El empleo durante la crisis económica y la pandemia

A lo largo de este año los debates en torno a la situación mundial han transitado por las diversas dimensiones de la existencia humana, alcanzando el cuestionamiento sobre su extinción, íntimamente relacionado con el desastre ecológico. En los primeros días del año, la preocupación sobre la economía era la predominante, sin embargo, rápidamente fue desplazada por la acelerada emergencia de la pandemia, por lo que sus impactos y consecuencias se han entremezclado. En este artículo nos centraremos en la problemática económica inmediata, pero es fundamental reconocer que nos enfrentamos a la crisis de la modernidad capitalista.

 Elaborado con datos de INEGI, ENOE y ETOE

Elaborado con datos de INEGI, ENOE y ETOE

La caída de la economía y del empleo mundial

Si bien la crisis económica mundial se anunció desde fines de 2018 (véase por ejemplo la caída de la producción automotriz), hacia el mes de octubre del siguiente año ya se dejaba sentir fuertemente, de tal forma que el mismo Fondo Monetario Internacional reconocía una “desaceleración sincronizada” (IMF, 2019). A partir de ese momento, dicho organismo ha tenido que ir disminuyendo sus “pronósticos” sobre el comportamiento económico mundial; en el más reciente (junio) propone que tendrá una caída del 4.9 por ciento, y para México predice una caída del 10.5 por ciento, optimistamente afirma que después vendrá una recuperación gradual; considerando que estas tendencias podrán aumentar la desigualdad, pues los más afectados por el desempleo son los trabajadores informales y las mujeres (IMF, 2020). Obviamente la preocupación del FMI está centrada en la recuperación de la rentabilidad del capital, de sus ganancias; pero ello solo puede ocurrir a partir de la actividad de los trabajadores1.

En esa perspectiva, en su balance del mes de junio, la OIT (2020) calculaba que durante el primer semestre de 2020 se han perdido 400 millones de empleos, a los cuales se podrían sumar otros 140 millones, en el pronóstico “más favorable”; para los países del continente americano estima una pérdida equivalente a 70 millones de empleos de tiempo completo. Un dato importante es el desglose que hace respecto al tipo de pérdida: el Reino Unido el 73 por ciento es por suspensión del empleo (cierre temporal por confinamiento y sin pérdida del empleo) y el 27 por ciento es por una reducción de la jornada (igualmente, sin pérdida de empleo), en contraste, en México solo el 35 por ciento es una suspensión del empleo por confinamiento, en tanto que el 49 por ciento es pérdida de empleo que implica que no podrá recuperarlo posteriormente. La diferencia expresa la capacidad de negociación y resistencia que tienen los trabajadores de las economías dominantes frente a los periféricos.

Asimismo, en dicho reporte se destaca que tendrá una mayor consecuencia negativa sobre el empleo femenino a causa de: a) los sectores económicos más afectados son aquellos en los que existe una mayor proporción de mujeres (hotelería, alimentos, comercio, servicios), b) en particular, los servicios domésticos son mucho más vulnerables frente a las medidas de contención y son predominantemente realizados por mujeres, c) los sectores sanitarios y de asistencia social son igualmente más afectados y prestados mayoritariamente por mujeres, d) la demanda incrementada de servicios de atención social (que incluye la demanda al interior de los hogares) durante la crisis pandémica es atendida por mujeres.

Al respecto, una investigación de Oxfam (2020) documenta como el trabajo de cuidado no remunerado realizado por las mujeres se ha incrementado, de tal manera que cerca del 50 por ciento de ellas se sienten más ansiosas, deprimidas y aisladas; concluyendo que “La encuesta muestra que, si bien los hombres también han trabajado más en el cuidado durante la pandemia, la carga de trabajo del cuidado continúa recayendo de manera desproporcionada en las mujeres, en particular las mujeres de minorías étnicas y raciales, aquellas que viven en la pobreza y en comunidades sin acceso a infraestructura y servicios básicos”.

 

La tragedia del desempleo y la precarización laboral en México

 

En el caso de nuestro país y con base en los datos de INEGI (2020a, 2020b), al mes de mayo hubo una pérdida de 11.5 millones de empleos, tomando como base el mes de mayo de 2019. De tal forma que el número de personas que se encuentran sin empleo (sin vínculo laboral con alguna empresa o unidad económica) se elevó de 7.4 a 21.3 millones. Entre los más afectados encontramos:

  1. a) una fuerte pérdida de empleos en los micronegocios y el autoempleo (en sus diversas formas), según la clasificación del INEGI se aprecia: el número de trabajadores por cuenta propia disminuyó en 4.3 millones de empleos (-34.0 por ciento), los micronegocios 5.6 millones (-25.5 por ciento), sector informal 4.7 millones (-31.5 por ciento);
  2. b) por su parte, el número de asalariados disminuyó en 5.7 millones: por sectores 1.6 millones en la manufactura y electricidad, 1.6 millones en la construcción, casi un millón en restaurantes y hoteles; la pérdida de empleo también incluyó a las medianas y grandes empresas, con 2.4 millones de empleos.

Los datos nos indican como el capital se defiende a costa de los trabajadores, destruyendo tanto los sueños del emprendedor (autoempleo) como las distintas estrategias de sobrevivencia (trabajo informal, comercio), y pasando también por encima de las defensas contractuales de los asalariados. En este último caso, los que logran permanecer en el trabajo quedan bajo condiciones cada vez más precarias, de tal forma que los que tienen contrato de planta (base) disminuyeron en 2.5 millones, los que tienen acceso a instituciones de salud en 2.1 millones, los que tienen prestaciones laborales en 2.4 millones; finalmente, se incrementó el número de asalariados que ganan hasta un salario mínimo en 1.2 millones, en tanto que los trabajadores con mayores ingresos disminuyó.

En relación a la situación laboral de las mujeres —la cual está impregnada por toda la violencia, exclusión y explotación a que son sujetas por el capitalismo patriarcal—, la crisis y la pandemia vinieron a aumentar el deterioro de su situación, pues el trabajo de cuidado no sólo se incrementó, sino que también agudizó su carácter estresante, pues las labores en el hogar se multiplicaron con el confinamiento y fueron trasladadas directamente sobre sus espaldas, incluyendo entre ellas las actividades escolares. Según datos de la ENOE (INEGI, 2020c), para el primer trimestre de este año el promedio de horas semanales dedicado a actividades económicas y no económicas era de 63.15 en el caso de las mujeres, en tanto que en los hombres solo era de 52.56, pero al considerar el tiempo destinado a actividades no económicas la diferencia es mucho mayor: las mujeres laboraban 26.54 horas a la semana y los hombres 8.29. En este contexto, la violencia sobre la mujer se ha agudizado durante el confinamiento, un indicador de ello es que entre enero-mayo de este año las llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer se elevaron en un 47.2por ciento en relación al mismo periodo del año 2019, de tal forma que hasta mayo se reconocían 385 feminicidios y un total de 39 mil 993 mujeres víctimas de diversos delitos (SSPC, 2020).

La información estadística que nos ofrece el INEGI y la SSPC solo son una pálida ilustración de la tragedia que enfrentan lxs trabajadores y trabajadoras en nuestro país, la realidad es más dolorosa y profunda. Las notas de diversos medios de comunicación, la información y testimonios que circulan a través de las redes sociales y la misma convivencia en el entorno inmediato nos hacen sentir la angustia que viven meserxs, trabajadorxs del hogar, artistas, conductorxs de taxis, obrerxs de las fábricas cerradas… quienes han perdido su empleo-ingreso y con una alta probabilidad de que no logren conseguir otro en los próximos meses; ¿cómo sobrevivirán? ¿Qué estrategias o alternativas construirán?

En este breve recuento queda por desarrollar en otro momento y con profundidad los impactos de la crisis y la pandemia en las comunidades y pueblos indígenas y campesinos, que sufren la continua violencia del capital, quien busca profundizar los procesos de apropiación de sus territorios para impulsar la minería, el turismo, la agricultura biotecnológica, así como los grandes megaproyectos de infraestructura. La pandemia mundial no ha detenido tales procesos, a pesar de que se ha reconocido oficialmente que son uno de los sectores sociales más vulnerables por la pandemia, dada las condiciones de pobreza y exclusión que le son impuestas.

Por otro lado, en términos de la acción gubernamental, el presidente López Obrador calculaba que para el mes de mayo se perderían 400 mil empleos, y que la cifra total como consecuencia de la pandemia sería de un millón. Desde su perspectiva, hacia fines de año se alcanzarían a generar dos millones, lo cual estaba en línea con el plan de recuperación económica; al respecto destacó algunos de los programas y acciones gubernamentales:

230 mil Programa Jóvenes Construyendo el Futuro; 228 mil Programa de Mejoramiento Urbano en 50 ciudades del país; 200 mil Programa Sembrando Vida; 80 mil construcción del Tren Maya; 72 mil refinería de Dos Bocas; 47 mil en edificación de sucursales del Banco del Bienestar; contratación de 44 mil trabajadores de la salud para atender la epidemia; la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles dará trabajo a 44 mil personas; la Guardia Nacional incorporará a otras 26 mil personas, y la construcción de caminos rurales generará 15 mil plazas (Jornada, 2020).

En resumen, tales perspectivas se fundamentan en su política social y en sus emblemáticos megaproyectos (los cuales han sido cuestionados por comunidades indígenas y organizaciones sociales). En términos de su política económica se ha mantenido su posición de austeridad en el gasto público, el rechazo al endeudamiento y a la transferencia de recursos a las empresas, además de efectuar una revisión de los sueldos de los funcionarios y servidores públicos; las acciones contra la corrupción y la evasión fiscal (junto con los moches) son complemento de su política fiscal. Está abierto el debate en torno a la suficiencia y eficacia de estas medidas, si con ellas se lograra no solo relanzar la economía, sino también lograr una mitigación de la desigualdad socioeconómica.

 

Estrategias del capital y confrontaciones sociales

 

Como mencionamos, la economía mundial iniciaba ya un proceso de recesión desde 2019, sin embargo, el ritmo de acumulación de capital se mostraba lento después de la gran crisis de 2008, por lo que los grandes organismos financieros internacionales planteaban la necesidad de incrementar la productividad a través de la disminución de los costos laborales (mayor flexibilidad; es decir, subcontratación, empleos temporales, menores prestaciones) y el cambio tecnológico (al respecto ver los estudios del FMI y de la OCDE). El impulso de lo que se ha denominado como “Cuarta Revolución Industrial” (que tiene como pilar la Industria 4.0) fue acompañado con la amenaza del desempleo tecnológico, la robotización digital (combinada con el IoT, big data, inteligencia artificial, etcétera) dejaría sin trabajo a varias decenas de millones de obreros, al mismo tiempo que transformaría la mayor parte de las actividades productivas —se calcula que hay 2.4 millones de robots industriales funcionando (IFR 2019). Estos cambios “disruptivos” profundizarían la producción a través de las cadenas de producción globales y son los principales ejes de la estrategia de acumulación del capital hegemónico, al mismo tiempo que continúa su expansión y subordinación sobre todas las actividades humanas (su mercantilización) y la depredación de la naturaleza.

El surgimiento de la pandemia se presenta como una oportunidad del capital para profundizar esa estrategia, pues además de permitirle disminuir su plantilla laboral, la angustia y desesperanza del desempleo facilita la aceptación de la caída de los salarios como del incremento en la intensidad del trabajo. Asimismo, la fusión de crisis-pandemia abre un gran campo de reapropiación de los recursos públicos por parte del capital a través de los recursos destinados a la recuperación. Sin embargo, la salida a la crisis implica también una lucha entre los diversos capitales, incluyendo la disputa por la hegemonía mundial (China-EUA).

Es en este contexto que las políticas de sanidad —confinamiento, atención y prevención, infraestructura, etcétera— son escenarios de disputa entre los capitales y con la población. Ejemplo de ello es la investigación sobre la vacuna contra el Covid-19, que es un campo de batalla en la que se encuentran enfrascadas las grandes empresas farmacéuticas mundiales junto con sus respectivos gobiernos, teniendo como fundamento los derechos de propiedad intelectual (patentes), que se confrontan con el interés público, social, de la población mundial. De igual manera, las presiones sobre la duración de la pandemia y las medidas de prevención ante la reanudación de las actividades productivas forman parte de las disputas sociales.

En el caso de México, estas disputas se han manifestado ampliamente, mostrando a su vez el carácter subordinado, periférico, de su economía; ilustración de esto son los siguientes hechos: la pésima infraestructura sanitaria existente (herencia de las políticas neoliberales de privatización-mercantilización de las últimas cuatro décadas), sectores empresariales que se negaron al cese temporal de actividades (maquilas, mineras, grupo Salinas Pliego) y que han presionado para obtener un subsidio del Estado, la entrada en vigor del T-MEC y el impulso de las cadenas globales (subcontratación internacional), la pronta apertura de ciertos sectores (la declaración de “esencial” a la industria automotriz), las presiones sobre la regulación y explotación en la minería, la apropiación y mercantilización de recursos naturales fundamentales como el agua (el caso de la cervecera en Tijuana).

De esta manera, la caída de la producción y la inactividad económica como estrategia contra la pandemia se han convertido en una amplia disputa entre las distintas clases y sectores sociales; desde el punto de vista del capital, se generaron distintas estrategias para proteger su valorización (rentabilidad) y hacer recaer el costo de la crisis y la pandemia sobre los trabajadores. Mención destacada son las presiones que han ejercido a través de sus organismos patronales para que se apliquen medidas económicas que tienen como principal objetivo la transferencia de recursos públicos a las empresas, en especial a las grandes corporaciones, lo cual ha ocurrido en las crisis anteriores (aún se sigue pagando la deuda pública contraída por el rescate bancario-empresarial de 1995, FOBAPROA), todo ello ha llevado a la resistencia activa de sectores empresariales y simpatizantes de la oposición (PRI-PAN) contra las políticas del gobierno federal2.

Frente a lo anterior, la resistencia de los trabajadores ha sido más a partir de los centros de trabajo e individual, pues la mayor parte de los sindicatos aún mantienen sus relaciones clientelares y subordinadas al capital, siendo unos cuantos organismos sindicales los que tienen alguna capacidad de respuesta. Considerando la situación anterior y las características del mercado laboral —determinadas por la acumulación de capital, que se ha sustentado en los sectores exportadores (automotriz, electrónico) y de mayor depredación (minería, turismo)— con la pandemia y la cuarentena decretada es de esperar una mayor pobreza y deterioro de las condiciones de trabajo, pese a las políticas del gobierno federal.

En este primer semestre del año, la violencia sistémica-estatal-patriarcal se ha manifestado con toda su crueldad y barbarie, muestra de ello son: la fuerza de los carteles delictivos (que incluye no solo a los traficantes sino todas sus redes políticas y económicas) se ha expresado cotidianamente y las luchas entre ellos siguen generando miles de muertos y afectando a grandes capas de la población; en tanto que la represión sobre los movimientos y líderes sociales continúa, entre estos actos violentos destacamos: el asesinato del líder rarámuri Antonio Montes, la masacre de 17 pobladores de San Mateo del Mar, la violencia policial contra jóvenes y ciudadanos de escasos recursos (los asesinatos de Giovanni López en Guadalajara, Carlos Navarro en Xalapa y de Alexander en Oaxaca), el encarcelamiento de activistas y líderes sociales (Kenia Hernández en el estado de México, Susana Prieto Terrazas en Matamoros, Eloy Méndez en Puebla).

 

La búsqueda de nuevas alternativas

 

El retorno a la nueva normalidad laboral se vislumbra como un gran campo de batalla, por un lado las empresas han establecido ya un salario disminuido (además de un recorte de plantilla), es seguro que los ahorros y recuperación del capital se hará a costa de las condiciones de trabajo (incluyendo la ampliación de jornada y el aumento de la intensidad laboral) y la violación de las medidas de sanidad que se establezcan; si bien las autoridades laborales actuarán para que se cumplan tales medidas, se ha manifestado que su capacidad es insuficiente para ello. Es posible que la resistencia se haga a partir de cada centro de trabajo, y no necesariamente por los sindicatos, quizá a pesar de muchos de ellos. Sin embargo, son cada vez más frecuente las reivindicaciones de un empleo y un ingreso garantizado, fortalecimiento de los sistemas de seguridad social, condiciones de trabajo seguras y con garantías sanitarias, respeto a los derechos humanos y de organización, demandas que son fundamentales, y todas ellas vinculadas con la defensa de la vida y de la diversidad. En este sentido hay que mencionar la resistencia desde las comunidades indígenas y campesinas, sus acciones para enfrentar las estrategias del capital y la pandemia, que reivindican su derecho a la autonomía, el respeto a sus culturas y territorios.

La pandemia vino a evidenciar que el modo de consumo y reproducción capitalista —incluyendo el tipo de alimentación y de salud— está agotado, basado en los procesos industriales depredadores de la naturaleza, colocando a la humanidad en un alto nivel de vulnerabilidad, al borde de su extinción. La modernidad capitalista está agotada.

* [email protected]

 

 

 

1 En medio de la pandemia-cuarentena, han circulado en las redes reclamos ingeniosos, invitando a los capitalistas a producir sin trabajadores.

 

2 El pasado 30 de mayo se efectuó una “marcha” contra el gobierno de López Obrador, en la que participaron algunos cientos de personas en autos, de lujo y de modelos recientes, lo cual se resumió muy certeramente de esta manera: “Desde su Land Rover modelo 2022 gritó: AMLO nos mata de hambre” (Jornada de Oriente, 2020).

 

 

Referencias

 

FMI (2019) Perspectivas de la economía mundial, FMI, octubre.

 

FMI (2020) Actualización de las perspectivas de la economía mundial, FMI, junio.

 

Jornada (2020) Prevé AMLO que por la epidemia se perderán un millón de empleos, Periódico La Jornada, 25 de mayo.

 

Jornada de Oriente (2020) La cornada, Periódico La Jornada de Oriente, 1 de junio.

 

IFR (2019) OUTLOOK on World Robotics Report 2019, International Federation of Robotics.

 

IMSS (2020) Trabajadores asegurados, IMSS, abril.

 

INEGI (2020a) Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, mayo, INEGI.

 

INEGI (2029b) Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo, junio, INEGI.

 

INEGI (2020c) Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Indicadores de género. Mayo, INEGI.

 

OIT (2020) El COVID-19 y el mundo del trabajo. Quinta edición, Observatorio de la OIT, Ginebra.

 

OXFAM (2020) Comunicado, 16 de junio, consultado en https://www.oxfam.org/en/press-releases/close-half-women-are-feeling-more-anxious-depressed-isolated-overworked-or-ill.

SSPC (2020) Información sobre violencia contra las mujeres, SSPC Gobierno Federal, mayo.