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Dos años de pandemia y el costo al medio ambiente

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Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo” *
Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo” *

Fue en diciembre de 2019 cuando por primera vez se alertaba de la existencia de un nuevo virus en China y que éste estaba causando una enfermedad mortal entre sus habitantes. Parecía una historia de ciencia ficción y tenemos que confesar que, al escuchar la noticia, creímos que nunca llegaría a América y mucho menos a México.

Bastó que pasarán tres meses desde que se anunció una nueva enfermedad en China para que en marzo de 2020 la presencia del virus en territorio mexicano ya fuera una historia real. Con miedo y siguiendo todas las medidas de sanidad, nos refugiamos en nuestras casas, cambiando hábitos que ahora que los analizamos, quizás muchos de ellos no eran tan buenos como lo creíamos. Se cerraron escuelas, negocios, restaurantes, quedando sólo abiertos mercados y supermercados, farmacias y por supuesto, los centros de salud para atender a los contagiados.

Una gran parte de los mexicanos, con temor y tratando de entender qué es lo que estaba pasando, nos echábamos de manera religiosa todos los días a las 19 horas la conferencia del doctor López–Gatell. Así pasaron los meses y alrededor de la noticia había muchos mitos sobre la enfermedad y el virus que la causaba, hay que reconocer que esto permitió que muchos investigadores junto con divulgadores de la ciencia le entráramos al quite, para tratar de desmentir lo que algunos medios de comunicación en radio, televisión y redes sociales y principalmente la información que se pasaba de boca en boca entre la población. Podemos destacar que hubo dos noticias que llamaron nuestra atención. La primera, “los murciélagos del mundo la estaban pasando muy mal”, si bien, una de las explicaciones sobre el origen de esta nueva enfermedad era que el virus probablemente haya pasado de murciélagos a humanos, esto hizo que habitantes de otras partes del mundo con el temor de ser infectados por el virus, no vieron quién lo hizo, sino quién la pagaba, y fue así como en distintas partes del mundo se empezó una cacería en contra de los murciélagos, afectando a las poblaciones de este mamífero volador. Hoy en día sabemos que los “murcis”, como muchos de cariño les llamamos, son uno de los polinizadores más importantes que tenemos en el planeta y si nos centramos a México, resulta que gracias a la polinización que realizan en los agaves, podemos degustar de un buen pulque, mezcal o tequila, y si a eso le sumamos que se tiene registrado que una sola población de murciélagos en una noche puede comerse hasta una tonelada de insectos, esto los convierte en controladores de plagas por excelencia, además que los murciélagos que se alimentan de frutas ayudan a la dispersión de semillas de las plantas que consumen en los ecosistemas en donde habitan, permitiendo que una parte de la dinámica y regeneración del ecosistema se mantenga. Por esto y muchas cosas más, los invitamos a que todos los días digan: “gracias, murciélagos”. Sin embargo, el esfuerzo que muchos biólogos han hecho en los últimos años para la protección de este grupo de organismos está todavía muy alejado de cantar victoria y decir que los murciélagos se han salvado de estar en peligro de extinción.

Y la segunda noticia que llamó nuestra atención fue escuchar que gracias al encierro que los humanos estábamos teniendo, muchas especies de fauna silvestre estaban apareciendo en lugares que ya no se les veía; además, el paro de actividades y el cambio de hábitos le estaba dando un respiro al planeta. Debemos aceptar que fue una noticia esperanzadora; sin embargo, podemos decir que sólo se trató de un sueño y es que la economía a nivel mundial y la industria, si bien, se detuvieron por unos segundos, lo hicieron con el objetivo de replantear su producción para los siguientes meses o años. Hoy en día vemos calles llenas de basura, inundadas de plástico de un solo uso y cubrebocas, los cuales se han convertido en medusas falsas, de las cuales las tortugas marinas se alimentan.

Acelerar y aumentar la producción de los plásticos solo trajo consigo que nuestro amigo, el calentamiento global, se hiciera más presente, observándonos todo el tiempo y esperando el día para pasarnos la factura.

 

 

 

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