El inversionista Nova Spivack, estadounidense nacido en 1969, dentro de muchas actividades empresariales, es uno de los socios fundadores del proyecto The Arch Mission Foundation (Fundación Misión Arca), que siendo una organización sin fines de lucro, busca almacenar conocimiento sobre nuestro planeta, el Sistema Solar e incluso el universo, en múltiples bibliotecas que pueden permanecer legibles hasta por 14 mil millones de años, resistiendo altos niveles de temperatura o radiaciones. Dentro de los planes más recientes de esta fundación resalta la instalación, en una nave robótica, de la Biblioteca Lunar, que buscaba hacer aterrizar en la Luna el módulo israelí Beresheet (Génesis, en hebreo), con un acervo de alrededor de 30 millones de páginas con información de todo tipo, abarcando nuestros conocimientos actuales sobre cualquier tema. Desgraciadamente al llegar a la Luna se estrelló, el 13 de abril de este 2019. Las probabilidades de que todos los datos enviados no se hayan destruido, pese a este accidente son muy altas, por las características en la construcción de este aparato; pero no podremos saber, por lo menos en un lapso breve o a mediano plazo, cómo se encuentran los tardígrados, que son unos seres vivos de características sorprendentes y verdaderamente asombrosas, que también fueron enviados en esa nave que tuvo un costo de alrededor de 100 millones de dólares.
También con el sobrenombre de osos de agua por su aspecto y sus lentos movimientos, los tardígrados son animales microscópicos que miden medio milímetro; es decir, 500 micras, como promedio. Son antecesores de los artrópodos; es decir, seres vivos con patas articuladas como arañas, chinches, pulgas, moscos y un largo etcétera.
Fueron descritos por primera vez en el año de 1773 por el zoólogo alemán Johann August Ephraim Goeze (1731-1793), quien los bautizó precisamente como “ositos de agua” por la forma de moverse, aunque unos años después, Lazzaro Spallanzani (1729-1799), naturalista italiano, propuso el nombre de tardígrado, por la lentitud de sus movimientos.
Se consideran extremófilos, es decir, que pueden soportar condiciones de supervivencia extremas, hablando de temperaturas (de menos 200ºC a los 150ºC), pueden estar hasta 10 años sin agua, permanecer en el vacío o incluso ser sometidos a radiaciones intensas. La mayoría son terrestres y se en-cuentran en delgadas capas de agua que cubre plantas como helechos, líquenes o musgos. Como también se adaptan al agua dulce o salada, se pueden hallar prácticamente en todo el mundo, en infinidad de condiciones y situaciones.
Los más grandes se pueden ver a simple vista; sin embargo, los más pequeños son invisibles y se requieren microscopios para ubicarlos, pues pueden tener un tamaño de 0.05 milímetros de longitud. Curiosamente se ha demostrado que pueden vivir en un estado conocido como criptobiosis, que no es otra cosa más que un estado metabólico mínimo en el que no requieren ni siquiera de alimentos, recuperando sus funciones en la medida en la que se den condiciones propias para recuperar sus elementos de desenvolvimiento.
Se alimentan con base en una succión de sustancias producidas por seres vegetales o animales, ejerciendo un parasitismo poco nocivo, lo que los convierte en organismos sorprendentemente adaptables, por lo que se conocen más de mil especies.
Son simétricos; es decir, que divididos por la mitad, uno y otro lado son iguales. Convexos en su parte dorsal, ventralmente son aplanados. Poseen cinco segmentos que se diferencian con dificultad. La parte que corresponde a su cabeza, contiene una boca con unos puntos que son manchas oculares. Las otras cuatro partes tienen patas que terminan en una especie de garras o bien, ventosas que les sirven para moverse o bien, para anclarse. No poseen un aparato respiratorio ni circulatorio, aunque sí poseen sistema nervioso, excretor, reproductor y digestivo; este último con la estructura bucal que sobresale y que les sirve para alimentarse de bacterias, algas, hongos y una gran cantidad de elementos microscópicos.
Lo más sorprendente de estos seres es su alta capacidad de resistencia al medio ambiente extremo, su posibilidad de vivir en un estado latente y poder resistir condiciones de deshidratación, pasando de un 85 por ciento de agua corporal hasta un 3 por ciento en condiciones adversas. Bajo este estado, las funciones vitales se detienen, pudiendo estar así por años. Todas estas cualidades permiten saber que pueden sobrevivir en el espacio exterior.
Los tardígrados enviados a la Luna probablemente perecieron en el accidente del Beresheet, aunque también es altamente probable que se encuentren allí, en animación suspendida, esperando pacientemente a ser rehidratados y por qué no, regresados a la Tierra, para poder evaluar cómo fueron afectados por su estancia en nuestro satélite natural.
El plan de Nova Spivack no solamente se orienta a que en un futuro, nuestro paso por el universo sea preservado por medio del almacenaje de grandes cantidades de información sino también, valorando el proceso de vida que se conoce en la Tierra; pero la noticia generó una gran cantidad de interrogantes y por supuesto críticas de ética, que van desde la visión de contaminar a la Luna con seres vivos superresistentes, hasta la visión de lástima por condenar a la muerte a estos simpáticos animalitos microscópicos. Pero al margen de estas cuestiones filosóficas tan complejas, es indudable que los tardígrados han sobrevivido a muchas catástrofes en el planeta. Así ha sido y será, de modo que es fácilmente deducible que estos seres, dentro de su aparentemente básica biología e ínfimo tamaño, sean con mucho, más resistentes que cualquiera de nosotros.