tratamiento que pueda ser irracional, no necesariamente puede ser malo, si tiene como sustento experiencias múltiples previas.

El puente de unión entre el estudio de las enfermedades antiguas y las características actuales se establece cuando analizamos que provenimos de un mundo esencialmente vinculado con la naturaleza en su forma más pura. Alejarnos de esto puede ser catastrófico. El estudio de la medicina primitiva puede brindarnos elementos terapéuticos útiles y por supuesto, aún desconocidos para nosotros.

 

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