Hablar de un mundo microbiano es quizás hablar de infección, es hablar de enfermedad, y digo quizás porque a pesar de que los microorganismos poseen múltiples funciones benéficas, estos son asociados en general a la enfermedad. Dichos seres microscópicos han poblado el globo terrestre desde el inicio de los tiempos. Existen fósiles evidenciándolos como las primeras formas de vida que aparecieron sobre la tierra con las características básicas de los sistemas vivos. Se tienen pruebas de que la vida apareció en nuestro planeta aproximadamente hace 3,8 mil millones de años y que los primeros organismos eran exclusivamente estos seres microscópicos.
Posteriormente, a esta nueva área del conocimiento se le llamó microbiología (de μικρός micro pequeño y βίος bio vida) la cual los denominó como microorganismos. Hacen presencia en todos los ecosistemas de la Tierra donde viven bajo condiciones que al sentido común le resultan difíciles de aceptar.
El cuerpo humano representa un ecosistema altamente favorable para su establecimiento, siendo uno de los más complejos el de la cavidad oral, por la presencia de piezas dentales que lo hacen diferente. La pieza dental es anatómicamente compleja, posee un tejido duro externo que protege al tejido interno especializado que le proporciona vitalidad a la pieza dental, este tejido es normalmente estéril; en caso de ser sobrepasada esta protección por la presencia de microrganismos, se desarrollará la infección en el interior de dicho tejido, comprometiendo la vitalidad de la pieza dental. Dichas infecciones pueden ser controladas por medio de la limpieza del interior de la raíz del diente o continuar su desarrollo comprometiendo la salud integral del individuo.
La microbiología en la historia
En 1976, Patrick John Collard propone cuatro diferentes periodos de tiempo al tratar de poner un orden en la historia de la microbiología. El primer periodo se caracteriza por ser especulativo, inicia desde la explicación empírica del pensamiento racional del hombre sobre la enfermedad, hasta el nacimiento de los primeros microscopistas en el siglo XVII. El segundo periodo parte de las observaciones de Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723), un comerciante holandés, a quien su pasión por pulir y montar lentes sobre placas de oro, plata y cobre que él mismo diseñaba, lo llevó a realizar uno de los descubrimientos más importantes sobre los microorganismos al observarlos hasta en 300 aumentos, con lo cual logra describirlos y bautizarlos como “animáculos”. Al tercer periodo se le conoce como la “época dorada de la microbiología” y abarca hasta finales del siglo XIX, donde las figuras de Louis Pasteur y Robert Koch encabezaron el logro de cristalizar a la microbiología como ciencia experimental sobre bases firmes.
El cuarto periodo se caracteriza por el estudio de la microbiología como se le conoce hoy en día e inicia a principio del siglo XX. Se identifica por el progreso en las técnicas de aislamiento y desarrollo por medio de cultivos artificiales de microorganismos, volcando las vertientes de la biología con la microbiología, dando respuestas al entrañado mundo de los microrganismos, donde su morfología es complementada con su bioquímica, genética, fisiología y ecología.
Por otra parte, no se puede dejar de mencionar la presencia de hongos y virus en la microbiología. Los hongos fueron incluidos como parte de la microbiología por el fundador de la micología, Pier Micheli. Los virus, considerados agentes no celulares, fueron descritos en 1898 por Martinus Beijerinck (1851-1931), quien estableció los principios básicos de la virología.
La microbiología oral en la historia
La microbiología oral posee su propia historia, el conocimiento de los microorganismos en la boca es tan antiguo como la historia de la humanidad. Se menciona que la extirpación del tejido pulpar fue practicada empíricamente desde el siglo I, cuando Arquígenes de Apamea describe por primera vez un tratamiento para la pulpitis, aconsejando la extirpación del interior del diente (matar el nervio) para conservar la pieza y, principalmente, para aliviar el dolor. No fue sino hasta 1875 que la historia de la microbiología bucal tomaría otro rumbo, cuando en 1879, Willoughby Dayton Miller licenciado en química, física y matemáticas aplicadas por la Universidad de Michigan, obtuvo el título de médico cirujano dentista por la Universidad de Pensilvania. Durante la década de 1880 realizó extensa investigación original en todos los aspectos de la odontología. El trabajo de Miller culminó con la publicación de un tratado importante, Microorganisms of the Human Mounth, en 1890, tesis que sostenía que los carbohidratos atrapados alrededor de los dientes se fermentaban debido a los componentes bacterianos normales en la flora bucal, y los ácidos resultantes descalcificaban el esmalte de los dientes. Esto permitía que otras bacterias penetraran dentro de los dientes a través de los defectos iniciales, destruyendo la dentina subyacente. Los dentistas aceptaron unánimemente la teoría de Miller y se establece el eslogan “un diente limpio nunca se estropea”.
La microbiología en el interior del diente
Actualmente se construye la historia de la microbiología en el interior del diente con aportaciones de grandes hombres de ciencia. De esta manera, Kakehashi, en 1965, publica un artículo científico que se convertiría en un clásico de la literatura en endodoncia, cuya conclusión del autor es “la presencia o ausencia de una flora microbiana es el principal factor determinante en la destrucción o sanación de las pulpas expuestas”.
Posteriormente se introduce la aplicación de técnicas innovadoras para la recuperación de bacterias anaerobias, mediante las cuales una diversidad microbiana en el interior de la raíz del diente queda al descubierto. Por otra parte, este surgimiento de técnicas y medios específicos para recuperación de microorganismos, no sólo es para bacterias sino también para hongos y virus, dando como resultado el hecho que la microbiología aplicada a la endodoncia sea un campo de estudio fascinante, donde ahora se conoce que la parte interna de la pieza dental ofrece múltiples nichos ecológicos ricos en nutrientes, con condiciones físico-químicas cambiantes, dando oportunidad a diversos “microorganismos oportunistas” de introducirse en un lugar de inicio estéril, y poco a poco colonizarlo hasta “adueñarse” de los espacios que ofrece el interior de la raíz del diente.
No se puede dejar de mencionar que actualmente la microscopía electrónica ocupa un lugar especial, ya que permite observaciones más finas del microambiente, hasta entonces poco conocido, del interior de la raíz del diente. Los resultados de estas observaciones muestran la presencia de microorganismos en forma organizada de lo que actualmente se conoce como biofilm, organización que les proporciona permanencia y resistencia. Se debe obtener un mejor entendimiento de las características y propiedades de los biofilms en el interior de la raíz del diente, y el grado de patogenicidad que representan estas comunidades, para la permanencia de la pieza dental en boca que es el desafío para los especialistas en la salud bucal.