Educación y pandemia: una lectura desde la incertidumbre

El 16 de marzo de 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto por el cual se suspendían actividades en todos los niveles del sistema educativo mexicano para el periodo comprendido del 23 de marzo al 17 de abril de ese año, ello como medida de carácter preventivo que buscaba la disminución de los contagios y propagación de la Covid-19; sin embargo, nadie se imaginaba que dicha suspensión pasaría a un retorno a las actividades académicas, administrativas y de investigación bajo la modalidad virtual que se prolongaría por más de dos años.

Así, próximos a cumplir tres años del inicio de la pandemia, las vertientes para poder desarrollar una lectura de los impactos y consecuencias generados hacia los sujetos (estudiantes, docentes, administrativos) que reproducen e impulsan el sistema educativo mexicano se nos presentan como múltiples y diversas, mismas que podemos abordar desde los análisis de la llamada “triple maldición” y hasta los esquemas reflexivos que colocan el acento en los aspectos cuantitativos, como es el caso de los estudios que abordan los niveles de acceso a la educación, las tasas de asistencia, deserción escolar, matrículas de inscripción-reinscripción, porcentajes e índices de aprovechamiento escolar.

Debemos tener presente que la pandemia de Covid-19 vino a exponer y visibilizar en un grado superior las graves desigualdades sociales, económicas, culturales, educativas, de salud, de género que ha tenido y tiene la humanidad bajo el sistema vigente, “en fin, todo esto ya venía sucediendo, la pandemia lo mostró crudamente, sin tapujos, y lo magnificó. Pero, más allá de esto, lo que hoy está en juego es la configuración de un modo de estar en el mundo y de vivir juntos” (Muñoz, 2022: 186). De suerte que sea importante destacar que dichas desigualdades no nacieron y se visibilizan por primera vez el 23 de marzo de 2020; sino más bien tenemos que ubicarlo en una lectura de largo plazo tanto transversal como longitudinal.

No tomar en consideración los ejes articuladores de lo aprendido, bueno y malo, durante la pandemia de Covid-19 y mucho menos no cuestionarnos ¿cuál es el papel, la misión y visión que hoy día tienen que desempeñar los sistemas de educación en sus diferentes niveles en y con la sociedad? Nos situará en un regreso a la “normalidad” con una alta probabilidad de sustentarse en una agudización-reproducción de los males acontecidos antes y durante la pandemia, llevando a la reproducción de las desigualdades al grado de enraizarse aún más.

Por lo tanto, hoy día hay que colocar atención a los múltiples peligros que estamos viviendo, porque desafortunadamente está latente la gran posibilidad de que la emergencia sanitaria nos esté llevando a una mayor vulnerabilidad humanitaria en todas sus aristas dentro de las cuales las desigualdades e injusticias anteriormente mencionadas terminen ampliándose y ensanchando aún más.

Es importante destacar que en las actuales circunstancias postpandemia será imprescindible colocar a la educación, así como a sus sistemas e instituciones como pilares para la reflexión de qué caminos necesitamos transitar como sociedad, y para ello se vuelve imperioso “repensar la universidad, […], y reflexionar sobre el futuro no sólo de nuestra institución, sino de la educación superior” (Lomelí, 2022: 84). Y para conseguirlo, el ámbito educativo tiene la tarea de debatir y reconfigurar, desde otra óptica de mirada, los marcos pedagógicos imperantes, aspecto que tendrá que ir acompañado de la reflexión sobre las nuevas formas de generación y transmisión de conocimiento, del compromiso social cultural al cual está llamado el quehacer tanto de las universidades como de la educación en general, al igual deberá preguntarse cuáles han sido y son los proyectos dominantes de modernización que siguen y seguirán siendo impuestos por el capital.

El anterior análisis deberá estar contextualizado desde la óptica de entender y comprender que estamos inmersos en una crisis estructural, la cual no tiene que estar ubicada solamente en sus caras económicas, políticas o incluso culturales, sino también tiene que ser concebida como onto-epistemológica. Por ende “tenemos la obligación de crear nuevos paradigmas psicoeducativos para la educación; marcos que permitan tomar en cuenta que el motor del comportamiento humane son sus afectos y sus emociones, elementos que, en las aulas de todos los niveles educativos, se han olvidado” (Delgado, 2020: 188). Ello con el objetivo de ir avanzando hacia la construcción e implementación de modelos educativos alternativos que trasciendan lo vivido.

Desde la argumentación de que estamos en una crisis estructural, contextualizamos a los sistemas educativos en sus diferentes niveles como espacios sociales en los cuales deberemos dar continuidad a lo aprendido antes, durante y posterior a la pandemia, fungido la universidad como uno de los espacios neurálgicos más importantes para desarrollar los cuestionamientos y planteamientos de alternativas viables y deseables a la crisis actual; ante ello “el principal reto que debe conducir la misión y el sentido de la educación superior será lograr la formación de ciudadanos éticos, solidarios, colaborativos, comprometidos con el planeta, en una sociedad globalizada, capaces de enfrentar la incertidumbre” (Barrón, 2020: 71).

Por todo lo anterior, hoy más que nunca una de las vías a cuestionar sea la imperiosa necesidad de cambiar las matrices educativas imperantes, buscando romper con los paradigmas educativos del siglo XX y transitando hacia contextos educativos en los cuales estén presentes procesos de adaptación y transformación hacia lo dado-dándose.

En este orden de ideas, dos conclusiones preliminares que surgen del análisis derivado de la emergencia sanitaria de Covid-19 serían, uno, la necesidad y urgencia de estudiar los fenómenos postpandemia desde sus aspectos esenciales y no solamente, como la mayoría de los casos de estudio actuales, desde sus apariencias, quedarnos en este último ámbito señalado nos provocaría estar omitiendo los pilares articuladores que han y están dando sustento en última instancia a las estructuras del sistema civilizatorio.

La segunda conclusión enfatiza la necesidad de contextualizar que las crisis del sistema, como han sido entendidas, explicadas y criticadas, no lo llevarán al debilitamiento, sino más bien lo ubicarán en un estadio superior de consolidación; ante ello es oportuno comentar que se vuelve imperioso colocarnos en una lectura articulada de la realidad donde desmenucemos las esencias del sistema capitalista, implicando hacer una reflexión desde los postulados que enmarcan su producción y reproducción.

* [email protected]

 

 

Barrón, M. C. (2020). “La educación en línea. Transiciones y disrupciones”. En IISUE (2020). Educación y pandemia. Una visión académica.

 

Delgado, G. (2020). “Igualdad educativa y postpandemia”. En IISUE (2020). Educación y pandemia. Una visión académica.

 

Lomelí, L. (2022). “La universidad nacional y su futuro: una reflexión en los meses de la pandemia”. En Lomelí, L. y Casanova, H. (2022). Universidad y futuro: los retos de la pandemia.

 

Muñoz, H. (2022). “Humanidades y ciencias sociales para el futuro de la universidad”. En Lomelí, L. y Casanova, H. (2022). Universidad y futuro: los retos de la pandemia.