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La última enfermedad de Einstein

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p-11Mi primer contacto con Albert Einstein (1879-1955) fue a través de una biografía escrita por Mae Blacker Freeman, que siendo enormemente accesible, me mostró a un científico casi divinizado, cuyos defectos mayores fueron el desaliño, la distracción, el abandono personal y una humildad extrema. La lectura de este libro de juventud me dejó fascinado, tal vez porque esta personalidad resultaba conmovedora e interesante. Por otro lado, también reflejaba una curiosa paradoja pues, aunque muy pocos podían encontrar una explicación a las complejas ideas que proponía en la física teórica, siempre era recibido con júbilo, cariño, admiración y respeto, literalmente en cualquier parte del mundo a donde acudía. Era una especie de estrella de rock cuya música no hubiese sido escuchada más que por pocas personas. Esto casi no ha cambiado y si bien uno puede encontrar por cualquier parte imágenes de su desparpajada forma de ser, lo cierto es que su verdadera personalidad es la de un individuo con tantos defectos como cualidades, extravagancias como virtudes.

Las relaciones familiares de Albert Einstein definitivamente no fueron normales. Corría el año de 1896 cuando conoció a Mileva Marić (1875-1948), que provenía de una familia de la aristocracia serbia y que estudiaba como él en la Universidad Politécnica de Zúrich, Suiza. Como los dos coincidían en una naturaleza particularmente hermética, se hicieron amigos y si bien Albert se graduó como profesor de física en 1900, ella no obtuvo su título. Al año siguiente, Mileva suspendió sus estudios, pues se embarazó, trasladándose a la comunidad de Novi Sad (Serbia) para estar con su familia y culminar la gestación. A partir de ahí, nada se sabe del producto de esa concepción, aunque se conoce que nació una niña a quien le pusieron el nombre de Lieserl y cuya existencia solamente fue conocida a finales del siglo pasado, cuando al revisar unas cartas entre Mileva y Albert se reveló esa especie de secreto. Con un parto que seguramente sucedió en 1902, Mileva regresó a terminar sus estudios dejando a la niña a cargo de sus padres. Lo más probable es que fuese dada en adopción o incluso que haya muerto, lo cierto es que Albert Einstein jamás declaró haberla tenido. Posteriormente Mileva regresó a Zúrich reiniciando la relación con Einstein que culminó con un matrimonio que terminaría años después en un divorcio. Con dos hijos llamados Hans Albert (1904-1973) y Eduard (1910-1965), este último vivió una historia particularmente triste, pues enfermó de esquizofrenia y después de haber estado internado en una clínica psiquiátrica, le expresó a su padre que lo odiaba, tras lo cual, Einstein padre lo abandonó y jamás lo volvió a ver.

Durante su matrimonio, Albert y Mileva enfrentaron varias crisis, con separaciones que no interrumpieron una correspondencia abundante. En una de estas ausencias, Einstein escribió una carta particularmente machista, en donde le ordenó a Mileva: “Te asegurarás de que mi ropa y la ropa de cama estén limpias y en orden. Que reciba mis tres comidas de modo regular en mi cuarto. Mi habitación y estudio deben estar limpios y especialmente mi escritorio debe de ser para mi uso solamente. Renunciarás a toda relación personal conmigo, a menos que sea completamente necesaria por razones sociales. Específicamente, renunciarás a que yo esté en casa contigo, a que salga o viaje contigo. No esperarás ninguna intimidad conmigo, ni me lo reprocharás de ninguna manera. Dejarás de hablarme si te lo solicito. Saldrás de mi habitación o estudio, inmediatamente y sin protestar, si te lo solicito. Te comprometerás a no hacerme menos delante de nuestros hijos, ya sea a través de tus palabras o de tu comportamiento”.

Pero los defectos de Albert Einstein no terminan ahí. Tuvo una debilidad reconocida hacia las mujeres. De hecho, antes de divorciarse ya había establecido una relación amorosa con una prima llamada Elsa Löwenthal (1876-1936), con quien se casó, antes de que culminara el año de su divorcio con Mileva.

Existen documentos en los que Albert Einstein se mostró racista. En unos apuntes de viajes, se refiere a los chinos en una forma bastante despectiva. Los describe como “gente trabajadora, sucia, lenta. No se sientan en los bancos mientras comen, sino que se ponen en cuclillas como hacen los europeos cuando van a evacuar sus necesidades en el bosque”. También escribió despreciativamente hacia la gente de la India y Egipto.

Tampoco era afecto a trabajar en equipo. A diferencia de otros científicos, prácticamente no formó a alumnos y fue reservado en su forma de desempeñarse como investigador. Tenía problemas para expresar sus ideas en matemáticas especiales y aunque su primera esposa lo apoyó en este sentido, a ella jamás se le reconoció (y dicho sea de paso, ella tampoco lo expresó).

Finalmente fue un fumador empedernido. En muchas imágenes se le puede apreciar con pipas de distintas formas. No sé hasta qué grado este pudiese ser considerado un defecto, pero contribuyó al desenlace de su última enfermedad.

Si bien por su personalidad le han atribuido un síndrome denominado de Asperger por la descripción que hizo el médico austriaco Hans Asperger (1906-1980), caracterizado por aislamiento, dificultad en establecer amistades, desaliño, conversaciones en sí mismo y fijaciones; de lo que sí existe una seguridad plena es que padecía un problema denominado Aneurisma de la Arteria Aorta (AAA), que es una especie de “pelota” que se hace en las arterias, que son tubos que alimentan de sangre prácticamente a cualquier parte del cuerpo, y que al romperse generan sangrados casi catastróficos. Resulta que en 1948, Einstein tuvo fuertes dolores abdominales. Pensando en que se le había inflamado la vesícula biliar, lo operaron y le encontraron la dilatación en la arteria a nivel abdominal. De ahí permaneció con pocas molestias, pero seis años después, ante síntomas que se agudizaban, le propusieron una cirugía a lo que Albert Einstein expresó: “Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia”. El 18 de abril de 1955 murió. Le practicaron una autopsia en la que se pudo observar un gran coágulo que presionaba la vesícula y que reflejaba un profuso sangrado que fue consecuencia de la ruptura del AAA. Independientemente de que este padecimiento tiene causas desconocidas, los antecedentes familiares de infarto y el tabaquismo representan importantes factores de riesgo para que estas dilataciones arteriales se perforen.

En el mundo se llevaron a cabo ceremonias luctuosas y manifestaciones de lamentos sin igual, sin valorar que a la larga, por escritos elaborados por su puño y letra, esta idealización iba a ser contrapesada. Mal padre, mal esposo, mujeriego, racista, fumador, individualista y egoísta; lo prefiero así. Le tengo una admiración sin igual y aunque todo lo anterior me resultó sorprendente, entiendo que nadie es perfecto. Ahora lo veo como un ser humano excepcional, particularmente cercano a cualquier Homo sapiens y, por lo mismo, más cerca a todos nosotros, de lo que podríamos imaginar.

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